10 Enero 2015
“Nunca creí que vería a Hebe de Bonafini abrazada con Milani”
El magistrado Daniel Bejas recibió ayer a Marcela Brizuela de Ledo y a Graciela Ledo. “Pedimos al juez que sea justo y que no se deje presionar por el poder”, expresaron La madre del soldado Ledo dijo que lucha hace 38 años, y que no negociará ni claudicará
Con pañuelo blanco y bastón, la riojana Marcela Brizuela de Ledo (83 años) se presentó este viernes por primera vez en el Juzgado Federal N°1 de Tucumán desde que empezó el trámite de la denuncia de la desaparición de su hijo Alberto. Apoyada en el brazo de su hija Graciela, fue y vino por el pasillo desde la Secretaría de Derechos Humanos hasta el despacho del juez Daniel Bejas. Pese a que no tenían audiencia pactada, el magistrado atendió a las familiares del conscripto. Sólo ellas dos ingresaron a la oficina -la abogada María Elisa Reinoso prefirió no participar- y allí estuvieron por espacio de media hora.
En el corredor vacío por la feria de verano quedaron a la espera Reinoso; el también riojano Rogelio De Leonardi, secretario de Derechos Humanos de la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina, y los militantes locales de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, Dardo González y Alcira Vieyra, entre otros. Ese grupo soltó un primer aplauso cuando las mujeres salieron de la audiencia con el juez y mientras la prensa armaba una ronda alrededor de ellas. Entonces la madre explicó: “Bejas dijo que el juicio de mi hijo está encaminado”.
Según Brizuela de Ledo, el juez aseguró que, pese a que debe atender otras megacausas, como la investigación del “Operativo Independencia”, se está ocupando del caso “Ledo”. “No lo notamos molesto y le agradezco que nos haya recibido, pero yo le dije que quiero saber qué pasó con mi hijo y que tengamos justicia”, comentó la mamá del soldado que desapareció en Monteros, en 1976, mientras cumplía el servicio militar a las órdenes de César Milani, entonces subteniente y actual jefe del Ejército ascendido por este Gobierno, y del hoy ex capitán Esteban Sanguinetti (tiene procesamiento confirmado y aguarda el resultado de la pesquisa en prisión preventiva domiciliaria).
“Bejas nos comentó que quiere ir caminando sobre terreno seguro para evitar que en el futuro haya incidentes”, añadió la hija. Con tranquilidad, la hermana de la víctima dijo que su familia apoyaba al fiscal federal N°1, Carlos Brito, que el 22 de diciembre pidió al magistrado que cite a Milani a prestar declaración indagatoria. “Consideramos que Brito (que fue recusado por la defensa del jefe del Ejército) hizo lo que correspondía. Pedimos al juez que sea justo y que no se deje presionar por el poder”, dijo.
Después de esa intervención, la madre de Ledo recuperó la palabra y, también sin perder la compostura, denunció: “Milani es un traidor, un represor y un genocida. No hay diferencias entre él y (el ex dictador) Jorge Rafael Videla”.
Un estudiante, una escuela
Las querellantes riojanas decidieron visitar al juez federal N°1 en un día especial: a las 10 de ayer, el juzgado celebró la audiencia prevista para la hipótesis de la recusación con los defensores de Milani, Adolfo Bertini y Manuel Bonnin, y el fiscal Brito. “Hice un esfuerzo para trasladarme porque sufro de la rodilla”, dijo Brizuela de Ledo. Y añadió: “nuestra familia es humilde. Nosotras no recibimos subsidios ni subvenciones. Luchamos desde hace 38 años contra la impunidad, y no vamos a negociar ni a claudicar”.
De blusa negra con estampado blanco, pantalón oscuro y anteojos, la mujer reconoció que era difícil militar en la filial de La Rioja de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo, que cofundó Hebe de Bonafini, polémica dirigente afín al kirchnerismo. “Siento la soledad en la organización a la que pertenezco”, admitió. Y añadió: “algunos sectores de los derechos humanos desgraciadamente no nos acompañan. Yo nunca creí que vería a Bonafini abrazada con Milani. Nuestros hijos jamás hubiesen querido eso”. Después de tomar aire, redondeó la idea: “estamos hablando de un militar imputado, que tiene cargos en su contra y que maneja la información de inteligencia”.
Al momento de los hechos y según el dictamen de Brito, Alberto Ledo tenía 20 años; estudiaba la Licenciatura en Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán, y militaba en los grupos juveniles que animaba monseñor Enrique Angelelli y en centros estudiantiles. El 20 de mayo de 1976, Ledo fue trasladado a Monteros para refaccionar una escuela; el 4 de julio, su madre viajó para ver a su hijo, que había cumplido años dos días antes, y halló que este no estaba en la base desde el 17 de junio. “Nosotras sentimos que ha pasado tiempo suficiente para que la Justicia actúe. Pero nos toca seguir esperando porque no vamos a abandonar en este punto. ¿Cómo voy a dejar esta lucha a medias?”, interrogó Brizuela de Ledo. Dicho lo dicho, se calló y las cámaras se apagaron. Y en el lugar en el que estaba, lloró. Graciela Ledo la abrazó y hubo otro aplauso, el segundo y último de la mañana en los Tribunales Federales de Tucumán.
En el corredor vacío por la feria de verano quedaron a la espera Reinoso; el también riojano Rogelio De Leonardi, secretario de Derechos Humanos de la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina, y los militantes locales de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, Dardo González y Alcira Vieyra, entre otros. Ese grupo soltó un primer aplauso cuando las mujeres salieron de la audiencia con el juez y mientras la prensa armaba una ronda alrededor de ellas. Entonces la madre explicó: “Bejas dijo que el juicio de mi hijo está encaminado”.
Según Brizuela de Ledo, el juez aseguró que, pese a que debe atender otras megacausas, como la investigación del “Operativo Independencia”, se está ocupando del caso “Ledo”. “No lo notamos molesto y le agradezco que nos haya recibido, pero yo le dije que quiero saber qué pasó con mi hijo y que tengamos justicia”, comentó la mamá del soldado que desapareció en Monteros, en 1976, mientras cumplía el servicio militar a las órdenes de César Milani, entonces subteniente y actual jefe del Ejército ascendido por este Gobierno, y del hoy ex capitán Esteban Sanguinetti (tiene procesamiento confirmado y aguarda el resultado de la pesquisa en prisión preventiva domiciliaria).
“Bejas nos comentó que quiere ir caminando sobre terreno seguro para evitar que en el futuro haya incidentes”, añadió la hija. Con tranquilidad, la hermana de la víctima dijo que su familia apoyaba al fiscal federal N°1, Carlos Brito, que el 22 de diciembre pidió al magistrado que cite a Milani a prestar declaración indagatoria. “Consideramos que Brito (que fue recusado por la defensa del jefe del Ejército) hizo lo que correspondía. Pedimos al juez que sea justo y que no se deje presionar por el poder”, dijo.
Después de esa intervención, la madre de Ledo recuperó la palabra y, también sin perder la compostura, denunció: “Milani es un traidor, un represor y un genocida. No hay diferencias entre él y (el ex dictador) Jorge Rafael Videla”.
Un estudiante, una escuela
Las querellantes riojanas decidieron visitar al juez federal N°1 en un día especial: a las 10 de ayer, el juzgado celebró la audiencia prevista para la hipótesis de la recusación con los defensores de Milani, Adolfo Bertini y Manuel Bonnin, y el fiscal Brito. “Hice un esfuerzo para trasladarme porque sufro de la rodilla”, dijo Brizuela de Ledo. Y añadió: “nuestra familia es humilde. Nosotras no recibimos subsidios ni subvenciones. Luchamos desde hace 38 años contra la impunidad, y no vamos a negociar ni a claudicar”.
De blusa negra con estampado blanco, pantalón oscuro y anteojos, la mujer reconoció que era difícil militar en la filial de La Rioja de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo, que cofundó Hebe de Bonafini, polémica dirigente afín al kirchnerismo. “Siento la soledad en la organización a la que pertenezco”, admitió. Y añadió: “algunos sectores de los derechos humanos desgraciadamente no nos acompañan. Yo nunca creí que vería a Bonafini abrazada con Milani. Nuestros hijos jamás hubiesen querido eso”. Después de tomar aire, redondeó la idea: “estamos hablando de un militar imputado, que tiene cargos en su contra y que maneja la información de inteligencia”.
Al momento de los hechos y según el dictamen de Brito, Alberto Ledo tenía 20 años; estudiaba la Licenciatura en Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán, y militaba en los grupos juveniles que animaba monseñor Enrique Angelelli y en centros estudiantiles. El 20 de mayo de 1976, Ledo fue trasladado a Monteros para refaccionar una escuela; el 4 de julio, su madre viajó para ver a su hijo, que había cumplido años dos días antes, y halló que este no estaba en la base desde el 17 de junio. “Nosotras sentimos que ha pasado tiempo suficiente para que la Justicia actúe. Pero nos toca seguir esperando porque no vamos a abandonar en este punto. ¿Cómo voy a dejar esta lucha a medias?”, interrogó Brizuela de Ledo. Dicho lo dicho, se calló y las cámaras se apagaron. Y en el lugar en el que estaba, lloró. Graciela Ledo la abrazó y hubo otro aplauso, el segundo y último de la mañana en los Tribunales Federales de Tucumán.