A plantar, mi amor, vamos a plantar

En 2009 la municipalidad de Santa Fe inauguró el programa Huertas Urbanas. Un proyecto que impulsa la creación de espacios dedicados al cultivo de frutas y verduras, y que es mantenido por los vecinos de cada zona. Las primeras huertas se comenzaron a armar en comedores comunitarios y en escuelas. La idea fue que estos lugares a los que van niños y adultos a buscar comida (o la reciben, en el caso de las escuelas) se convirtieran en espacios de producción. Luego, en casas de familia.

Las semillas son entregadas a través del Inta Pro Huerta (un programa nacional) y sus promotores dictan la capacitación a jóvenes y adultos acerca del manejo de una huerta orgánica.

En Rosario funciona un programa similar llamado Agricultura Urbana que recibió el reconocimiento de la ONU y de los Emiratos Árabes como una de las 10 mejores prácticas para mejorar las condiciones de vida.

Los que tienen un pedazo de tierra saben que Tucumán es tierra fértil para casi cualquier tipo de cultivo. Es inexplicable por qué no se multiplican las huertas por todas partes. Tierra y semillas (se pueden conseguir de forma gratuita a través del Inta Prohuerta) no faltan.

Los que conocen (y los que estamos incursionando) saben que el tiempo que requiere es poco, diría mínimo. El mito de la dedicación full time se cae apenas comienzan a aparecer los brotes de una semilla a la que sólo le bastó agua y sol.

No sólo se trata de un proyecto familiar, sino que es una apuesta a futuro.

Tus hijos van a conocer el origen de lo que comen y cómo llega a la mesa.

Van a aprender a respetar la naturaleza y lo que ella tiene para darnos. Van a buscar la manera de retribuirle. Tiene efecto multiplicador, como todos los gestos nobles.

La pregunta es: ¿Qué esperan las municipalidades para incentivar esto cómo política pública? o, mejor dicho, ¿qué esperás vos para plantar tus semillas?

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