Por Marcelo Androetto
08 Septiembre 2014
EL REY DEL MEDIOCAMPO. El tucumano Matías Kranevitter fue nuevamente figura en el líder del torneo de Transición.
“No te quedes con la duda sobre tu identidad”, decía la bandera con la que posó River antes del partido, como corolario del homenaje al nieto recuperado Ignacio Guido Montoya Carlotto. Y casi dos horas más tarde, River cerró otra gran actuación con un 2-0 sobre Tigre, -con un doblete de Rodrigo Mora- certificando que aún sin Teo Gutiérrez, el “millo” del “Muñeco” tiene una identidad grabada a fuego en su juego.
Porque más allá de esa media hora inicial en la que sus jugadores no hicieron pie, River le mostró a Tigre sus garras desde el principio: con presión bien arriba, circulación rápida de pelota y una voracidad ofensiva a toda prueba. Una vez más, como eje de la maquinaria, hubo un tucumano: Matías Kranevitter brilló tanto como la luna que iluminó el Monumental.
Javier García ahogó tres gritos, dos a Mora y otro -con una atajada extraordinaria- al pibe Boyé.
Pero en una noche en la que Carlos Sánchez sintió el trajín, hubo otro uruguayo intratable. Mora, con una volea de zurda, tras un centro de Vangioni y un pase de pecho de su compatriota, rompió el cero a los 35. Y ahí nomás, en la vuelta del vestuario, Mora desairó a García luego de una asistencia desde la izquierda made in Ariel Rojas. 2-0 y asunto liquidado a los 47. Más aún porque este Tigre con tres técnicos y una cabeza dividida -Alegre que se fue, Castro como bombero, Alfaro que asume hoy- nunca mostró rebeldía para cambiar la historia. Sólo algunos aprestos cuando River, ya sin el “león” Kranevitter (lesionado) y con el pie levantado del acelerador, iba como antes pero volvía con menos protección. Igual estuvo más cerca River del cuarto -aunque nunca llegó el tercero-, que el impotente Tigre que se dedicó a pegar al final (Galmarini se fue expulsado) de descontar. Y el Monumental deliró otra vez, por un equipo que no pierde -ni en casa ni fuera- desde el 6 de abril pasado. Cinco meses: con Ramón y con el “Muñeco”. Campeón con uno, puntero en soledad con el otro, el que le devolvió la identidad que hacía años había perdido.
Porque más allá de esa media hora inicial en la que sus jugadores no hicieron pie, River le mostró a Tigre sus garras desde el principio: con presión bien arriba, circulación rápida de pelota y una voracidad ofensiva a toda prueba. Una vez más, como eje de la maquinaria, hubo un tucumano: Matías Kranevitter brilló tanto como la luna que iluminó el Monumental.
Javier García ahogó tres gritos, dos a Mora y otro -con una atajada extraordinaria- al pibe Boyé.
Pero en una noche en la que Carlos Sánchez sintió el trajín, hubo otro uruguayo intratable. Mora, con una volea de zurda, tras un centro de Vangioni y un pase de pecho de su compatriota, rompió el cero a los 35. Y ahí nomás, en la vuelta del vestuario, Mora desairó a García luego de una asistencia desde la izquierda made in Ariel Rojas. 2-0 y asunto liquidado a los 47. Más aún porque este Tigre con tres técnicos y una cabeza dividida -Alegre que se fue, Castro como bombero, Alfaro que asume hoy- nunca mostró rebeldía para cambiar la historia. Sólo algunos aprestos cuando River, ya sin el “león” Kranevitter (lesionado) y con el pie levantado del acelerador, iba como antes pero volvía con menos protección. Igual estuvo más cerca River del cuarto -aunque nunca llegó el tercero-, que el impotente Tigre que se dedicó a pegar al final (Galmarini se fue expulsado) de descontar. Y el Monumental deliró otra vez, por un equipo que no pierde -ni en casa ni fuera- desde el 6 de abril pasado. Cinco meses: con Ramón y con el “Muñeco”. Campeón con uno, puntero en soledad con el otro, el que le devolvió la identidad que hacía años había perdido.