24 Agosto 2014
Los abusos, el alcohol y los excesos de todo tipo no suceden en Bariloche solo por tratarse de Bariloche. “Lo que pasa allá pasa aquí también”, dice sin vueltas Silvia Bono, psicopedagoga, tratando de sacudirle el estigma al viaje de egresados. Los padres podrán agarrase la cabeza o rogar que Bariloche desaparezca de la oferta estudiantil, pero esto no garantiza que la cosa vaya a cambiar.
“Yo les preguntaría a los padres: ¿usted sabe quién es su hijo? El problema radica en que hoy los padres tienen noción de quién es, con quién sale y a dónde va su hijo. Pero tener noción no es lo mismo que tener conocimiento”, añade. “Repiten: ‘creo que va a salir porque la vi pasándose la planchita’. Pero ¿saben dónde se va y cómo es ese lugar? Muchas veces, no”.
El planteo puede resultar incómodo, molesto, pero no deja de ser real. Bono lo observa a diario en su trabajo y en la relación estrecha que tiene con autoridades de colegios, padres y chicos. “El punto de este problema es que hay un corrimiento de roles”, reflexiona.
Muchas escuelas y colegios han decidido dejar de participar de la organización del viaje. Los chicos adolescentes eligen para que los acompañen a padres que sean piolas, permisivos, de esos que se prenden en los afters cuando están aquí en Tucumán. “Es el padre que quiere pasarla bomba, entonces, se pone a la misma altura del adolescente lo cual es un gravísimo error. ¿Por qué no eligen padres que pongan límites?”, se pregunta. En este cúmulo de ausencias también aparece desdibujada la figura del coordinador -analiza la especialista-, quien termina siendo el que facilita la llegada de alcohol y el que cierra los ojos para no ver que los chicos deambulan por los pasillos y van de habitación en habitación. En definitiva, nadie cumple el rol que le corresponde.
La pregunta, ahora, sería: ¿Cuál es ese rol? “Hay conceptos que hoy deberíamos redefinir y uno de ellos es el de los límites. Porque al final terminamos analizando las consecuencias que ocasiona el no límite”. Los adultos, el establecimiento escolar, la agencia de turismo, los coordinadores... pareciera que nadie se hace responsable de lo que sucede.
Bono aclara: “si aislamos el hecho en sí, no difiere en nada de lo que también pasa aquí. No se trata de la zona geográfica”. Y el hecho puntual es que un grupo de adolescentes varones llamó a la puerta de una habitación y esta puerta se abrió. “Por lo que ha trascendido en los medios se sabe que no se forzó la cerradura, sino que alguien accedió al pedido. Por supuesto que si después eso se les ha ido de las manos es otra cosa que hay que analizar en profundidad”.
“Yo les preguntaría a los padres: ¿usted sabe quién es su hijo? El problema radica en que hoy los padres tienen noción de quién es, con quién sale y a dónde va su hijo. Pero tener noción no es lo mismo que tener conocimiento”, añade. “Repiten: ‘creo que va a salir porque la vi pasándose la planchita’. Pero ¿saben dónde se va y cómo es ese lugar? Muchas veces, no”.
El planteo puede resultar incómodo, molesto, pero no deja de ser real. Bono lo observa a diario en su trabajo y en la relación estrecha que tiene con autoridades de colegios, padres y chicos. “El punto de este problema es que hay un corrimiento de roles”, reflexiona.
Muchas escuelas y colegios han decidido dejar de participar de la organización del viaje. Los chicos adolescentes eligen para que los acompañen a padres que sean piolas, permisivos, de esos que se prenden en los afters cuando están aquí en Tucumán. “Es el padre que quiere pasarla bomba, entonces, se pone a la misma altura del adolescente lo cual es un gravísimo error. ¿Por qué no eligen padres que pongan límites?”, se pregunta. En este cúmulo de ausencias también aparece desdibujada la figura del coordinador -analiza la especialista-, quien termina siendo el que facilita la llegada de alcohol y el que cierra los ojos para no ver que los chicos deambulan por los pasillos y van de habitación en habitación. En definitiva, nadie cumple el rol que le corresponde.
La pregunta, ahora, sería: ¿Cuál es ese rol? “Hay conceptos que hoy deberíamos redefinir y uno de ellos es el de los límites. Porque al final terminamos analizando las consecuencias que ocasiona el no límite”. Los adultos, el establecimiento escolar, la agencia de turismo, los coordinadores... pareciera que nadie se hace responsable de lo que sucede.
Bono aclara: “si aislamos el hecho en sí, no difiere en nada de lo que también pasa aquí. No se trata de la zona geográfica”. Y el hecho puntual es que un grupo de adolescentes varones llamó a la puerta de una habitación y esta puerta se abrió. “Por lo que ha trascendido en los medios se sabe que no se forzó la cerradura, sino que alguien accedió al pedido. Por supuesto que si después eso se les ha ido de las manos es otra cosa que hay que analizar en profundidad”.
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San Carlos de Bariloche