Por LA GACETA
27 Diciembre 2014
Es la facultad que tiene el ánimo de reproducir por medio de imágenes las cosas pasadas o lejanas, de representar las ideales en forma sensible o de idealizar las reales, afirma de ella el diccionario de la Real Academia Española. La fantasía es una antigua amiga del hombre, en particular, de los niños. Los Reyes Magos, Papá Noel, las brujas, los duendes suelen sumergirnos en la fascinación irresistible.
Una buena obra de títeres, por ejemplo, puede despertar una variada gama de sensaciones. “Jamás un chico me vio con un títere en la mano; cuando van por detrás del escenario a verlos, yo les digo que ya están guardados en la valija, que están descansando. Tengo la convicción de que si los ven, se rompe el clima, el misterio, el globo de jabón. Si salís vestida todo de negro y con el muñeco en la mano, no es lo mismo que en la función: ellos ya se despidieron del público al final de la obra. En el escenario, el muñeco se agranda por la actuación, pero si lo ven de cerca no es lo mismo”, afirma la titiritera tucumana María Teresa Montaldo.
Aunque el cuento de Papá Noel pareciera estar bastante gastado, sigue despertando fascinación en los chicos, sobre todo cuando los adultos los acompañan en este juego de la ilusión. En la localidad de La Florida, en la víspera de Navidad, un Papá Noel circula en una mototrineo, repartiendo regalos. Sensibilizado por el desánimo de su nieto, cuyos padres se habían separado, José Castillo se disfrazó del popular personaje y mientras transcurría la fiesta familiar en la vereda, se presentó y sorprendió al niño, pero no sólo a él: también a los de toda la cuadra. Los vecinos le pidieron que fuera también por sus casas porque sus hijos estaban alborotados porque habían visto a Papá Noel en la casa del zapatero.
Según cuenta el cronista de LA GACETA, la iniciativa fue creciendo, se repartieron regalos a casi 100 familias y su recorrido de tres horas abarcó todos los barrios de La Florida. En las esquinas es interceptado mientras reparte los obsequios, bolsitas de caramelos y posa para las fotos. “A lo largo de la avenida principal, las familias aguardan en las veredas y, cuando ven llegar a Castillo, chicos y grandes se abalanzan sobre él. ‘Gracias por la felicidad -repite Ricardo Bernachi, mientras lo abraza-. Tengo 55 años y recién ahora puedo conocer a Papá Noel’, bromea emocionado. ‘¡Les devolvés la fantasía a los niños, José!’, grita Ángel Altamiranda, vecino”, señala la crónica.
“‘Es lindo para chicos y para los grandes, porque a nosotros nos devuelve a la niñez’, afirma una vecina. ‘Es hermoso para toda la gente’, agrega Zoe, su nieta de 6 años... Un grupo de vecinos sorprendidos saluda al grupo que reparte los regalos: ‘¿De dónde de vienen?’, preguntan exaltados. ‘¡Del Polo Norte!’, contestan al unísono Papá Noel y sus ayudantes. La escena está cargada de una fraternidad y ternura poco común incluso en estas fechas”, cuenta la nota.
En tiempos en que todo parece estar teñido por el color del dinero y del consumo, son saludables estas recreaciones en las que participa toda una comunidad y se revive esa fantasía, que muchas personas suelen perder a medida que crecen. Con pequeñas grandes acciones como la de este zapatero que despierta la magia, la alegría y la sonrisa de chicos y grandes, se honra seguramente a la vida. “Todas las personas mayores fueron al principio niños. (Aunque pocas de ellas lo recuerdan)”, dice El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry.
Una buena obra de títeres, por ejemplo, puede despertar una variada gama de sensaciones. “Jamás un chico me vio con un títere en la mano; cuando van por detrás del escenario a verlos, yo les digo que ya están guardados en la valija, que están descansando. Tengo la convicción de que si los ven, se rompe el clima, el misterio, el globo de jabón. Si salís vestida todo de negro y con el muñeco en la mano, no es lo mismo que en la función: ellos ya se despidieron del público al final de la obra. En el escenario, el muñeco se agranda por la actuación, pero si lo ven de cerca no es lo mismo”, afirma la titiritera tucumana María Teresa Montaldo.
Aunque el cuento de Papá Noel pareciera estar bastante gastado, sigue despertando fascinación en los chicos, sobre todo cuando los adultos los acompañan en este juego de la ilusión. En la localidad de La Florida, en la víspera de Navidad, un Papá Noel circula en una mototrineo, repartiendo regalos. Sensibilizado por el desánimo de su nieto, cuyos padres se habían separado, José Castillo se disfrazó del popular personaje y mientras transcurría la fiesta familiar en la vereda, se presentó y sorprendió al niño, pero no sólo a él: también a los de toda la cuadra. Los vecinos le pidieron que fuera también por sus casas porque sus hijos estaban alborotados porque habían visto a Papá Noel en la casa del zapatero.
Según cuenta el cronista de LA GACETA, la iniciativa fue creciendo, se repartieron regalos a casi 100 familias y su recorrido de tres horas abarcó todos los barrios de La Florida. En las esquinas es interceptado mientras reparte los obsequios, bolsitas de caramelos y posa para las fotos. “A lo largo de la avenida principal, las familias aguardan en las veredas y, cuando ven llegar a Castillo, chicos y grandes se abalanzan sobre él. ‘Gracias por la felicidad -repite Ricardo Bernachi, mientras lo abraza-. Tengo 55 años y recién ahora puedo conocer a Papá Noel’, bromea emocionado. ‘¡Les devolvés la fantasía a los niños, José!’, grita Ángel Altamiranda, vecino”, señala la crónica.
“‘Es lindo para chicos y para los grandes, porque a nosotros nos devuelve a la niñez’, afirma una vecina. ‘Es hermoso para toda la gente’, agrega Zoe, su nieta de 6 años... Un grupo de vecinos sorprendidos saluda al grupo que reparte los regalos: ‘¿De dónde de vienen?’, preguntan exaltados. ‘¡Del Polo Norte!’, contestan al unísono Papá Noel y sus ayudantes. La escena está cargada de una fraternidad y ternura poco común incluso en estas fechas”, cuenta la nota.
En tiempos en que todo parece estar teñido por el color del dinero y del consumo, son saludables estas recreaciones en las que participa toda una comunidad y se revive esa fantasía, que muchas personas suelen perder a medida que crecen. Con pequeñas grandes acciones como la de este zapatero que despierta la magia, la alegría y la sonrisa de chicos y grandes, se honra seguramente a la vida. “Todas las personas mayores fueron al principio niños. (Aunque pocas de ellas lo recuerdan)”, dice El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry.