El poder se construye con ladrillos cocinados en traición

Un paradigma destructor hoy se ha vuelto imprescindible. Alperovich se demora en definir sucesor. López seduce intendentes; Jaldo trata de retenerlos y Manzur se desdibuja. Los chapuzones del radical Cano

El poder se construye con ladrillos cocinados en traición
En 2003, cuando el país venía del descontrol del principio de siglo, un importante sector del peronismo liderado por Eduardo Duhalde decidió y eligió a Néstor Kirchner como el mejor candidato para tomar el poder. Debilitado, el elegido (había ganado Carlos Menem por dos puntos, pero a sabiendas de la derrota en el balotaje se bajó de la contienda) empezó a gobernar y a construir poder. El primer blanco fue el propio Duhalde, quien pasó de tener puestos honoríficos a ser vilipendiado públicamente.

Por la misma época, Julio Miranda decidió que su dedo señalara a José Alperovich. A las pocas semanas, el gobernador de Tucumán hablaba de su padrino político como el gran culpable de la desnutrición y no dejó de señalar a su antecesor como el gestor de una política a la que había que olvidar. En realidad, Alperovich era el que se olvidaba de que había sido integrante del gabinete de Miranda.

Esta semana Alicia Bardón hizo tal vez su primera acción política fuerte. Decidió sacar de Yacimientos Mineros Aguas de Dionisio (YMAD) a Juan Cerisola. El ex rector había sido su compañero de fórmula durante cuatro años en el rectorado de la UNT y, al mismo tiempo, la había señalado a ella como su sucesora y, por lo tanto, contribuyó a su desembarco en la poltrona más alta de la Universidad.

En todos los casos, esas conductas se leen en los ámbitos más politizados como traición, lisa y llana. En todos los casos también, las víctimas suelen llamarse a silencio –Duhalde dejó pasar por lo menos tres años antes de volver a hablar- y aceptar esas reglas de juego. Las malas lenguas dicen que Miranda no se quejó a cambio de ser recompensado por Alperovich, de una u otra manera, y sin que nada se supiera. Ahora se empezó a hablar en los corrillos universitarios de que Cerisola podría terminar siendo asesor en YMAD.

Cada frase defenestrando a Duhalde implicaba crecimiento político de Kirchner. Destruir al ex presidente pagaba doble en los afectos políticos. Alperovich cosechaba más abrazos cuanto mayor era la agresividad con la que trataba a Miranda. Esta semana, la alicaída figura de Bardón -que se pasó los primeros meses de gobierno sin gobernar a raíz del conflicto docente- se convirtió en una imagen vigorosa y valiente. Su decisión fue aplaudida por propios y por extraños.

Una de las cosas que más les cuesta a los hombres públicos es decir exactamente lo que piensan. La primera traición es a sí mismos. Luego, se convierten en mentiras públicas. En el ámbito que cohabita el político, estas mentiras suelen convertirse en moneda corriente que no preocupa a sus coetáneos o en “sacadas de contexto” de la prensa. En la política de hoy, cumplir con las promesas o decir lo que se va a hacer implica cavarse la propia fosa. En síntesis, parece que inexorablemente la traición y la mentira caminan de la mano del hombre público y, cuanto más poder tiene –o quiere-, se sueltan de la mano y se abrazan.

Algo parecido ocurre con la corrupción.

La ley del bumerán
Este paradigma que domina la vida política en los últimos años seguramente es el que más le preocupa al gobernador Alperovich. Tiene que elegir a un sucesor que, si mantiene la lógica preestablecida, lo va a traicionar para construir el poder que vendrá. Tal vez sea una de las razones por las cuales no termina de decir si el candidato a gobernador por el oficialismo será “El hombre que él inventó”, José López, Osvaldo Jaldo o la primera dama y senadora, Beatriz Rojkés.

Juan Manzur volvió a visitar la provincia. Los “sijosesistas” cuentan que se reunió con el primer mandatario, quien le advirtió que debe abandonar el Ministerio de Salud de la Nación porque no puede seguir siendo un candidato fantasma. “Todos preguntan cuándo vas a largar”, afirman que llegó a decirle su creador. Cuando la prensa le consultó a Manzur por esta actitud que deja mal parado a más de uno de sus acólitos, el ministro nacional sólo dijo: “no sé por qué me preguntan esto” y siguió hablando de sus tareas nacionales. Estos gestos no hacen otra cosa que desalentar esta postulación. “Si Manzur se cae, vamos a ver qué hacemos; pero a Jaldo no lo vamos a apoyar”, reflexionó un legislador que en enero hubiera dado los gastos sociales –bueno, un 10% de ellos- por el proyecto “Manzur gobernador”.

Almorzando con...
José López sonríe más que Manzur. El secretario de Obras Públicas de la Nación viene tan poco como el ministro de Salud, pero recibe más visitas que Mirtha Legrand en Buenos Aires. Almuerza con cuanto intendente puede. Y los mandatarios municipales regresan del puerto entusiasmados. Por ahora –de nuevo la incapacidad de gritar sus verdades-, muchos callan por miedo a que Jaldo o Alperovich los castiguen; sin embargo, ven a López como un candidato posible o como un seguro número dos de Beatriz Rojkés. En esa lista aparecería el intendente de Alderetes, Julio Silman. Otro que habría empezado a mirar con cariño a López es un coterráneo de López. El concepcionense Osvaldo Morelli anda errante en el alperovichismo desde que el jefe decidió apoyar la candidatura de Iván Llorens y no la del hijo de Morelli.

Pintor y pescador
Jaldo camina como chico con juguete nuevo. Ya ha anotado en un cuaderno rojo a aquellos entusiastas del lopecismo. En cuanta pared encuentra sigue pintando “Alperovich-Betty-Jaldo” (Interior en el caso que le haya dado un ataque de humildad). El ministro del Interior -que alguna vez juró por “José Alperovich, el mejor gobernador de la historia” cuando asumió como diputado y a los pocos meses renunció- anda con la caña de pescar en la mano. Dos de sus anzuelos los tiró en Banda del Río Salí y en Yerba Buena con la intención de atrapar a Zacarías Khoder y a Daniel Toledo, quienes a principios de año veían a Manzur como el gran estadista y que ahora no saben qué hacer con el fantasma.

El más complicado de los “sijosesistas” es el senador Sergio Mansilla. De tanto dar vuelta con la música alperovichista se quedó sin sillas. Para 2015 no le queda otra opción que postularse como candidato a legislador por la sección Oeste o volver a la intendencia de Aguilares, ciudad donde la pintada “Alperovich-Betty-Jaldo” no apareció aún. Por eso, más de un puntilloso dice que Mansilla ve con buenos ojos la movida de López y que algo parecido podría ocurrir con el presidente subrogante de la Legislatura, Regino Amado.

El resto de los dirigentes, mal que les pese, espera que se dirima la entente, no vaya a ser que después los terminen poniendo en el lote de los traidores por haberse equivocado en la elección. Y, otra vez, el maldito paradigma…

Rico McPato
El radical José Cano se parece a aquel viejo personaje de Disney, Rico McPato. Este solía zambullirse en dinero y el diputado de la UCR lo hace en encuestas. Todas lo favorecen. Sin embargo, él no es profeta en tierra radical, por eso nunca para la maquinaria de seducción y armado con otros referentes y con técnicos que si bien no se ponen boinas blancas ni recitan frases de Alem o Irigoyen, confían o apuestan al proyecto Cano Gobernador. Una de las definiciones de los últimos días es que se fijó la fecha en la que el Gobierno nacional hará las Primarias Abiertas Simultáneas Obligatorias (PASO). En esa oportunidad se elegirán los candidatos a Presidente y a diputados y senadores nacionales. ¿Qué va a hacer Cano, que dos semanas después se someterá ante el pueblo tucumano que –según las encuestas- lo tiene como favorito?

En lo particular, para Cano la cercanía de las PASO puede ser su gran arma. Podría ser candidato a senador –tema que lo convence cada vez más- y si sale, tendrá un impulso envidiable para su postulación a gobernador que ocurrirá 15 días después.

No obstante, no puede dejar de evaluar en un análisis más colectivo que, si traza una alianza con el massismo o con el Pro en Tucumán, el resultado de las PASO podría incidir directamente en su postulación a gobernador. Si los números nacionales de sus socios no son buenos se convertirían en una mochila de plomo. Cano deberá ajustar su estrategia al milímetro para no dar un mal paso.

En las encuestas de opositores y oficialistas -pocos las muestran por ese mal endémico de que lo público se debe esconder como si fuera privado- hay una variable que no puede dejarse de lado. Los encuestados que representan a la sociedad advierten la necesidad de caras nuevas y de cambios. Las cifras, en algunos casos, superan el 70%. Eso comprende a todos los políticos actuales y obviamente, también al radical de las encuestas. Pero lo más preocupante es que la sociedad también les debe estar señalando que aquel paradigma con el cual han aprendido a construir poder podría tener un final. Tal vez de esa manera los políticos podrían recuperar un poco de paz y poder decir lo que piensan aunque les cueste caro.

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