Por LA GACETA
25 Septiembre 2014
Es probablemente la institución de más bajo perfil entre las que integran la Universidad Nacional de Tucumán, pese a que su prestigio ha trascendido desde hace muchos años las fronteras interprovinciales y nacionales. Tanto así es que el 70% de sus alumnos proviene de otras provincias y del exterior (Bolivia, Colombia, Chile, Canadá). La Escuela de Luthería, que funciona actualmente en el local de Buenos Aires al 700, sede durante muchos años de la Escuela de Bellas Artes, pocas veces recibió la atención que se merecía de las diversas administraciones universitarias.
Fue fundada en tiempos del rector Horacio Descole, a propuesta del maestro florentino Alfredo del Lungo (1909-1993), quien había llegado en agosto de 1949 a Tucumán, convocado por Carlos Félix Cillario, director fundacional de la Sinfónica, para ser el luthier de la orquesta. En su ciudad natal había sido oficial de la Orchestra Stabili di Teatro Comunale Fiorentino. En 1950, la UNT aceptó su proyecto de crear la Escuela de Luthería y esta comenzó a funcionar en 1951. “Cuando fui conservador del Museo de Florencia, les pedía a las autoridades que los hicieran tocar a los Stradivari y Amati porque, si no, se echaban a perder. Por eso, los instrumentos que tocan los solistas son muy buenos y están bien educados. Porque el instrumento es como el hombre, hay que educarlo”, le dijo alguna vez a LA GACETA. En 1968, los desbordes del río Arno poblaron de barro y agua la ciudad del Dante Alighieri. Del Lungo fue elegido para restaurar la colección de instrumentos musicales de los Medici, entre los que se encontraba la viola tenor “Medicea” de Antonio Stradivari, construida en 1690. Al año siguiente, el gobierno de su país lo designó Caballero de la Orden de la República de Italia.
La entidad está cumpliendo un nuevo aniversario de su puesta en marcha y lo celebrará con un concurso internacional en construcción de guitarra clásica y violín, la II Trienal de Luthería y el Séptimo Encuentro del Noroeste, a partir del viernes en el Museo de la UNT.
La institución, que depende de la Facultad de Artes, sigue padeciendo problemas de espacio, así como de falta de herramientas. Cuenta con alrededor de 200 alumnos y necesita ampliar el plantel docente, teniendo en cuenta que hay egresados que están en condiciones de enseñar. De ese modo no habría cupo. El objetivo de su director actual es una reforma curricular, elevar el nivel académico y modificar las orientaciones, con tres títulos habilitantes para sus egresados.
En los últimos años se han creado varias orquestas barriales en Tucumán, lo que implica que el empleo de una gran cantidad de instrumentos, que algún momento se rompen y deben repararse. Tal vez, la escuela podría dictar en su ámbito un taller permanente que estuviese a cargo de sus alumnos más avanzados para capacitar a los interesados de estos conjuntos. Podría invitar a los luthiers de la Orquesta de Instrumentos Reciclados Cateura, de Paraguay, para que en el marco de la institución, enseñaran cómo construyen instrumentos informales a partir de la basura. Este conocimiento no sólo podría enriquecer a los docentes y estudiantes, sino el futuro crear una nueva orientación.
Las autoridades universitarias actuales tienen una hermosa oportunidad para saldar las viejas ingratitudes y brindarle el lugar que merecidamente le corresponde a la Escuela de Luthería.
Fue fundada en tiempos del rector Horacio Descole, a propuesta del maestro florentino Alfredo del Lungo (1909-1993), quien había llegado en agosto de 1949 a Tucumán, convocado por Carlos Félix Cillario, director fundacional de la Sinfónica, para ser el luthier de la orquesta. En su ciudad natal había sido oficial de la Orchestra Stabili di Teatro Comunale Fiorentino. En 1950, la UNT aceptó su proyecto de crear la Escuela de Luthería y esta comenzó a funcionar en 1951. “Cuando fui conservador del Museo de Florencia, les pedía a las autoridades que los hicieran tocar a los Stradivari y Amati porque, si no, se echaban a perder. Por eso, los instrumentos que tocan los solistas son muy buenos y están bien educados. Porque el instrumento es como el hombre, hay que educarlo”, le dijo alguna vez a LA GACETA. En 1968, los desbordes del río Arno poblaron de barro y agua la ciudad del Dante Alighieri. Del Lungo fue elegido para restaurar la colección de instrumentos musicales de los Medici, entre los que se encontraba la viola tenor “Medicea” de Antonio Stradivari, construida en 1690. Al año siguiente, el gobierno de su país lo designó Caballero de la Orden de la República de Italia.
La entidad está cumpliendo un nuevo aniversario de su puesta en marcha y lo celebrará con un concurso internacional en construcción de guitarra clásica y violín, la II Trienal de Luthería y el Séptimo Encuentro del Noroeste, a partir del viernes en el Museo de la UNT.
La institución, que depende de la Facultad de Artes, sigue padeciendo problemas de espacio, así como de falta de herramientas. Cuenta con alrededor de 200 alumnos y necesita ampliar el plantel docente, teniendo en cuenta que hay egresados que están en condiciones de enseñar. De ese modo no habría cupo. El objetivo de su director actual es una reforma curricular, elevar el nivel académico y modificar las orientaciones, con tres títulos habilitantes para sus egresados.
En los últimos años se han creado varias orquestas barriales en Tucumán, lo que implica que el empleo de una gran cantidad de instrumentos, que algún momento se rompen y deben repararse. Tal vez, la escuela podría dictar en su ámbito un taller permanente que estuviese a cargo de sus alumnos más avanzados para capacitar a los interesados de estos conjuntos. Podría invitar a los luthiers de la Orquesta de Instrumentos Reciclados Cateura, de Paraguay, para que en el marco de la institución, enseñaran cómo construyen instrumentos informales a partir de la basura. Este conocimiento no sólo podría enriquecer a los docentes y estudiantes, sino el futuro crear una nueva orientación.
Las autoridades universitarias actuales tienen una hermosa oportunidad para saldar las viejas ingratitudes y brindarle el lugar que merecidamente le corresponde a la Escuela de Luthería.