A vos que ayer con tus lágrimas borraste la pintura naranja con la que te habías pintado para implorar una victoria ajena con el único fin de no recibir otra humillación.

A vos, que cambiaste la nacionalidad según la ocasión, ya que todos te vieron ser bosnio, iraní, nigeriano, suizo y belga.

A vos, que recién ahora mandaste hablar a Pelé para mufarnos y así desear que la Selección no levante la Copa del Mundo.

A vos, que quedaste en la historia por haberte comido siete goles en una semifinal de un torneo ¡que se disputó en tu casa!

A vos, que te aprovechás de la pasión para hacerte millonario en la reventa de entradas.

A vos, que alentaste a un equipo que lloró desde que comenzó el certamen y que contrató a una psicóloga que sin éxito intentó levantarles el ánimo.

A vos, que desde que estuviste en carrera recibiste más de una ayuda de los árbitros para no hacer papelón siendo local.

A vos, que nos dejaste sin el sueño de vencerte en una final histórica.

Por todo eso y mucho más: ¡Brasil decime qué se siente...!

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