18 Enero 2015
El descomunal cambio del precios del petróleo está provocando serios impactos en la economía de muchos países, incluidos la Argentina. Aún hay muchas preguntas sin respuestas, como por ejemplo, ¿cuál es el precio piso en la actual coyuntura?, ¿cuánto tiempo durará este contexto?, ¿volveremos a tener altos valores como en el pasado?, ¿se reducirá el precio del combustible para público y empresas?, ¿la empresas petroquímicas y otros que tienen como principal insumo el petróleo, bajarán sus precios? Las respuestas a esas interrogantes nos podrían anticipar el nivel de los efectos en cada país y en sus regiones, tanto regional como global.
En la Argentina, este cambio abrupto podría tener efectos positivos directos en los costos de generación de energía, en el transporte, en los costos en la industria de agroquímicos, pero también podría incidir en el valor de otras producciones vinculadas, como la fabricación de biocombustibles de caña de azúcar, soja y maíz. Esas tres últimas actividades económicas son muy importantes en el Mercosur, el NOA y en Tucumán, ya que generan gran parte de los ingresos genuinos que movilizan la economía. Es que tienen un importante efecto multiplicador en el resto de las actividades. Aún más, la región es muy competitiva a nivel mundial con sus costos operativos.
La producción de bioetanol de caña de azúcar se convirtió en un vital destino de los excedentes de la agroindustria azucarera, ayudando a reducir las sobreofertas en la producción tucumana y de las provincias azucareras, que tantos problemas han generado en el NOA.
Opiniones calificadas hacen referencia a que la sobreoferta de petróleo se extenderá durante 2015 y 2016. Y que, posteriormente, el precio retomaría su valor de largo plazo, lo que refleja la real tendencia del inevitable agotamiento de este recurso.
No obstante, se registraron notables avances y grandes inversiones en investigación y desarrollo de energías alternativas, como el hidrogeno, solar, eólica, nuclear, biocombustibles, entre otros. Por todo esto, sería muy importante que las políticas energéticas del Gobierno nacional mantengan los programas de largo plazo vigentes para el desarrollo de recursos alternativos renovables, limpias y competitivas.
Esos programas tienen una alta tasa económica de retorno, a nivel país, como lo han mostrado los consistentes y exitosos (en lo económico y en tecnológico) emprendimientos de bioetanol de maíz y de caña de azúcar de Estados Unidos y Brasil (el sector sucroalcoholero abastece el 16% de su matriz energética).
Nuestro país no puede repetir los errores del pasado, donde los cambios de gobiernos y/o lobby de competidores de esos sectores provocaron la muerte de programas similares, con gran daño a los productores y sus economías regionales.
De hecho, la Argentina y Brasil, con un tipo de cambio de mercado y con un precio del barril de petróleo entre los U$S 50 y U$S 60, podrían producir bioetanol con precios competitivos a los de las naftas. Hoy, en ambos países hay un fuerte atraso cambiario y alta presión impositiva que encarecen los costos de producción.
Los sectores de caña, maíz y soja del NOA, vinculados a la producción de biocombustibles, no podrían soportar el doble ajuste originado en el atraso cambiario vigente y en la baja del precio de los biocombustibles.
En efecto, el Gobierno dio una señal interesante de racionalidad al garantizar un precio mínimo al petróleo producido en nuestro país durante esta anormal coyuntura mundial. Esa resolución nos anticipa también que no debería esperarse, en nuestro mercado interno, reducciones significativas de precios en moneda constante en las naftas y gasoil; en fertilizantes; pesticidas, plásticos; gomas y otros productos derivados del petróleo. En electricidad y gas tampoco, ya que los precios tienen subsidios. Pero si es de esperar que estos productos y servicios continúen aumentando sus precios al ritmo de la inflación.
Entre otros impactos que provocará el nuevo contexto energético merecen destacarse: una fuerte reducción en los altos subsidios que tiene el Gobierno nacional para el consumo de energía eléctrica, de gas y el transporte público; una mayor competencia en los alimentos y productos industriales, desde los países que trasladen esta efecto a los precios; y una suspensión o demoras en las inversiones para proyectos energéticos petroleros o de combustibles renovables.
En la Argentina, este cambio abrupto podría tener efectos positivos directos en los costos de generación de energía, en el transporte, en los costos en la industria de agroquímicos, pero también podría incidir en el valor de otras producciones vinculadas, como la fabricación de biocombustibles de caña de azúcar, soja y maíz. Esas tres últimas actividades económicas son muy importantes en el Mercosur, el NOA y en Tucumán, ya que generan gran parte de los ingresos genuinos que movilizan la economía. Es que tienen un importante efecto multiplicador en el resto de las actividades. Aún más, la región es muy competitiva a nivel mundial con sus costos operativos.
La producción de bioetanol de caña de azúcar se convirtió en un vital destino de los excedentes de la agroindustria azucarera, ayudando a reducir las sobreofertas en la producción tucumana y de las provincias azucareras, que tantos problemas han generado en el NOA.
Opiniones calificadas hacen referencia a que la sobreoferta de petróleo se extenderá durante 2015 y 2016. Y que, posteriormente, el precio retomaría su valor de largo plazo, lo que refleja la real tendencia del inevitable agotamiento de este recurso.
No obstante, se registraron notables avances y grandes inversiones en investigación y desarrollo de energías alternativas, como el hidrogeno, solar, eólica, nuclear, biocombustibles, entre otros. Por todo esto, sería muy importante que las políticas energéticas del Gobierno nacional mantengan los programas de largo plazo vigentes para el desarrollo de recursos alternativos renovables, limpias y competitivas.
Esos programas tienen una alta tasa económica de retorno, a nivel país, como lo han mostrado los consistentes y exitosos (en lo económico y en tecnológico) emprendimientos de bioetanol de maíz y de caña de azúcar de Estados Unidos y Brasil (el sector sucroalcoholero abastece el 16% de su matriz energética).
Nuestro país no puede repetir los errores del pasado, donde los cambios de gobiernos y/o lobby de competidores de esos sectores provocaron la muerte de programas similares, con gran daño a los productores y sus economías regionales.
De hecho, la Argentina y Brasil, con un tipo de cambio de mercado y con un precio del barril de petróleo entre los U$S 50 y U$S 60, podrían producir bioetanol con precios competitivos a los de las naftas. Hoy, en ambos países hay un fuerte atraso cambiario y alta presión impositiva que encarecen los costos de producción.
Los sectores de caña, maíz y soja del NOA, vinculados a la producción de biocombustibles, no podrían soportar el doble ajuste originado en el atraso cambiario vigente y en la baja del precio de los biocombustibles.
En efecto, el Gobierno dio una señal interesante de racionalidad al garantizar un precio mínimo al petróleo producido en nuestro país durante esta anormal coyuntura mundial. Esa resolución nos anticipa también que no debería esperarse, en nuestro mercado interno, reducciones significativas de precios en moneda constante en las naftas y gasoil; en fertilizantes; pesticidas, plásticos; gomas y otros productos derivados del petróleo. En electricidad y gas tampoco, ya que los precios tienen subsidios. Pero si es de esperar que estos productos y servicios continúen aumentando sus precios al ritmo de la inflación.
Entre otros impactos que provocará el nuevo contexto energético merecen destacarse: una fuerte reducción en los altos subsidios que tiene el Gobierno nacional para el consumo de energía eléctrica, de gas y el transporte público; una mayor competencia en los alimentos y productos industriales, desde los países que trasladen esta efecto a los precios; y una suspensión o demoras en las inversiones para proyectos energéticos petroleros o de combustibles renovables.