10 Enero 2015
El ataque mortal contra el semanario francés que satirizaba al Islam podría alimentar los crecientes movimientos antiinmigración en Europa y exacerbar una “guerra cultural” sobre el lugar de la religión y la identidad étnica en la sociedad. La primera reacción en Francia al asesinato de 12 personas en las oficinas de Charlie Hebdo a manos de dos hombres que gritaron expresiones islámicas fue una ola de respaldo a la unidad nacional y la libertad de expresión.
Pero eso parece ser poco más que un cese al fuego momentáneo en un país con problemas económicos y alto desempleo. Francia tiene la mayor población musulmana de Europa y está sumida en un virulento debate sobre la identidad nacional y el papel del Islam. “Este ataque seguramente acentuará la creciente islamofobia en Francia”, advirtió Olivier Roy, especialista en Oriente Medio del Instituto Universitario Europeo en Florencia.
Un libro del periodista Eric Zemmour, “Le suicide francais” (El suicidio francés) argumenta que la inmigración musulmana masiva es uno de los factores que está destruyendo los valores seculares de Francia. El lanzamiento del año es una novela del polémico escritor Michel Houellebecq que imagina un presidente musulmán que llega al poder en el 2022 y refuerza la enseñanza religiosa en las escuelas y la poligamia en Francia, además de prohibir que las mujeres trabajen. Esa agitación intelectual se ha mezclado con la ansiedad pública sobre la radicalización de cientos de musulmanes franceses que se han unido al grupo extremista Estado Islámico en Siria e Irak (ISIS) y que las autoridades de seguridad temen que regresen al país para causar una masacre.
El Frente Nacional de extrema derecha no perdió tiempo en relacionar al ataque más mortal de violencia política en décadas a la inmigración e hizo un llamamiento para realizar un referendo para restaurar la pena de muerte. Pero el destacado imán francés Hassen Chalghoumi dijo que la manera correcta de contrarrestar los asesinatos en Charlie Hebdo no era a través del derramamiento de sangre o el odio. La líder ultraderechista Marine Le Pen, quien según encuestas ganaría una primera vuelta si se realizaran elecciones presidenciales en este momento, aseguró que el “fundamentalismo islámico” había declarado la guerra a Francia y que eso demandaba una acción firme y efectiva.
Si bien fue cauta en distinguir entre los ciudadanos musulmanes que comparten los valores franceses y “aquellos que matan en nombre del Islam”, su padre, el fundador del Frente Nacional, Jean-Marie Le Pen, y su segundo, Florian Philippot, fueron menos moderados. “Quien diga que el islamismo radical no tiene nada que ver con la inmigración vive en otro planeta”, dijo Philippot. Imanes oraron fuera de las oficinas de Charlie Hebdo y líderes islámicos instaron a sus fieles a sumarse al luto nacional por las víctimas, cuyas caricaturas del Profeta Mahoma habían enfurecido a muchos musulmanes en el pasado. Pero, en lo que parecían ser ataques en venganza, personas dispararon contra una mezquita en Le Mans, y una explosión destruyó una tienda de kebabs junto a una mezquita en Villefranche-sur-Saone. El presidente Francois Hollande viene exhortando a los franceses a aceptar la inmigración como una ayuda económica y cultural y no convertir a los inmigrantes en el chivo expiatorio de los problemas económicos.
Pero eso parece ser poco más que un cese al fuego momentáneo en un país con problemas económicos y alto desempleo. Francia tiene la mayor población musulmana de Europa y está sumida en un virulento debate sobre la identidad nacional y el papel del Islam. “Este ataque seguramente acentuará la creciente islamofobia en Francia”, advirtió Olivier Roy, especialista en Oriente Medio del Instituto Universitario Europeo en Florencia.
Un libro del periodista Eric Zemmour, “Le suicide francais” (El suicidio francés) argumenta que la inmigración musulmana masiva es uno de los factores que está destruyendo los valores seculares de Francia. El lanzamiento del año es una novela del polémico escritor Michel Houellebecq que imagina un presidente musulmán que llega al poder en el 2022 y refuerza la enseñanza religiosa en las escuelas y la poligamia en Francia, además de prohibir que las mujeres trabajen. Esa agitación intelectual se ha mezclado con la ansiedad pública sobre la radicalización de cientos de musulmanes franceses que se han unido al grupo extremista Estado Islámico en Siria e Irak (ISIS) y que las autoridades de seguridad temen que regresen al país para causar una masacre.
El Frente Nacional de extrema derecha no perdió tiempo en relacionar al ataque más mortal de violencia política en décadas a la inmigración e hizo un llamamiento para realizar un referendo para restaurar la pena de muerte. Pero el destacado imán francés Hassen Chalghoumi dijo que la manera correcta de contrarrestar los asesinatos en Charlie Hebdo no era a través del derramamiento de sangre o el odio. La líder ultraderechista Marine Le Pen, quien según encuestas ganaría una primera vuelta si se realizaran elecciones presidenciales en este momento, aseguró que el “fundamentalismo islámico” había declarado la guerra a Francia y que eso demandaba una acción firme y efectiva.
Si bien fue cauta en distinguir entre los ciudadanos musulmanes que comparten los valores franceses y “aquellos que matan en nombre del Islam”, su padre, el fundador del Frente Nacional, Jean-Marie Le Pen, y su segundo, Florian Philippot, fueron menos moderados. “Quien diga que el islamismo radical no tiene nada que ver con la inmigración vive en otro planeta”, dijo Philippot. Imanes oraron fuera de las oficinas de Charlie Hebdo y líderes islámicos instaron a sus fieles a sumarse al luto nacional por las víctimas, cuyas caricaturas del Profeta Mahoma habían enfurecido a muchos musulmanes en el pasado. Pero, en lo que parecían ser ataques en venganza, personas dispararon contra una mezquita en Le Mans, y una explosión destruyó una tienda de kebabs junto a una mezquita en Villefranche-sur-Saone. El presidente Francois Hollande viene exhortando a los franceses a aceptar la inmigración como una ayuda económica y cultural y no convertir a los inmigrantes en el chivo expiatorio de los problemas económicos.