¿El huevo o la gallina? Hay dos debates básicos que jamás se tienen en cuenta con respecto a la seguridad. 1) ¿Se debe priorizar el combate al delito con los elementos con que se cuenta o se debe modificar la forma de trabajo de la Policía para volverla eficiente para la sociedad? 2) ¿La violencia es un problema de seguridad o es un asunto más amplio que compete a la sociedad? Los debates se mantienen intactos desde hace décadas, mientras, a fuerza de episodios salvajes, crece la sensación de que la sociedad es más insegura y más violenta.

La percepción se alimenta independientemente de las informaciones oficiales. Hace 40 días se anunció un plan integral de seguridad que, hasta ahora, ha comprendido la incorporación de 53 agentes para patrullar las calles; la entrega de 10 vehículos; la apertura del local de la comisaría 1ª y los anticipos de que dentro de 10 meses se remodelarán otras dos seccionales; que habrá 300 agentes más en las calles antes de fin de año y que se incorporarán más cámaras de vigilancia. Además, el ministro de Seguridad, Jorge Gassenbauer, dijo que se está capacitando al personal y que se está haciendo una cuidadosa selección para el ingreso: sobre 5.000 aspirantes, aprobaron a sólo 130.

¿Y qué se ve tras estos anuncios? Los hechos de inseguridad se suceden sin pausa: tanto se asalta a los pagadores de la citrícola Trápani en Los Nogales como a dos adolescentes en una parada del ómnibus en la avenida Aconquija de Yerba Buena. O a la médica Adriana Bueno en Concepción, que se arriesgó a ser baleada por los motoarrebatadores. O bien los comerciantes de la calle Mendoza al 400 reclaman que los ladrones operan libremente en sus escaparates, y uno de en Muñecas al 200 denuncia que entraron por quinta vez a su local. Como el farmacéutico que tiene su negocio a dos cuadras de la jefatura de Policía.

También se suceden episodios de extrema violencia, como el salvaje ataque al dramaturgo Guillermo Montilla en Córdoba al 200, al que le quebraron la mandíbula, o el homicidio de Vanina Bellier en Banda del Río Salí (por el que quedaron detenidos el novio y familiares de la joven), o las constantes denuncias y frecuentes muertes por violencia de género. Y además se suman episodios que presumiblemente se deben a violencia policial, como el asesinato del adolescente Adrián Astorga, quien recibió un balazo en la nuca cerca del barrio San Martín el domingo a la noche. Cuatro policías están detenidos por esta tragedia.

Es decir: ¿más agentes, más cámaras y más vehículos, garantizan que se llegará a una sociedad más segura? La tendencia del Gobierno a mantener la misma política de seguridad, incluso reconociendo que estamos mal, implica que no creen que se pueda cambiar el panorama, entre otras cosas porque la situación es similar en todo el país. Por eso cuando el gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, anunció su plan de 20 medidas de seguridad, los funcionarios de Tucumán dijeron que en nuestro medio ya se estaban implementando al menos la mitad de las medidas de Scioli. Y las cosas siguieron de la misma manera, con esporádicas reacciones viscerales ante episodios inquietantes. Cuando se inauguró la comisaría 1ª, al día siguiente del homicidio de Vanina Bellier, el gobernador José Alperovich dijo: “no podemos hacer la vista gorda y tenemos que seguir trabajando para preservar la vida de los ciudadanos”. Luego, cuando se detuvo al novio y a los familiares de la víctima, el asunto quedó desvanecido, como si se tratara de violencia familiar y no de inseguridad.

Ergo, la idea que impera es que ese tipo de violencia no forma parte de la inseguridad en la sociedad, y que por lo tanto las causas de esa violencia no se tratan. Pero, a fin de cuentas, tampoco se estudian, en los hechos, las causas de la inseguridad. Porque nunca se hacen los dos debates básicos. Por eso se recurre a las mismas recetas, como si eso no fuera hacer la vista gorda.

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