27 Septiembre 2014
“Si traduzco mi nombre, aquí podría llamarme Cristóbal, o Christian Castillo de Fresa”. Ocultos detrás de unos anteojos oscuros, se adivinan los ojos picarescos de Chris Castleberry, oriundo de Carolina del Norte, EE.UU. y con un carácter y un acento “bien” argentino.
La pregunta surge lógica. ¿Y quién es Chris Castleberry? Un afable estadounidense que desde este año se sumó al equipo de trabajo de Andrés Romero cumpliendo tareas de traductor e intérprete de inglés, pero también de apoyo logístico mientras el tucumano se desempeña en el exigente PGA Tour de golf.
La historia de Chris con el idioma sigue una veta. Y ella fue la que lo llevó a “Pigu” y, por extensión, al mundo del golf.
“Algo de español había estudiado en el colegio, en la universidad. Me recibí y busqué algo qué hacer, decidí viajar a Sudamérica y me encontré con un amigo que había escuchado que estaban contratando gente en partes rurales de Argentina, para dar clases de inglés. Me gustó, arreglé condiciones y me llevaron a Vicuña Mackenna, en Córdoba, 100 kilómetros de Río Cuarto. Llegué casi sin hablar español”, graficó el lungo personaje. Que como buen residente de “La Docta”, adoptó una visión humorística de sus orígenes “argentinos”. “Imaginate, ¿cómo podía aprender a hablar yo en español? Y, ¡con la tonada cordoooobesa!” dice, alargando la vocal.
Chris vivió en Córdoba seis meses, en 2007, en la casa de una familia que oficiaba de huésped y con la que aprendió el español. “En un pueblo chiquito donde nadie sabía inglés, me mentalicé en que debía aprender a hablar como sus habitantes”, se justificó quien, con los años, hizo de su “nuevo” idioma algo cotidiano. “Es que en los últimos tiempos me acostumbré a hablar con muchos latinos gracias al golf”, advierte. Y así, casi tímidamente, abre la hoja del libro que lo llevó a, para él, un mundo nuevo, con un tucumano como bandera.
“Después de Córdoba, me fui a Bolivia dos meses y luego volví a EE.UU., porque conseguí trabajo en Charlotte”, hace de introducción al tema. Ya decidido, monologa. “Ocurrió que hicieron un torneo de golf, que ahora se llama Wells Fargo y que antes era Wachovia. Fue en 2009. Fui a ver el juego, porque ya era fanático del deporte. En una práctica, me encontré con un grupo que estaba siguiendo al “Pato” Cabrera. Me di cuenta por la tonada de que eran de Córdoba, me acerqué y me presenté. Pronto fluyó la charla. A poco de eso los invité a cenar, como local que era, para confraternizar. Nos juntamos otras veces. Y con ellos estaba ‘Pigu’. No faltó mucho para que nos hiciéramos amigos.”
En los siguientes torneos que se hicieron cerca de donde vivía Chris, en Atlanta o Charlotte, también fue a verlos jugar a sus amigos. Sentía que podía ayudarlos, ya que conocía las cuestiones locales, los contactos, la logística.
“Pasó el tiempo y fue este año en que ‘Pigu’ me dijo que tenía pensado cambiar algunas cosas en su equipo. Y me ofreció sumarme. Entonces comencé a viajar con él” dijo Castleberry de su nueva función. Y agrega: “lógicamente el contacto con Andrés y con Ángel me llevaron a conocer a otros jugadores argentinos del PGA Tour, como Miguel Ángel Carballo y Fabián Gómez. Todo lo que me pasó en estos últimos años vino por el lado de la amistad y tener una conexión en común con ellos.”
El estadounidense de 30 años revela que el mundo del golf es muy interesante para conocer. “Es único, mucho más visto desde la campaña de los jugadores argentinos, que son muy buena gente y son divertidos”, define.
- ¿Y cómo es trabajar con “Pigu”?
- Es muy divertido. Es una persona de diez, un muy buen amigo, tiene una generosidad y un cariño que es de alto nivel. Y de la forma en que juega al golf, es entretenido. Con él en la cancha es imposible aburrirse, se sufre un poquito es cierto. Los altos son muy altos, y los bajos también. Estoy en un grupo lindo, en general de cuatro. Con José, el caddie y hermano de Andrés también me llevo muy bien, es un amigo. Y lógicamente con Aníbal Núñez, el mánager, tenemos la mejor de las ondas.
- ¿Y cómo es el trabajo?
- Lo pasamos bien. A “Pigu” le hace bien estar con amigos. Viajamos, buscamos hacerlo con tranquilidad y enfocados en los torneos. A veces viene gente de la Argentina o del propio EE.UU a verlo jugar y se integra.
Chris acompañó a “Pigu” a su torneo, el “II Andrés Romero Invitational” jugado en Alpa Sumaj. “No conocía Tucumán, sí estuve de paso en 2007 yendo a Salta en colectivo. Antes de venir, sabía mucho por Andrés. Además conocía su historia personal, de dónde viene. Creo que hay realidades en esta parte del mundo que afloran a la vista con rapidez. Más allá de la situación social, una cosa que destaco es que aquí hay muy buena gente. Me encantó reunirme con grupos de amigos. Esa onda de juntarse para un asado la conozco muy bien y me encanta, la paso muy bien”, cerró con simpatía y un pulgar puesto hacia arriba.
La pregunta surge lógica. ¿Y quién es Chris Castleberry? Un afable estadounidense que desde este año se sumó al equipo de trabajo de Andrés Romero cumpliendo tareas de traductor e intérprete de inglés, pero también de apoyo logístico mientras el tucumano se desempeña en el exigente PGA Tour de golf.
La historia de Chris con el idioma sigue una veta. Y ella fue la que lo llevó a “Pigu” y, por extensión, al mundo del golf.
“Algo de español había estudiado en el colegio, en la universidad. Me recibí y busqué algo qué hacer, decidí viajar a Sudamérica y me encontré con un amigo que había escuchado que estaban contratando gente en partes rurales de Argentina, para dar clases de inglés. Me gustó, arreglé condiciones y me llevaron a Vicuña Mackenna, en Córdoba, 100 kilómetros de Río Cuarto. Llegué casi sin hablar español”, graficó el lungo personaje. Que como buen residente de “La Docta”, adoptó una visión humorística de sus orígenes “argentinos”. “Imaginate, ¿cómo podía aprender a hablar yo en español? Y, ¡con la tonada cordoooobesa!” dice, alargando la vocal.
Chris vivió en Córdoba seis meses, en 2007, en la casa de una familia que oficiaba de huésped y con la que aprendió el español. “En un pueblo chiquito donde nadie sabía inglés, me mentalicé en que debía aprender a hablar como sus habitantes”, se justificó quien, con los años, hizo de su “nuevo” idioma algo cotidiano. “Es que en los últimos tiempos me acostumbré a hablar con muchos latinos gracias al golf”, advierte. Y así, casi tímidamente, abre la hoja del libro que lo llevó a, para él, un mundo nuevo, con un tucumano como bandera.
“Después de Córdoba, me fui a Bolivia dos meses y luego volví a EE.UU., porque conseguí trabajo en Charlotte”, hace de introducción al tema. Ya decidido, monologa. “Ocurrió que hicieron un torneo de golf, que ahora se llama Wells Fargo y que antes era Wachovia. Fue en 2009. Fui a ver el juego, porque ya era fanático del deporte. En una práctica, me encontré con un grupo que estaba siguiendo al “Pato” Cabrera. Me di cuenta por la tonada de que eran de Córdoba, me acerqué y me presenté. Pronto fluyó la charla. A poco de eso los invité a cenar, como local que era, para confraternizar. Nos juntamos otras veces. Y con ellos estaba ‘Pigu’. No faltó mucho para que nos hiciéramos amigos.”
En los siguientes torneos que se hicieron cerca de donde vivía Chris, en Atlanta o Charlotte, también fue a verlos jugar a sus amigos. Sentía que podía ayudarlos, ya que conocía las cuestiones locales, los contactos, la logística.
“Pasó el tiempo y fue este año en que ‘Pigu’ me dijo que tenía pensado cambiar algunas cosas en su equipo. Y me ofreció sumarme. Entonces comencé a viajar con él” dijo Castleberry de su nueva función. Y agrega: “lógicamente el contacto con Andrés y con Ángel me llevaron a conocer a otros jugadores argentinos del PGA Tour, como Miguel Ángel Carballo y Fabián Gómez. Todo lo que me pasó en estos últimos años vino por el lado de la amistad y tener una conexión en común con ellos.”
El estadounidense de 30 años revela que el mundo del golf es muy interesante para conocer. “Es único, mucho más visto desde la campaña de los jugadores argentinos, que son muy buena gente y son divertidos”, define.
- ¿Y cómo es trabajar con “Pigu”?
- Es muy divertido. Es una persona de diez, un muy buen amigo, tiene una generosidad y un cariño que es de alto nivel. Y de la forma en que juega al golf, es entretenido. Con él en la cancha es imposible aburrirse, se sufre un poquito es cierto. Los altos son muy altos, y los bajos también. Estoy en un grupo lindo, en general de cuatro. Con José, el caddie y hermano de Andrés también me llevo muy bien, es un amigo. Y lógicamente con Aníbal Núñez, el mánager, tenemos la mejor de las ondas.
- ¿Y cómo es el trabajo?
- Lo pasamos bien. A “Pigu” le hace bien estar con amigos. Viajamos, buscamos hacerlo con tranquilidad y enfocados en los torneos. A veces viene gente de la Argentina o del propio EE.UU a verlo jugar y se integra.
Chris acompañó a “Pigu” a su torneo, el “II Andrés Romero Invitational” jugado en Alpa Sumaj. “No conocía Tucumán, sí estuve de paso en 2007 yendo a Salta en colectivo. Antes de venir, sabía mucho por Andrés. Además conocía su historia personal, de dónde viene. Creo que hay realidades en esta parte del mundo que afloran a la vista con rapidez. Más allá de la situación social, una cosa que destaco es que aquí hay muy buena gente. Me encantó reunirme con grupos de amigos. Esa onda de juntarse para un asado la conozco muy bien y me encanta, la paso muy bien”, cerró con simpatía y un pulgar puesto hacia arriba.