Por Marcelo Batiz
24 Agosto 2014
BUENOS AIRES.- Los tiempos de vacas flacas son los más adecuados para evaluar el comportamiento de los gobiernos que suelen presentarse como progresistas. Con viento a favor y recursos para distribuir, los problemas no existen. Tal fue el escenario de la primera parte del kirchnerismo, heredero de una brutal devaluación y beneficiario directo de la incorporación de China al mercado mundial y una inédita estabilidad de la moneda brasileña. En ese contexto propicio para acumular un importante superávit fiscal e incrementar las reservas del Banco Central, se pudo llevar adelante la reestructuración de la deuda en default y, además, satisfacer en el plano interno a todas las cámaras empresarias y sindicatos, con crecimiento del PBI, baja del desempleo, incremento de los “superávits gemelos”, además de atender los reclamos a las provincias.
“Con guita cualquiera es vivo”, cantaba Julio Sosa en “Pa’ que sepan cómo soy”, de Norberto Aroldi. En este problemático 2014 cabe, entonces, formularse la pregunta en el sentido inverso a la letra del tango: ¿cómo son las autoridades cuando la escasez de recursos se hace indisimulable? El mismo gobierno que hace menos de dos años aseguraba en boca de su ministro Hernán Lorenzino que “no hay nada que negociar” con los fondos buitres, a los que no se les iba a pagar “un dólar”, hoy, con fallos desfavorables en dos instancias y la negativa de la Corte estadounidense a tratar el caso, cambió su discurso: ahora son los buitres los que se niegan a entablar una negociación. “Jamás vamos a pagarles a los fondos buitres. El que cree otra cosa, no ha entendido nada. Buscamos convencer a los jueces, no a los buitres”, decía Lorenzino antes de desactivar, entre otras cosas, su cuenta de Twitter.
Son las contradicciones de un gobierno que especuló con que un guiño de Barack Obama podría cambiar su suerte y ahora lo culpa por no haber presionado al Poder Judicial de su país. O de decir en una misma frase que siempre tuvo voluntad de diálogo y que Axel Kicillof fue el primer ministro en una década en hablar con los representantes de los fondos buitres.
El contexto que subyace es el de una economía en recesión combinada con inflación y déficit fiscal crecientes. Aroldi diría que sin plata se acabó la viveza: los salarios vienen perdiendo su carrera con la inflación y la desactualización premeditada del impuesto a las Ganancias arrebata a los trabajadores gran parte de esos aumentos nominales, lo que hace más abultada la brecha con los precios.
Con guita cualquiera es vivo; sin ella, se despotrica desde el atril mañanero contra todo reclamo sindical. Un recurso que no tiene en cuenta que en el último año se destruyeron en el país puestos de trabajo equivalentes a 1.300 dotaciones de la imprenta Donneley. Y si de esa manera el Gobierno corre el riesgo de perder el apoyo hasta del sindicalismo oficialista, el envío al Parlamento de un proyecto que modifica la ley de Abastecimiento no hizo más que unir a todo el gremialismo empresario. A poco más de seis años de la resolución 125, en la que no tuvieron el apoyo de ninguna de las grandes cámaras empresarias, los ruralistas repiten con cadencia borgeana que es el espanto y no el amor lo que los unen. La imposibilidad de acceder al mercado de capitales, la caída de reservas y de la inversión extranjera directa dejaron al comercio exterior como única fuente de ingreso de divisas, pero una década de error tras error en materia energética redujo el superávit comercial a menos de la mitad del registrado hace apenas dos años. Para colmo, tampoco hay lugar para que los vivos hagan alarde de su condición con un precio de la soja en declive.
Por el contrario, las vacas flacas pusieron de manifiesto lo relativo de las declamaciones por la Patria Grande. Pero las estrecheces económicas no afectan solamente a la Patria Grande en la faz comercial. Las declaraciones del secretario de Seguridad, Sergio Berni, acerca de deportar extranjeros que hayan cometido delitos, remite a los momentos más tenebrosos de la historia de la humanidad, con la xenofobia disparándose en épocas de crisis. Nadie en el oficialismo salió a rechazar las expresiones del funcionario.
No sólo desafíos económicos plantean los malos tiempos. Ante la adversidad es cuando se pone a prueba el temple de los verdaderos demócratas. Ya lo dijo Aroldi: “la cuestión es ser un seco y que te llamen señor”. Algunos no parecen pasar la prueba.
“Con guita cualquiera es vivo”, cantaba Julio Sosa en “Pa’ que sepan cómo soy”, de Norberto Aroldi. En este problemático 2014 cabe, entonces, formularse la pregunta en el sentido inverso a la letra del tango: ¿cómo son las autoridades cuando la escasez de recursos se hace indisimulable? El mismo gobierno que hace menos de dos años aseguraba en boca de su ministro Hernán Lorenzino que “no hay nada que negociar” con los fondos buitres, a los que no se les iba a pagar “un dólar”, hoy, con fallos desfavorables en dos instancias y la negativa de la Corte estadounidense a tratar el caso, cambió su discurso: ahora son los buitres los que se niegan a entablar una negociación. “Jamás vamos a pagarles a los fondos buitres. El que cree otra cosa, no ha entendido nada. Buscamos convencer a los jueces, no a los buitres”, decía Lorenzino antes de desactivar, entre otras cosas, su cuenta de Twitter.
Son las contradicciones de un gobierno que especuló con que un guiño de Barack Obama podría cambiar su suerte y ahora lo culpa por no haber presionado al Poder Judicial de su país. O de decir en una misma frase que siempre tuvo voluntad de diálogo y que Axel Kicillof fue el primer ministro en una década en hablar con los representantes de los fondos buitres.
El contexto que subyace es el de una economía en recesión combinada con inflación y déficit fiscal crecientes. Aroldi diría que sin plata se acabó la viveza: los salarios vienen perdiendo su carrera con la inflación y la desactualización premeditada del impuesto a las Ganancias arrebata a los trabajadores gran parte de esos aumentos nominales, lo que hace más abultada la brecha con los precios.
Con guita cualquiera es vivo; sin ella, se despotrica desde el atril mañanero contra todo reclamo sindical. Un recurso que no tiene en cuenta que en el último año se destruyeron en el país puestos de trabajo equivalentes a 1.300 dotaciones de la imprenta Donneley. Y si de esa manera el Gobierno corre el riesgo de perder el apoyo hasta del sindicalismo oficialista, el envío al Parlamento de un proyecto que modifica la ley de Abastecimiento no hizo más que unir a todo el gremialismo empresario. A poco más de seis años de la resolución 125, en la que no tuvieron el apoyo de ninguna de las grandes cámaras empresarias, los ruralistas repiten con cadencia borgeana que es el espanto y no el amor lo que los unen. La imposibilidad de acceder al mercado de capitales, la caída de reservas y de la inversión extranjera directa dejaron al comercio exterior como única fuente de ingreso de divisas, pero una década de error tras error en materia energética redujo el superávit comercial a menos de la mitad del registrado hace apenas dos años. Para colmo, tampoco hay lugar para que los vivos hagan alarde de su condición con un precio de la soja en declive.
Por el contrario, las vacas flacas pusieron de manifiesto lo relativo de las declamaciones por la Patria Grande. Pero las estrecheces económicas no afectan solamente a la Patria Grande en la faz comercial. Las declaraciones del secretario de Seguridad, Sergio Berni, acerca de deportar extranjeros que hayan cometido delitos, remite a los momentos más tenebrosos de la historia de la humanidad, con la xenofobia disparándose en épocas de crisis. Nadie en el oficialismo salió a rechazar las expresiones del funcionario.
No sólo desafíos económicos plantean los malos tiempos. Ante la adversidad es cuando se pone a prueba el temple de los verdaderos demócratas. Ya lo dijo Aroldi: “la cuestión es ser un seco y que te llamen señor”. Algunos no parecen pasar la prueba.