¿Brasil ganará el Mundial?

Cuando a Diego Maradona se le preguntó en 1998 quién iba a ganar el Mundial de Fútbol de ese año, que se jugaba en Francia, dijo: “Los países organizan la Copa Mundial para ganarla”, sugiriendo que Francia sería el ganador. Y así fue. Lo mismo podría decirse del mayor torneo de la FIFA de este año, que acaba de comenzar en Brasil. Para la mayoría de la gente, el país anfitrión es el favorito para ganar la competencia. La historia, sin embargo, puede presagiar un resultado diferente.

15 Junio 2014

Por César Chelala - Para LA GACETA - Nueva York

En el año 1950, el cuarto campeonato mundial de la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociado) se celebró en Brasil desde el 24 de junio hasta el 16 julio de ese año. Brasil se convirtió en finalista de su grupo al vencer a México 4-0, golear a Suecia 7-1, y vencer a España por 6-1.

El seleccionado de Uruguay, por el contrario, mostraba un desempeño distinto. Empató 2-2 un partido difícil contra España luego de estar en desventaja 2-1. Después Uruguay venció a Suecia por 3-2, logrando el gol de la victoria pocos minutos antes del final del partido.

El partido entre un Brasil espléndidamente logrado y un Uruguay poco convincente decidiría el título mundial. Este último, ubicado un punto por detrás de Brasil, tenía que ganar para ser campeón del mundo. Su rival sólo necesitaba un empate para ganar la preciada copa.

Había un enorme interés en el partido a pesar del consenso de los periodistas deportivos y el público de que Brasil sería el campeón. Después de todo, el equipo brasileño había ganado sus partidos anteriores con facilidad, mientras que Uruguay sólo había alcanzado un empate con España y había ganado un partido agónico frente a Suecia. Una comparación de las actuaciones anteriores dejaba pocas dudas sobre el resultado final.

El 16 de julio de 1950 Río de Janeiro era una colmena. Un carnaval improvisado estaba listo para celebrar el triunfo de Brasil sobre Uruguay. Los brasileños llenaron totalmente el estadio Maracaná, inaugurado recientemente. Aunque el recuento oficial fue un récord mundial con 173.850 espectadores, los cálculos no oficiales estimaban un número cercano a las 210.000 personas.

Sólo unos pocos uruguayos estuvieron presentes en el partido.

El diario O Mundo publicó una edición especial con una fotografía de la selección de Brasil con el subtítulo: “Estos son los campeones del mundo”. Jules Rimet, el ex presidente y creador de la Copa Mundial de la FIFA, había preparado un discurso en portugués para felicitar a los ganadores, que se pensaba serían los brasileños. La Confederación Brasileña de Fútbol había impreso 22 medallas de oro con los nombres de sus jugadores. Una canción titulada “Brasil os vencedores” fue compuesta días antes del partido final.

Antes del partido, el alcalde de Río de Janeiro, Ângelo Mendes de Moraes, se dirigió al público con palabras destinadas a los jugadores brasileños: “Ustedes, jugadores, que en menos de un par de horas serán aclamados como campeones por millones de compatriotas, no tienen rivales en todo el hemisferio.”

Con los jugadores del equipo de Brasil y el público anticipando la victoria, Juan López, el entrenador del equipo de Uruguay, les dijo a sus jugadores que la mejor manera de jugar contra el poderoso equipo brasileño era hacerlo a la defensiva y tratar de no dejarlos anotar demasiados goles. Fuera del vestuario, el capitán uruguayo, Obdulio Varela, apodado “El Jefe Negro”, dijo a sus jugadores: “Juan es un buen hombre, pero está totalmente equivocado”. Y añadió: “Muchachos, los que miran no juegan. Que empiece el espectáculo”. Y con estas palabras memorables los jugadores entraron en el campo de juego.

La primera mitad del partido terminó 0-0. Dos minutos después del comienzo de la segunda mitad, Brasil anotó el primer gol. Los brasileños estaban delirantes y el estadio Maracaná se sacudió violentamente mientras miles de espectadores saltaron y gritaron con toda la potencia de sus pulmones. Brasil era una fiesta.

Tras el gol, Varela tomó la pelota del arco contrario y lentamente, muy lentamente, se dirigió a George Reader, el árbitro británico. Hablándole en español, puso en duda la validez del gol. Habló largo y tendido, lo que obligó al árbitro a pedir un intérprete. El juego fue suspendido mientras la conversación se llevaba a cabo. Los espectadores brasileños estaban furiosos. Un jugador brasileño lo escupió pero Varela permaneció impertérrito.

Posteriormente Varela declararía que la suya era una estrategia cuidadosamente pensada, destinada a enfriar a la multitud. Una vez cumplida su misión, se dirigió a sus compañeros de equipo: “Vamos, muchachos, ahora es el momento de ganar.” Los jugadores uruguayos, repentinamente energizados por las palabras de Varela, sentían ahora que podían hacer frente al Goliat brasileño.

A los 21 minutos de la segunda mitad Uruguay igualó el marcador. Corriendo rápidamente a la derecha, Alcides Ghiggia cruzó un pase bajo para Juan Schiaffino, quien logró anotar. Maracaná, que hasta entonces había sido una fiesta, repentinamente se convirtió en silencio. Un silencio “que aterrorizó a nuestros jugadores”, declaró más tarde el dirigente brasileño Flavio Costa.

Un empate habría coronado a los brasileños, pero había otra sorpresa para ellos. Ghiggia intercambió pases con Julio Pérez. Ghiggia continuó corriendo y mandó un disparo mortal para anotar el segundo gol a sólo 11 minutos del final del juego. Lo inconcebible había sucedido. Brasil había perdido el partido y Uruguay se convertía en el campeón.

El día después

La pérdida de la Copa del Mundo tuvo un efecto devastador sobre los brasileños. Hubo docenas de suicidios y muchos espectadores tuvieron ataques de nervios. Río de Janeiro, que era todo samba antes del partido, se convirtió en algo tan silencioso como una iglesia de campo abandonada.

Años más tarde, Varela recordaría: “Había tanta tristeza entre los aficionados que decidí ir a tomar una copa con ellos. Pensé que los brasileños iban a matarme cuando se dieron cuenta de quién era yo. Pero también pensé que si tenía que morir esa noche, ese era mi destino. Afortunadamente, no podía estar más equivocado. Los brasileños me felicitaron y tomamos unas cuantas copas juntos”.

Al día siguiente Varela no permitió que le tomaran fotografías y se negó a participar en las celebraciones diciendo: “Mi corazón está con las personas que sufren.” A su regreso, los uruguayos fueron recibidos por un país en éxtasis. Todo el mundo estaba exultante excepto una persona: Obdulio Varela, el hombre que entristeció a los brasileños.

© LA GACETA / César Chelala

César Chelala - Periodista y médico. Co-ganador del premio Overseas Press Club of America por un artículo de tapa en la revista del New York Times.

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