Fue a la guerra y la ganó

Tucumán se ratificó como candidato ganándole una tremenda batalla física a Córdoba.

SIEMPRE CON EL ALMA. Los “naranjas” pelearon con el corazón en todos los sectores del campo. El esfuerzo tuvo un importante premio para el equipo. SIEMPRE CON EL ALMA. Los “naranjas” pelearon con el corazón en todos los sectores del campo. El esfuerzo tuvo un importante premio para el equipo.
Porque nunca hay que poner la carreta adelante del caballo es que en el seno de Tucumán no se emitió palabra sobre Córdoba hasta que la X tachó a Alto Valle en el fixture. Sin embargo, siempre se supo que el verdadero debut se produciría en el feudo de aquéllos a los que los “naranjas” habían despojado de la corona nacional: los siempre peligrosos “dogos”. La jauría, renovada en gran parte pero liderada por Gastón Revol y Rodrigo Bruno, volvió a ser un desafío de altísimo riesgo para Tucumán, que debió exprimir hasta la última gota de jugo para salir con el puño en alto.

Tratándose de dos equipos con gusto por el juego físico, la primera parte se jugó con mucha vehemencia en la marca y buen control de pelota, lo que desembocó en sucesivas fases sin efectos en el tablero. En ese tenso equilibrio, que también se notó en el scrum y en el line, Tucumán lució más ambicioso al principio, pero falló en la toma de decisiones y la defensa local lo mantuvo a raya. Un descuido le facilitó la entrada a Facundo Panceyra Garrido al ingoal tucumano, y un penal de Fernando Luna le dio a Córdoba una ventaja que descontaría Javier Rojas con un try de muy buena elaboración, que él mismo había iniciado ganando metros encarando de frente. Gran partido del centro de Uni.

En la segunda parte, los “dogos” mostraron signos de desgaste y el pack tucumano comenzó a imponerse en el scrum. La oportunidad de liquidarlo llegó con la amarilla al pilar Facundo Russo, que derribó el scrum toda la tarde, pero Tucumán no supo aprovechar la superioridad numérica. Otra vez a sufrir hasta el final como el año pasado, cortando clavos con las pestañas. Hasta que Ramiro Moyano recuperó una pelota de oro, Gonzalo Manso se lanzó a la carrera por el touch atropellando todo a su paso y le dejó el resto a la velocidad de Macario Villaluenga, que pasó como un rayo y la enterró en el ingoal. Tucumán ahora sabe que el traje de candidato le sigue quedando perfecto. El equipo fue a la guerra y la ganó.

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