Tres hijas pobres del alperovichismo

El Festival de Cine “Gerardo Vallejo” cambiará su fecha habitual y saltará al primer semestre de 2015. No es el único cambio que prepara el año que recibiremos dentro de un puñado de horas. De ser posible, el Ente de Cultura movería al Septiembre Musical bien lejos de la programada andanada de votaciones, porque cae en plena línea de fuego electoral. Con la cantidad de recursos que el Estado movilizaría en propaganda, punteros, bolsones y remises, ¿qué puede quedar para el resto? Alguien tendrá que apagar la luz en las oficinas públicas y nadie quiere ser el último.

Hay tres áreas en las que alperovichismo es sinónimo de década perdida: cultura, turismo y deportes. El orden no altera el producto ni está referido a las capacidades de los funcionarios de turno. Son galaxias que al telescopio de Casa de Gobierno no le interesa enfocar porque nunca figuraron en la esencia del proyecto. Por ejemplo, en educación y seguridad sí se manifestó una preocupación traducida en recursos y planificación. Si se lo hizo bien o mal es otro plano de la discusión.

Cultura, turismo y deportes caminaron como hermanitas desvalidas por el Tucumán del siglo XXI. Y ni siquiera lo hicieron juntas; recelosas, aprendieron a mirarse de reojo mientras buscaban un mimo del todopoderoso papá de San Martín y 25 de Mayo. Pero papá prefirió abrir la billetera en otras habitaciones del hogar provincial, así que cada una se arregló con lo poco que le tocó.

Una pequeña historia vale más que mil metáforas, Se aproximaba la inauguración del teatro Mercedes Sosa y durante meses giraba la perinola. ¿Quién lo administraría? ¿Cultura o Turismo? Lobby va, lobby viene, la Secretaría General de la Gobernación se quedó con la torta completa y el año se termina con el ex Plaza devenido ente autárquico. Sí, igual que Cultura y que Turismo.

Alperovich podrá jactarse de las decenas de hoteles inaugurados durante su mandato. Pero no consiguió que los taxistas se corran un par de metros para no asfixiar a los pasajeros en el aeropuerto (¿y qué hay de los embotellamientos frente a las cabinas de peaje?). O que la provincia no sea una de las más sucias de la Argentina. La pregunta para el gobernador que dentro de unos meses deberá desatornillarse del sillón de Lucas Córdoba es: ¿qué somos turísticamente hablando? ¿Historia? ¿Convenciones? ¿Deportes extremos? ¿Montañas? La mezcla de eso es un híbrido y la hibridez implica carencia de identidad. El “producto Tucumán” que tanto se pide duerme, posiblemente, en alguna bonita carpeta. La única verdad, como decía el General, es la realidad de que para viajar de Tafí del Valle a Amaicha hay que contar con un auto de rally.

En algún punto del devenir histórico tucumano se armará una mesa con representantes de turismo, de deportes y de cultura. Quedará invitado, de paso, el flamante Mercedes Sosa. De allí surgirá un calendario anual equilibrado, potenciado por cada área. Sin un fin de semana anémico al que sigue otro colmado de actividades. Un calendario aprovechado al máximo e inteligentemente vendido. Una mesa amplia y plural, en la que pueden integrarse las cámaras que despotrican por la carencia de políticas eficientes; los artistas independientes, que tanto tienen para decir y ofrecer; las asociaciones y clubes. No puede ser tan complicado ponerse de acuerdo. Durante la larga década alperovichista no fue posible.

Ramón Ortega encastró a Tucumán en el mapa deportivo nacional. Se organizaron rallies, peleas por títulos mundiales; hasta vino Gabriela Sabatini a jugar la Copa Federación de tenis. Todo muy lindo, pero a la provincia no le quedó nada. Era un concepto netamente neoliberal, se suponía que habría un “efecto derrame” que despertaría el masivo interés de los tucumanos y activaría la maquinaria. A Alperovich, que fue dirigente deportivo (del automovilismo, del club Independiente), ni siquiera le interesó apropiarse de la pátina de popularidad que suelen propocionar los baños de multitudes. No le hizo falta. La infraestructura deportiva tucumana es sencillamente obsoleta.

Eso sí: el gobernador y su familia le pusieron el pecho a cada campaña de Atlético. El sólido respaldo económico que recibió el club durante todos estos años, ¿surgió del bolsillo de Alperovich o de las arcas públicas? El problema es que el ascenso que parecía asegurado se escurrió como arena entre los dedos y a los “decanos”, como a las hermanitas desvalidas de la gestión, 2015 puede recibirlos con la mala noticia de una caja fuerte cerrada a cal y canto.

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