Por Carlos Frías
22 Diciembre 2014
Escándalo. Las paredes de la ciudad están siendo invadidas por stickers con niños colgados de globos de colores. La niñez está perdida y los infantes peligran de muerte por causa de una expresión estética que ensucia el cemento. La intriga, el descontento y el desacuerdo por tan atroz atrevimiento bulle en las redes sociales.
¿Por qué hacen esto? ¿Quiénes son los responsables? Que salgan, que hablen. Todos buscan respuestas pero... ¿alguien se detuvo a pensar en qué fibras íntimas son trastocadas por esta polémica manifestación para generar tal reacción?
El arte se enseña en las universidades pero muchos de los creadores de los movimientos artísticos jamás quisieron formar parte de un dossier académico.
Lo estético, a veces con mayor virulencia, reacciona ante una realidad que lo circunda y nutre su crítica con las herramientas que le son propias. Un lienzo, una línea, una forma se utilizan para traducir un impulso que late dentro de una sensibilidad que decide expresar lo que siente.
Qué problema, ¿No? Qué nefasto sería que en esta ciudad que hoy luce cubierta de agua y barro por una temporada de lluvia que parece no querer retirarse, todos decidieran expresar lo que sienten. ¿Cuántas soledades reclamarían un abrazo? ¿Cuántas verdades tirarían abajo las realidades aparentes en las que respiran? Todo impulsado por esa misma fibra íntima que reacciona ofuscada ante un pedazo de papel pegado en una pared.
La certeza de la felicidad, la evidencia de que el camino por el que se transita en esta vida es el correcto son las respuestas infalibles que se buscan con ansias cuando un año concluye.
Cómo van a venir a llenarnos las retinas con este dibujo. Cómo desafiarnos a pensar que matamos nuestra infancia o que somos corresponsables de una generación que crece sin esperanzas. Cómo hacernos recordar que nos olvidamos de ese desgastado y astillado bolillón japonés con el que ganamos tantas paradas completas.
¿Sos feliz? Cómo alguien se atreve a formularnos esa pregunta justo antes de que termine el año.
¿Por qué hacen esto? ¿Quiénes son los responsables? Que salgan, que hablen. Todos buscan respuestas pero... ¿alguien se detuvo a pensar en qué fibras íntimas son trastocadas por esta polémica manifestación para generar tal reacción?
El arte se enseña en las universidades pero muchos de los creadores de los movimientos artísticos jamás quisieron formar parte de un dossier académico.
Lo estético, a veces con mayor virulencia, reacciona ante una realidad que lo circunda y nutre su crítica con las herramientas que le son propias. Un lienzo, una línea, una forma se utilizan para traducir un impulso que late dentro de una sensibilidad que decide expresar lo que siente.
Qué problema, ¿No? Qué nefasto sería que en esta ciudad que hoy luce cubierta de agua y barro por una temporada de lluvia que parece no querer retirarse, todos decidieran expresar lo que sienten. ¿Cuántas soledades reclamarían un abrazo? ¿Cuántas verdades tirarían abajo las realidades aparentes en las que respiran? Todo impulsado por esa misma fibra íntima que reacciona ofuscada ante un pedazo de papel pegado en una pared.
La certeza de la felicidad, la evidencia de que el camino por el que se transita en esta vida es el correcto son las respuestas infalibles que se buscan con ansias cuando un año concluye.
Cómo van a venir a llenarnos las retinas con este dibujo. Cómo desafiarnos a pensar que matamos nuestra infancia o que somos corresponsables de una generación que crece sin esperanzas. Cómo hacernos recordar que nos olvidamos de ese desgastado y astillado bolillón japonés con el que ganamos tantas paradas completas.
¿Sos feliz? Cómo alguien se atreve a formularnos esa pregunta justo antes de que termine el año.
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