Por Carlos Chirino
28 Noviembre 2014
CON LA PÓLVORA MOJADA. Teófilo Gutiérrez contó con chances, pero no pudo convertir. reuters
River está nuevamente en una final de un certamen internacional. Llegar a la instancia decisiva no le resultó nada sencillo. En el encuentro de ayer, hubo tres momentos que fueron claves para que elimine al equipo de La Ribera y se instale en la final de la Copa Sudamericana.
Primero, la gran atajada de Marcelo Barovero a Emmanuel Gigliotti en el penal, cuando el partido recién comenzaba y el “millonario” había recibido ese baldazo de agua fría por el penal cometido por Ariel Rojas a Marcelo Meli a los 15 segundos de haberse iniciado el superclásico. Si el ex delantero de Atlético convertía, el conjunto de Núñez iba a estar obligado a marcar por lo menos dos goles para avanzar. Por eso, el “manotazo” de “Trapito” para sacar la pelota fue una gran inyección anímica.
Segundo, la notable definición de Leonardo Pisculichi. El volante ofensivo del conjunto de Núñez capturó un potente remate de Leonel Vangioni (le pegó al arco y le salió un centro) y sin pararle, le pego con precisión para ubicar el balón en el palo derecho del arco defendido por Agustín Orion, que se quedó sin reacción. 1-0 y otro golpe durísimo para Boca, que de tener la chance de estar al frente del marcador, pasaba a perder el partido.
Tercero, la actitud que mostró el equipo durante los 90 minutos, para no meterse atrás a pesar de estar arriba en el marcador, sabiendo que un empate lo dejaba sin final. Defensores, volantes y delanteros corrieron cada pelota como si fuese la última y en el final, cuando Boca se vino con todo, el equipo mostró solidaridad en todas sus líneas.
River está en la final y es porque supo golpear en los momentos justos.
Primero, la gran atajada de Marcelo Barovero a Emmanuel Gigliotti en el penal, cuando el partido recién comenzaba y el “millonario” había recibido ese baldazo de agua fría por el penal cometido por Ariel Rojas a Marcelo Meli a los 15 segundos de haberse iniciado el superclásico. Si el ex delantero de Atlético convertía, el conjunto de Núñez iba a estar obligado a marcar por lo menos dos goles para avanzar. Por eso, el “manotazo” de “Trapito” para sacar la pelota fue una gran inyección anímica.
Segundo, la notable definición de Leonardo Pisculichi. El volante ofensivo del conjunto de Núñez capturó un potente remate de Leonel Vangioni (le pegó al arco y le salió un centro) y sin pararle, le pego con precisión para ubicar el balón en el palo derecho del arco defendido por Agustín Orion, que se quedó sin reacción. 1-0 y otro golpe durísimo para Boca, que de tener la chance de estar al frente del marcador, pasaba a perder el partido.
Tercero, la actitud que mostró el equipo durante los 90 minutos, para no meterse atrás a pesar de estar arriba en el marcador, sabiendo que un empate lo dejaba sin final. Defensores, volantes y delanteros corrieron cada pelota como si fuese la última y en el final, cuando Boca se vino con todo, el equipo mostró solidaridad en todas sus líneas.
River está en la final y es porque supo golpear en los momentos justos.
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