El 9 de Julio de 2016, en cuenta regresiva

Falta cada vez menos. En un año y siete meses, los tucumanos y los argentinos estaremos celebrando el bicentenario de la declaración de nuestra independencia. Los festejos de un acontecimiento de tanta importancia suelen prepararse con la debida anticipación en otros lugares. Estos no solo consisten en la presentación de espectáculos artísticos, sino que también suelen inaugurarse obras públicas que queden como símbolos de la celebración.

Considerando que el tiempo transcurre rápidamente, con buen criterio, la Legislatura sancionó la ley provincial N° 7649 el 15 de marzo de 2006, por la que se creaba el Ente Provincial Bicentenario Tucumán 2016, con carácter de entidad autárquica, con patrimonio propio y con plena capacidad para ejercer derechos y contraer obligaciones, que se relacionaría con el Poder Ejecutivo a través de la Secretaría General de la Gobernación. Sin embargo, este ente nunca llegó a constituirse.

En diciembre de 2013, la Fundación Miguel Lillo impulsó la firma de un documento para diseñar proyectos de trabajo, que fue rubricado por la Federación Económica de Tucumán, la Sociedad Rural, el Arzobispado, la CGT-Regional Tucumán y la Fundación Lillo. Se proponía, entre otras ideas, declarar a San Miguel de Tucumán como capital de la República durante todo julio de 2016; la construcción de un entorno histórico para jerarquizar la manzana de la Casa Histórica; acciones que apuntaran a embellecer Tucumán para recuperar el Jardín de la República; la realización de los congresos Mundial de Derecho Constitucional y Nacional de Historia; una construcción conmemorativa del Bicentenario, con un proyecto donado por el arquitecto César Pelli; la realización de una exposición nacional en la Sociedad Rural, así como una feria de todas las colectividades que pueblan la provincia y la implementación en la educación primaria, secundaria y universitaria de la puesta en valor de la cultura del Bicentenario. Se iba a invitar al sector público a sumarse a esta convocatoria.

En el centenario de la declaración de la independencia, Tucumán debió batirse prácticamente en soledad. En 1916, el salteño Victorino de la Plaza era el presidente -era el vice de Roque Sáenz Peña y al morir este en 1914, lo reemplazó- y no simpatizaba con Tucumán, tanto que a los actos centrales no vino; envió al ministro de Instrucción Pública. El Gobierno nacional no apoyó en nada a la administración de Ernesto Padilla, que, sin embargo, se las ingenió para inaugurar varias obras. Se habilitó el tranvía rural que unía la ciudad con el pie del cerro, y en el campo de la cultura, trajo al célebre compositor francés Camille Saint-Saëns, al filósofo José Ortega y Gasset, que vino con padre, y al barítono italiano Titta Ruffo. Un año antes, Padilla había fundado la Caja Popular de Ahorros y había traído al gran tenor Enrico Caruso.

En otras ocasiones, hemos señalado la importancia de que Tucumán aproveche el acontecimiento para presentar proyectos de obras indispensables para la provincia que requieren el apoyo de la Nación para su concreción, y evitar que suceda lo que ocurrió con el centenario. Han transcurrido casi nueve años desde la sanción de la ley N° 7649, y el ente nunca se constituyó. Ello es un reflejo del escaso o nulo interés que este gobierno le da al bicentenario, tal vez razón se deba que no estará en el poder en 2016, y si así fueron sería una expresión de ingratitud con el pueblo tucumano.

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