Por Federico Diego van Mameren
13 Julio 2014
Y tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe. La Universidad Nacional de Tucumán no funciona. Hay miles de estudiantes que no lo son porque sus casas de estudio se encuentran cerradas.
La rectora navega en aguas procelosas. Su rumbo es errático y con el piloto puesto no alcanza para afrontar tamaña tormenta.
Los docentes han plantado bandera. Con lo que ganan no les alcanza para vivir y no piensan moverse.
Los padres han quebrado su rutina. Los chicos se quedan pegados a las sábanas y la responsabilidad de aprender, de crecer y de progresar duerme la mona con ellos.
Cada una de las partes de este conflicto ve al otro como culpable y ataca con sus discursos y con sus acciones.
Desde lejos se ve un futuro oscuro con jóvenes desatendidos que crecen al amparo de la ignorancia con la gravedad que eso significa para un país y para toda la sociedad.
Los diálogos son cada vez más inútiles y los encuentros sólo sirven para construir un ambiente más en la torre de Babel universitaria.
Más triste aún es que los que miran la película parecen aburrirse con el filme, como si no les importara. Da la sensación de que la Universidad no es un problema de todos, una cuestión pública.
En la mesa las cartas responden a cuestiones salariales. En la mano se baraja una suerte de venganza hacia Alicia Bardón. Revanchas electorales. También está presente una elección gremial antes de fin de año que altera los ánimos. Hay una situación de arrastre que genera mal humor a los padres que todos los años ven la misma película. No hay consensos. Para que exista entendimiento es fundamental que cada parte se ponga en el lugar del otro. Eso hoy -aunque parezca increíble- es imposible.
El último orejón del tarro terminan siendo los chicos y los jóvenes que corren el riesgo de no aprender. El viernes a la noche el Defensor del Pueblo se apiadó de ellos. Hugo Cabral no pudo encontrarle la punta al ovillo. Vio piquetes en los caminos del diálogo y se fue caminando hasta los Tribunales Federales para ver si la Justicia consigue lo que las partes no pudieron.
La conducción de la UNT tiene la esperanza de torcerle el brazo a la tozudez de algunos gremialistas. Ellos, con el liderazgo de Oscar Pavetti (Adiunt) se plantan con la ilusión de quebrar la rigidez de la conducción universitaria. Ninguna de las partes parece parada con la ilusión de conseguir que el conflicto se supere para beneficio de cada uno, pero principalmente de los estudiantes, entre los que también figuran hijos de gremialistas.
Los padres que se prestaron para volcar conocimientos y darles una rutina de estudio y no de desamparo a algunos chicos como los docentes de algunas escuelas medias que se turnan para llegar al mismo objetivo se han convertido en enemigos y se los apunta como opositores a la causa de los docentes. Nada más lejos. Sólo en el inventario de los prejuicios se acercan.
La película tiene escenas tristes como alumnos que empiezan a cambiarse de colegio y saltan a la educación privada. Tampoco faltan escenas de violencia que protagonizaron algunos padres que se habían propuesto transferir algunos conocimientos y a cambio recibieron amenazas gravísimas.
El cántaro empezó a romperse cuando Alicia Bardón se dirigió a los docentes y les pidió que vayan a trabajar respetando el acuerdo salarial que se había hecho a nivel nacional. Las palabras desbordaron la cordura de los dirigentes gremiales, que avisaron que se perderá el año lectivo. Una actitud temeraria e individualista que pone como centro el bolsillo pero que no atiende otras responsabilidades ineludibles del docente como ciudadano y como parte de esta sociedad.
Cuando los policías tucumanos adoptaron actitudes como estas la sociedad les dio la espalda y va a pasar mucho tiempo hasta que recupere alguna simpatía hacia ellos. Los docentes universitarios sólo tienen la antipatía de algunos padres y están a tiempo de recuperar la sonrisa sin perder de vista la justicia de la protesta por un salario mejor y justo.
Este entuerto universitario al que nadie le encuentra salida es la gran derrota por la que atraviesa la sociedad tucumana. Y, al final, el cántaro se rompió.
Más solo que nunca
La segunda derrota la padeció esta semana Amado Boudou. En el Senado tuvieron que aceptar que el vicepresidente es una traba para que el oficialismo pueda avanzar con algunos temas. Vale la pena repetirlo: Boudou se ha convertido en un problema. Hasta ahora era una cuestión de otros, de corporaciones, de medios, de detractores; esta semana el vicepresidente ya es un obstáculo oficialista.
La semana empezó mal y terminó peor. Cristina Fernández de Kirchner mandó a Boudou para que se diera un baño de popularidad y de afecto. Apenas bajó del avión se quedó solo con su sonrisa. Los vivas que tuvo eran aplausos prestados por la organización alperovichista, pero ni sus propios funcionarios lo respaldaron. Y no faltó aquel que hiciera público su rechazo. El ministro Florencio Randazzo le negó el abrazo al vice. La pregunta es: ¿para qué vino? Él sabía que el 9 de Julio se había convertido en un limpiador de imagen para Boudou y no en un homenaje para los hombres que independizaron la patria. Y, así como llegó, se fue. Para peor los hombres de Boudou se convirtieron en noticia nacional por intolerantes y por violentos. Terminaron agrediendo a periodistas tucumanos que sólo intentaban cumplir con su misión informativa. La derrota del vicepresidente también es una caída del gobernador. El 9 de Julio fue nada cuando debió haber sido mucho. Alperovich parecía esos chicos que juegan a la mancha y no un mandatario presidiendo un acto patrio.
Los “sijosesistas” quedaron felices porque los incidentes no los tienen como centro y porque se pasó una fecha que siempre genera tensiones. Pero los conformismos internos no alcanzan para soslayar las frustraciones y enojos externos.
La euforia da 15 días más
Durante la celebración del 9 de Julio uno de los funcionarios nacionales analizaba los beneficios del mundial. Afirmaba que la euforia de la última semana daba algunas ventas. Tendremos como 15 días más de resaca mundialista afirmó.
Son dos tucumanos los que están comprendidos en esa ley. El hombre que Alperovich inventó y Domingo Amaya vienen anunciando desde marzo la importancia de tomar una decisión. Con la picardía de los chicos que corren el arco para que no les hagan goles, ambos políticos vienen estirando la decisión. La última vez utilizaron el mundial como justificativo. Precisamente, hoy finaliza la competencia futbolera, por lo tanto, se inicia la cuenta regresiva para que definan qué quieren hacer.
Amaya sigue sintiéndose fuerte. El otro es el más débil porque no tiene opciones para una fórmula. Ya ha sido vice, sólo puede tratar de ser gobernador. La Constitución que se hizo en 2006 era a imagen y semejanza de Alperovich, no de sus herederos.
Alperovich, aunque quiera, no es aquel que hacía lo que quería. El peronismo que lo adoptó después de haber sido acunado por el radicalismo seguramente no va a tolerar que el año que viene la fórmula sea un binomio integrado por “sijosesistas”. Alperovich no tiene tanto crédito. Ahí es donde se engrandecen las figuras de Amaya y de Osvaldo Jaldo, que tiene prosapia peronista. Uno de ellos va estar en la fórmula que también quieren integrar Beatriz Alperovich y el ambicioso José López.
El golpe final
De la última derrota nadie quiere hacerse cargo. Un concejal de Las Talitas fue atacado ferozmente y le dieron una dura golpiza. El edil Carlos Barros acusó a Nancy Millicay por el daño sufrido. Llegó a decir que quería apoderarse de su banca de concejal, ya que le sigue en la lista.
El Poder Ejecutivo hizo mutis por el foro. Se llamó a silencio y nada opinó sobre el suceso, que tiene una raíz política. La lista es una de esas ingenierías electorales que en los comicios provinciales anteriores armó Edmundo Jiménez. El ministro de Gobierno también miró para otro lado y espera que alguna cuestión personal o policial sea la razón motora de este ataque increíble contra un político que decidió tener actitudes críticas contra el oficialismo desde el Concejo Deliberante de Las Talitas.
Pasó una semana de derrotas que podrían haber sido triunfos si el diálogo y la cordura política hubieran primado sobre las mezquindades particulares.
La rectora navega en aguas procelosas. Su rumbo es errático y con el piloto puesto no alcanza para afrontar tamaña tormenta.
Los docentes han plantado bandera. Con lo que ganan no les alcanza para vivir y no piensan moverse.
Los padres han quebrado su rutina. Los chicos se quedan pegados a las sábanas y la responsabilidad de aprender, de crecer y de progresar duerme la mona con ellos.
Cada una de las partes de este conflicto ve al otro como culpable y ataca con sus discursos y con sus acciones.
Desde lejos se ve un futuro oscuro con jóvenes desatendidos que crecen al amparo de la ignorancia con la gravedad que eso significa para un país y para toda la sociedad.
Los diálogos son cada vez más inútiles y los encuentros sólo sirven para construir un ambiente más en la torre de Babel universitaria.
Más triste aún es que los que miran la película parecen aburrirse con el filme, como si no les importara. Da la sensación de que la Universidad no es un problema de todos, una cuestión pública.
En la mesa las cartas responden a cuestiones salariales. En la mano se baraja una suerte de venganza hacia Alicia Bardón. Revanchas electorales. También está presente una elección gremial antes de fin de año que altera los ánimos. Hay una situación de arrastre que genera mal humor a los padres que todos los años ven la misma película. No hay consensos. Para que exista entendimiento es fundamental que cada parte se ponga en el lugar del otro. Eso hoy -aunque parezca increíble- es imposible.
El último orejón del tarro terminan siendo los chicos y los jóvenes que corren el riesgo de no aprender. El viernes a la noche el Defensor del Pueblo se apiadó de ellos. Hugo Cabral no pudo encontrarle la punta al ovillo. Vio piquetes en los caminos del diálogo y se fue caminando hasta los Tribunales Federales para ver si la Justicia consigue lo que las partes no pudieron.
La conducción de la UNT tiene la esperanza de torcerle el brazo a la tozudez de algunos gremialistas. Ellos, con el liderazgo de Oscar Pavetti (Adiunt) se plantan con la ilusión de quebrar la rigidez de la conducción universitaria. Ninguna de las partes parece parada con la ilusión de conseguir que el conflicto se supere para beneficio de cada uno, pero principalmente de los estudiantes, entre los que también figuran hijos de gremialistas.
Los padres que se prestaron para volcar conocimientos y darles una rutina de estudio y no de desamparo a algunos chicos como los docentes de algunas escuelas medias que se turnan para llegar al mismo objetivo se han convertido en enemigos y se los apunta como opositores a la causa de los docentes. Nada más lejos. Sólo en el inventario de los prejuicios se acercan.
La película tiene escenas tristes como alumnos que empiezan a cambiarse de colegio y saltan a la educación privada. Tampoco faltan escenas de violencia que protagonizaron algunos padres que se habían propuesto transferir algunos conocimientos y a cambio recibieron amenazas gravísimas.
El cántaro empezó a romperse cuando Alicia Bardón se dirigió a los docentes y les pidió que vayan a trabajar respetando el acuerdo salarial que se había hecho a nivel nacional. Las palabras desbordaron la cordura de los dirigentes gremiales, que avisaron que se perderá el año lectivo. Una actitud temeraria e individualista que pone como centro el bolsillo pero que no atiende otras responsabilidades ineludibles del docente como ciudadano y como parte de esta sociedad.
Cuando los policías tucumanos adoptaron actitudes como estas la sociedad les dio la espalda y va a pasar mucho tiempo hasta que recupere alguna simpatía hacia ellos. Los docentes universitarios sólo tienen la antipatía de algunos padres y están a tiempo de recuperar la sonrisa sin perder de vista la justicia de la protesta por un salario mejor y justo.
Este entuerto universitario al que nadie le encuentra salida es la gran derrota por la que atraviesa la sociedad tucumana. Y, al final, el cántaro se rompió.
Más solo que nunca
La segunda derrota la padeció esta semana Amado Boudou. En el Senado tuvieron que aceptar que el vicepresidente es una traba para que el oficialismo pueda avanzar con algunos temas. Vale la pena repetirlo: Boudou se ha convertido en un problema. Hasta ahora era una cuestión de otros, de corporaciones, de medios, de detractores; esta semana el vicepresidente ya es un obstáculo oficialista.
La semana empezó mal y terminó peor. Cristina Fernández de Kirchner mandó a Boudou para que se diera un baño de popularidad y de afecto. Apenas bajó del avión se quedó solo con su sonrisa. Los vivas que tuvo eran aplausos prestados por la organización alperovichista, pero ni sus propios funcionarios lo respaldaron. Y no faltó aquel que hiciera público su rechazo. El ministro Florencio Randazzo le negó el abrazo al vice. La pregunta es: ¿para qué vino? Él sabía que el 9 de Julio se había convertido en un limpiador de imagen para Boudou y no en un homenaje para los hombres que independizaron la patria. Y, así como llegó, se fue. Para peor los hombres de Boudou se convirtieron en noticia nacional por intolerantes y por violentos. Terminaron agrediendo a periodistas tucumanos que sólo intentaban cumplir con su misión informativa. La derrota del vicepresidente también es una caída del gobernador. El 9 de Julio fue nada cuando debió haber sido mucho. Alperovich parecía esos chicos que juegan a la mancha y no un mandatario presidiendo un acto patrio.
Los “sijosesistas” quedaron felices porque los incidentes no los tienen como centro y porque se pasó una fecha que siempre genera tensiones. Pero los conformismos internos no alcanzan para soslayar las frustraciones y enojos externos.
La euforia da 15 días más
Durante la celebración del 9 de Julio uno de los funcionarios nacionales analizaba los beneficios del mundial. Afirmaba que la euforia de la última semana daba algunas ventas. Tendremos como 15 días más de resaca mundialista afirmó.
Son dos tucumanos los que están comprendidos en esa ley. El hombre que Alperovich inventó y Domingo Amaya vienen anunciando desde marzo la importancia de tomar una decisión. Con la picardía de los chicos que corren el arco para que no les hagan goles, ambos políticos vienen estirando la decisión. La última vez utilizaron el mundial como justificativo. Precisamente, hoy finaliza la competencia futbolera, por lo tanto, se inicia la cuenta regresiva para que definan qué quieren hacer.
Amaya sigue sintiéndose fuerte. El otro es el más débil porque no tiene opciones para una fórmula. Ya ha sido vice, sólo puede tratar de ser gobernador. La Constitución que se hizo en 2006 era a imagen y semejanza de Alperovich, no de sus herederos.
Alperovich, aunque quiera, no es aquel que hacía lo que quería. El peronismo que lo adoptó después de haber sido acunado por el radicalismo seguramente no va a tolerar que el año que viene la fórmula sea un binomio integrado por “sijosesistas”. Alperovich no tiene tanto crédito. Ahí es donde se engrandecen las figuras de Amaya y de Osvaldo Jaldo, que tiene prosapia peronista. Uno de ellos va estar en la fórmula que también quieren integrar Beatriz Alperovich y el ambicioso José López.
El golpe final
De la última derrota nadie quiere hacerse cargo. Un concejal de Las Talitas fue atacado ferozmente y le dieron una dura golpiza. El edil Carlos Barros acusó a Nancy Millicay por el daño sufrido. Llegó a decir que quería apoderarse de su banca de concejal, ya que le sigue en la lista.
El Poder Ejecutivo hizo mutis por el foro. Se llamó a silencio y nada opinó sobre el suceso, que tiene una raíz política. La lista es una de esas ingenierías electorales que en los comicios provinciales anteriores armó Edmundo Jiménez. El ministro de Gobierno también miró para otro lado y espera que alguna cuestión personal o policial sea la razón motora de este ataque increíble contra un político que decidió tener actitudes críticas contra el oficialismo desde el Concejo Deliberante de Las Talitas.
Pasó una semana de derrotas que podrían haber sido triunfos si el diálogo y la cordura política hubieran primado sobre las mezquindades particulares.