Por Federico Diego van Mameren
28 Diciembre 2014
Aumentos del boleto y de tributos llegan todos los fines de año como un Papá Noel invertido. En vez de dejar regalos, se lleva más dinero de los bolsillos. No está en el ánimo de los dirigentes de hoy buscar salidas a la cuestión económica para que los tributos no pierdan valor y los dineros públicos no se dilapiden. Es fin de año y el ciudadano es tratado como un ignorante que no se da cuenta porque “al fin y al cabo está de fiesta”.
El aumento no ha sido promulgado aún. El intendente Domingo Amaya está atrapado. Sabe que es necesario un incremento. Pataleó para que no se hiciera en las Fiestas. No pudo evitarlo. Mostró así la debilidad política en la que navega el lordmayor. Tuvo improperios y discusiones con los empresarios y hasta con dirigentes de sus equipos. Siempre pensó que diciembre es el mes en el que pujan la euforia y la tristeza y el hombre no está en condiciones de que se lo maltrate. Sin embargo, sus pensamientos quedaron en eso. El Concejo Deliberante sancionó incrementos de todo tipo. Ahora es el intendente el que debe rubricar el estiletazo final. Muchas veces Amaya actuó como un pusilánime y se negó a firmar. Justo le salió un viaje inesperado y tuvo que cargar el presidente del Concejo, el peronista Santiago Cano, con el peso de la promulgación. En los primeros días de enero, el intendente no podrá hacer ningún amague y deberá tomar una decisión.
Heridas abiertas
Los argentinos han pasado sus peores aniversarios en un clima de tenso sosiego. El recuerdo de aquel diciembre de 2001 no ha tenido los saqueos ni los actos de violencia de años anteriores. En Tucumán, se han pasado el 20 y el 21 con tensiones, pero sin agresiones y lo mismo ha ocurrido el 7, 8 y 9, fechas en las que se cumplía el primer año del desconocimiento del prójimo. Para ello se invirtieron millones y se pagó el increíble invento que dejó 2014: “el subsidio antisaqueo”. Sin embargo, la violencia, hija de la injusticia y de la inseguridad, no se fue. Se quedó en estas tierras y salió el mismísimo día de Navidad. Los hospitales no dieron abasto para curar tantas heridas. No debería pasar inadvertida esta señal. Satisfacer aumentos y responder a ciertas lógicas no es la única tarea del dirigente.
El dedo en la llaga
El presidente de la Corte Suprema de Justicia, Antonio Gandur, no suelta sus riendas. Padeció el impacto de la llegada de Edmundo Jiménez al Ministerio Público Fiscal, pero no duró mucho. Esta semana también se pronunció -esta vez habiendo hablado con algunos de sus pares de la Corte- en contra de la ley que permite la aplicación de la prisión preventiva en los casos de motoarrebatos. Gandur quedó de espaldas a lo que es el clamor popular que, ante los excesos de violencia y la falta de seguridad, reclama la más increíble de las sanciones o directamente hace “justicia” por mano propia. Más allá del debate jurídico que plantea el titular de la Corte, el ciudadano común sigue en el medio de las discusiones entre las principales instituciones de la Provincia y sus necesidades.
El show debe seguir
La búsqueda de soluciones a los problemas de seguridad que puedan tranquilizar a la población no impide que los actores de la política tucumana salgan del camino proselitista en el que los puso el calendario electoral. El martes pasado, el gobernador decidió reunirse con los principales dirigentes del interior con el único objetivo de explicarles lo que para él es una verdad irrefutable: Primero hay que retener el gobierno, después veremos. Para eso hay que trabajar en pos de la fórmula.
Prometía ser una reunión durísima, pero Alperovich, quien no es un experto de la oratoria, supo persuadir a los comensales. Uno de los intendentes que en algún momento coqueteó con la candidatura a gobernador de José López sintetizó el encuentro: “José fue muy claro, parece que ya está todo cocinado y la fórmula es Manzur-Jaldo”, sentenció.
La cena había estado preparada para que estallara más de un conflicto. Varios intendentes no llegaron ni con carne, ni con vino o ni con algún postre bajo el brazo. En las alforjas cargaban quejas porque Manzur y Jaldo venían apoyando a adversarios que ellos tenían en sus ciudades.
Los intendentes -salvo en la Capital- vienen acostumbrados a ser reyes de sus pagos, a los que nadie podía entrar porque el gobernador manejaba todo desde la Casa de Gobierno donde, además, tenía la llave de la caja fuerte. Pero en tiempos electorales todo eso ha venido transformándose y los intendentes terminaron saliéndose de sus casillas. Eso preanunciaba importantes guerras oficiales en los diferentes terruños: en Lules, Miriam Gallardo de Dip (esposa del intendente César Dip) velaba las armas para enfrentar a Fabián Bonilla (ex pirinchista, promovido por Edmundo Jiménez cuando estaba en el Poder Ejecutivo) que estuvo a punto de ser intendente. En Monteros, María del Carmen “Cuyi” Carrillo (esposa del intendente Alberto Olea) empezó a hacer guantes contra Francisco “Pancho” Serra (dirigente que responde al secretario de la Legislatura, el ex socialista Antonio Ruiz Olivares). En Banda del Río Salí, la legisladora Camila “Monona” Khoder (hermana del intendente Khoder) pulsea con Darío Montero (referente político del obsecuente ministro y candidato a vice, Osvaldo Jaldo). En Concepción, Franco Morelli (hijo del intendente Osvaldo Morelli) se pelea con el legislador Ivan Llorens Dip. En Alderetes, Julio Silman ya se retó a duelo con Aldo Salomón, a quien Manzur y Jaldo ya fueron a levantarle el brazo en la plaza principal. En Tafí Viejo, el candidato de Javier Pucharras se enfrenta a los oficialistas Javier Noguera y Alejandro Martínez.
Alperovich, a sabiendas de que vendrían con esas quejas, recibió a todos advirtiéndoles que habían recorrido esta carrera juntos y hasta apeló a la amistad que se había generado en los últimos años. No mencionó a José Cano ni a Domingo Amaya, pero dejó entender que ellos eran los adversarios y no sus respectivos contendientes municipales. “El objetivo es asegurar el gobierno, luego las intendencias y finalmente, las bancas legislativas”, expresó el gobernador. “Por eso no debe extrañarles que la fórmula Manzur-Jaldo vaya y le levante las manos a otros candidatos que nos quieren apoyar”, remató. Y hasta el senador Sergio Mansilla terminó convencido, a pesar de que él soñó siempre con que la candidata a gobernadora fuese su compañera de banca Beatriz Rojkés. Mansilla ya no puede seguir haciéndose la burra y no le queda más remedio que apostar a la fórmula que quiere el gobernador, siempre y cuando, la Justicia Federal lo permita. Claro que en su Aguilares natal intentará dejar a su esposa como intendenta. Ella viene haciendo esgrima con Alfredo Flores.
Alperovich, mientras se relame las heridas de la gestión, intenta cicatrizar las pre-electorales. En la Capital aún tiene muchas incógnitas y, según algunos “sijosesistas” que suelen tener boleto gratis en la combi donde se cuecen todos los secretos, no descarta que la primera dama pueda encabezar la lista oficial de legisladores. La confianza en el rendimiento electoral de su esposa hace que tenga tantos movimientos como la dama del ajedrez.
Un Domingo sin José
Domingo Amaya, en el plano electoral, disfruta de sus caminatas proselitistas y toca todo timbre que se le cruza y golpea las manos en cuanta puerta ve delante. Siente que ese sistema le está dando más resultados que los esperados. Sin embargo, los movimientos que ve en el oficialismo provincial le despiertan cierta ansiedad. Habrá que ver si la paciencia alcanza para pasar las vacaciones y llegar a marzo con la parsimonia que, dice, le están dando las encuestas.
Algo parecido le ocurre al radical José Cano. Si bien se mantiene cómodo en su rol del gran opositor, en los último días en las mesas antialperovichista empieza a discutirse si es él o Amaya, y mientras se escuchan esos debates, Alperovich se frota las manos. Tanto Cano como Amaya van a tener que empezar a barajar los nombres de intendentes para que las semillas que sembraron en el interior germinen y no mueran en el otoño.
El PRO, en tanto, sigue siendo un misterio. Está claro que su apuesta por los comicios presidenciales es una muestra de debilidad. Las encuestas lo ha ayudado a barajar nombres que aún no se instalan como candidatos, salvo de aquellos a los que ha señalado con su dedo el propio Mauricio Macri, como fue el caso de Facundo Garretón.
Se termina un año violento. No hubo entendimientos. Comienza otro, el de la esperanza. Cada candidato, del color, partido o ideología que sea abre un camino de ilusión, que los obliga a un compromiso responsable con la ciudadanía, que más allá de sus pasiones debe necesitar reglas claras, sin atajos ni estupefacientes que las debiliten.
El aumento no ha sido promulgado aún. El intendente Domingo Amaya está atrapado. Sabe que es necesario un incremento. Pataleó para que no se hiciera en las Fiestas. No pudo evitarlo. Mostró así la debilidad política en la que navega el lordmayor. Tuvo improperios y discusiones con los empresarios y hasta con dirigentes de sus equipos. Siempre pensó que diciembre es el mes en el que pujan la euforia y la tristeza y el hombre no está en condiciones de que se lo maltrate. Sin embargo, sus pensamientos quedaron en eso. El Concejo Deliberante sancionó incrementos de todo tipo. Ahora es el intendente el que debe rubricar el estiletazo final. Muchas veces Amaya actuó como un pusilánime y se negó a firmar. Justo le salió un viaje inesperado y tuvo que cargar el presidente del Concejo, el peronista Santiago Cano, con el peso de la promulgación. En los primeros días de enero, el intendente no podrá hacer ningún amague y deberá tomar una decisión.
Heridas abiertas
Los argentinos han pasado sus peores aniversarios en un clima de tenso sosiego. El recuerdo de aquel diciembre de 2001 no ha tenido los saqueos ni los actos de violencia de años anteriores. En Tucumán, se han pasado el 20 y el 21 con tensiones, pero sin agresiones y lo mismo ha ocurrido el 7, 8 y 9, fechas en las que se cumplía el primer año del desconocimiento del prójimo. Para ello se invirtieron millones y se pagó el increíble invento que dejó 2014: “el subsidio antisaqueo”. Sin embargo, la violencia, hija de la injusticia y de la inseguridad, no se fue. Se quedó en estas tierras y salió el mismísimo día de Navidad. Los hospitales no dieron abasto para curar tantas heridas. No debería pasar inadvertida esta señal. Satisfacer aumentos y responder a ciertas lógicas no es la única tarea del dirigente.
El dedo en la llaga
El presidente de la Corte Suprema de Justicia, Antonio Gandur, no suelta sus riendas. Padeció el impacto de la llegada de Edmundo Jiménez al Ministerio Público Fiscal, pero no duró mucho. Esta semana también se pronunció -esta vez habiendo hablado con algunos de sus pares de la Corte- en contra de la ley que permite la aplicación de la prisión preventiva en los casos de motoarrebatos. Gandur quedó de espaldas a lo que es el clamor popular que, ante los excesos de violencia y la falta de seguridad, reclama la más increíble de las sanciones o directamente hace “justicia” por mano propia. Más allá del debate jurídico que plantea el titular de la Corte, el ciudadano común sigue en el medio de las discusiones entre las principales instituciones de la Provincia y sus necesidades.
El show debe seguir
La búsqueda de soluciones a los problemas de seguridad que puedan tranquilizar a la población no impide que los actores de la política tucumana salgan del camino proselitista en el que los puso el calendario electoral. El martes pasado, el gobernador decidió reunirse con los principales dirigentes del interior con el único objetivo de explicarles lo que para él es una verdad irrefutable: Primero hay que retener el gobierno, después veremos. Para eso hay que trabajar en pos de la fórmula.
Prometía ser una reunión durísima, pero Alperovich, quien no es un experto de la oratoria, supo persuadir a los comensales. Uno de los intendentes que en algún momento coqueteó con la candidatura a gobernador de José López sintetizó el encuentro: “José fue muy claro, parece que ya está todo cocinado y la fórmula es Manzur-Jaldo”, sentenció.
La cena había estado preparada para que estallara más de un conflicto. Varios intendentes no llegaron ni con carne, ni con vino o ni con algún postre bajo el brazo. En las alforjas cargaban quejas porque Manzur y Jaldo venían apoyando a adversarios que ellos tenían en sus ciudades.
Los intendentes -salvo en la Capital- vienen acostumbrados a ser reyes de sus pagos, a los que nadie podía entrar porque el gobernador manejaba todo desde la Casa de Gobierno donde, además, tenía la llave de la caja fuerte. Pero en tiempos electorales todo eso ha venido transformándose y los intendentes terminaron saliéndose de sus casillas. Eso preanunciaba importantes guerras oficiales en los diferentes terruños: en Lules, Miriam Gallardo de Dip (esposa del intendente César Dip) velaba las armas para enfrentar a Fabián Bonilla (ex pirinchista, promovido por Edmundo Jiménez cuando estaba en el Poder Ejecutivo) que estuvo a punto de ser intendente. En Monteros, María del Carmen “Cuyi” Carrillo (esposa del intendente Alberto Olea) empezó a hacer guantes contra Francisco “Pancho” Serra (dirigente que responde al secretario de la Legislatura, el ex socialista Antonio Ruiz Olivares). En Banda del Río Salí, la legisladora Camila “Monona” Khoder (hermana del intendente Khoder) pulsea con Darío Montero (referente político del obsecuente ministro y candidato a vice, Osvaldo Jaldo). En Concepción, Franco Morelli (hijo del intendente Osvaldo Morelli) se pelea con el legislador Ivan Llorens Dip. En Alderetes, Julio Silman ya se retó a duelo con Aldo Salomón, a quien Manzur y Jaldo ya fueron a levantarle el brazo en la plaza principal. En Tafí Viejo, el candidato de Javier Pucharras se enfrenta a los oficialistas Javier Noguera y Alejandro Martínez.
Alperovich, a sabiendas de que vendrían con esas quejas, recibió a todos advirtiéndoles que habían recorrido esta carrera juntos y hasta apeló a la amistad que se había generado en los últimos años. No mencionó a José Cano ni a Domingo Amaya, pero dejó entender que ellos eran los adversarios y no sus respectivos contendientes municipales. “El objetivo es asegurar el gobierno, luego las intendencias y finalmente, las bancas legislativas”, expresó el gobernador. “Por eso no debe extrañarles que la fórmula Manzur-Jaldo vaya y le levante las manos a otros candidatos que nos quieren apoyar”, remató. Y hasta el senador Sergio Mansilla terminó convencido, a pesar de que él soñó siempre con que la candidata a gobernadora fuese su compañera de banca Beatriz Rojkés. Mansilla ya no puede seguir haciéndose la burra y no le queda más remedio que apostar a la fórmula que quiere el gobernador, siempre y cuando, la Justicia Federal lo permita. Claro que en su Aguilares natal intentará dejar a su esposa como intendenta. Ella viene haciendo esgrima con Alfredo Flores.
Alperovich, mientras se relame las heridas de la gestión, intenta cicatrizar las pre-electorales. En la Capital aún tiene muchas incógnitas y, según algunos “sijosesistas” que suelen tener boleto gratis en la combi donde se cuecen todos los secretos, no descarta que la primera dama pueda encabezar la lista oficial de legisladores. La confianza en el rendimiento electoral de su esposa hace que tenga tantos movimientos como la dama del ajedrez.
Un Domingo sin José
Domingo Amaya, en el plano electoral, disfruta de sus caminatas proselitistas y toca todo timbre que se le cruza y golpea las manos en cuanta puerta ve delante. Siente que ese sistema le está dando más resultados que los esperados. Sin embargo, los movimientos que ve en el oficialismo provincial le despiertan cierta ansiedad. Habrá que ver si la paciencia alcanza para pasar las vacaciones y llegar a marzo con la parsimonia que, dice, le están dando las encuestas.
Algo parecido le ocurre al radical José Cano. Si bien se mantiene cómodo en su rol del gran opositor, en los último días en las mesas antialperovichista empieza a discutirse si es él o Amaya, y mientras se escuchan esos debates, Alperovich se frota las manos. Tanto Cano como Amaya van a tener que empezar a barajar los nombres de intendentes para que las semillas que sembraron en el interior germinen y no mueran en el otoño.
El PRO, en tanto, sigue siendo un misterio. Está claro que su apuesta por los comicios presidenciales es una muestra de debilidad. Las encuestas lo ha ayudado a barajar nombres que aún no se instalan como candidatos, salvo de aquellos a los que ha señalado con su dedo el propio Mauricio Macri, como fue el caso de Facundo Garretón.
Se termina un año violento. No hubo entendimientos. Comienza otro, el de la esperanza. Cada candidato, del color, partido o ideología que sea abre un camino de ilusión, que los obliga a un compromiso responsable con la ciudadanía, que más allá de sus pasiones debe necesitar reglas claras, sin atajos ni estupefacientes que las debiliten.
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