Por LA GACETA
09 Noviembre 2014
Cortes en el suministro de energía eléctrica y, en muchos casos, también de la provisión de agua potable. Cada año, esta situación se repite desde fines de octubre y suele extenderse hasta marzo del año siguiente. Las elevadas temperaturas en Tucumán causan una explosión del consumo de electricidad y al uso excesivo de la capacidad de abastecimiento del servicio, sobre todo, en horas picos de cada jornada.
Desde la empresa de distribución, EDET, se argumenta que fue exponencial el crecimiento de la cantidad de usuarios en la última década, además de la adquisición de equipos de aire acondicionado para mitigar los efectos del calor. Desde el ente regulador, en tanto, se sostiene que, tanto en distribución como en transporte, el proceso de inversión en obras para adaptarse a la nueva realidad del servicio va por detrás de la tasa de crecimiento de la potencia que tiene el sistema eléctrico. Por esa razón, se producen las restricciones en la provisión del servicio.
Las políticas oficiales en materia energética van en ese sentido: durante el invierno, las industrias temen que se interrumpa la provisión de gas porque el fluido, cuando el frío es crudo, no alcanza para todos los usuarios y, generalmente, los sectores productivos terminan siendo la variable a la hora de las restricciones. Esto bajo el argumento que el Estado prioriza el consumo en sectores residenciales. El juego de la frazada corta también se extiende a otros servicios elementales y básicos, como el agua y la luz, ya que en el verano –si bien la mayoría de las plantas industriales están paradas- los cortes afectan más a los hogares. De una u otra forma, queda en evidencia la falta de inversiones energéticas. No hace mucho tiempo, un grupo de expertos nacionales en la materia ha señalado que la energía necesita una política integral, concebida con criterio estratégico, y fundada en consensos políticos amplios. Esta política debe ser transparente y accesible al conocimiento de cualquier ciudadano.
Para cambiar nuestra matriz energética y simultáneamente hacer una contribución a la mitigación del cambio climático en forma realista, tenemos básicamente cuatro posibilidades inmediatas, basadas en energía renovable, amigable con el medio ambiente y de producción nacional: biocombustibles (etanol y biodiesel de soja); energía eólica; energía hidroeléctrica y energía solar y otras alternativas, dice un documento firmado por ex secretarios de Energía de la Nación
“Debemos enfatizar que la implementación de una política de transformación de la matriz y de eficiencia energética requiere de una acción mancomunada entre el Estado y los consumidores, y será siempre una política de largo plazo, con objetivos estratégicos consensuados y permanentes”, añade.
Frente a este diagnóstico de los especialistas, es posible que la coyuntura siga dominando el escenario energético y que problemas como las restricciones y los cortes de servicio se suceden en el corto y en el mediano plazo. La energía es la materia prima para el desarrollo productivo de un país. Por lo tanto, no debe dejar de ser una política de Estado la elaboración de planes que tiendan a ampliar el sistema. Las inversiones tardan en dar sus frutos, pero son necesarias para revertir el déficit energético que hoy envuelve a la Argentina, para que el país deje de estar sumido en interrupciones de servicios, costosas importaciones energéticas, subsidios eternos y cuadros tarifarios desiguales.
Desde la empresa de distribución, EDET, se argumenta que fue exponencial el crecimiento de la cantidad de usuarios en la última década, además de la adquisición de equipos de aire acondicionado para mitigar los efectos del calor. Desde el ente regulador, en tanto, se sostiene que, tanto en distribución como en transporte, el proceso de inversión en obras para adaptarse a la nueva realidad del servicio va por detrás de la tasa de crecimiento de la potencia que tiene el sistema eléctrico. Por esa razón, se producen las restricciones en la provisión del servicio.
Las políticas oficiales en materia energética van en ese sentido: durante el invierno, las industrias temen que se interrumpa la provisión de gas porque el fluido, cuando el frío es crudo, no alcanza para todos los usuarios y, generalmente, los sectores productivos terminan siendo la variable a la hora de las restricciones. Esto bajo el argumento que el Estado prioriza el consumo en sectores residenciales. El juego de la frazada corta también se extiende a otros servicios elementales y básicos, como el agua y la luz, ya que en el verano –si bien la mayoría de las plantas industriales están paradas- los cortes afectan más a los hogares. De una u otra forma, queda en evidencia la falta de inversiones energéticas. No hace mucho tiempo, un grupo de expertos nacionales en la materia ha señalado que la energía necesita una política integral, concebida con criterio estratégico, y fundada en consensos políticos amplios. Esta política debe ser transparente y accesible al conocimiento de cualquier ciudadano.
Para cambiar nuestra matriz energética y simultáneamente hacer una contribución a la mitigación del cambio climático en forma realista, tenemos básicamente cuatro posibilidades inmediatas, basadas en energía renovable, amigable con el medio ambiente y de producción nacional: biocombustibles (etanol y biodiesel de soja); energía eólica; energía hidroeléctrica y energía solar y otras alternativas, dice un documento firmado por ex secretarios de Energía de la Nación
“Debemos enfatizar que la implementación de una política de transformación de la matriz y de eficiencia energética requiere de una acción mancomunada entre el Estado y los consumidores, y será siempre una política de largo plazo, con objetivos estratégicos consensuados y permanentes”, añade.
Frente a este diagnóstico de los especialistas, es posible que la coyuntura siga dominando el escenario energético y que problemas como las restricciones y los cortes de servicio se suceden en el corto y en el mediano plazo. La energía es la materia prima para el desarrollo productivo de un país. Por lo tanto, no debe dejar de ser una política de Estado la elaboración de planes que tiendan a ampliar el sistema. Las inversiones tardan en dar sus frutos, pero son necesarias para revertir el déficit energético que hoy envuelve a la Argentina, para que el país deje de estar sumido en interrupciones de servicios, costosas importaciones energéticas, subsidios eternos y cuadros tarifarios desiguales.