Por Marcelo Aguaysol
17 Febrero 2015
Siete es el número deseado y hasta cabalístico. Siete es el porcentaje de la población económicamente activa que, durante 2014, no pudo insertarse al mercado de trabajo en la Argentina. Del 7% es la cifra que lanzó hace unos días el ministro de Economía de la Nación, Axel Kicillof, al contestar de cuánto había sido el índice de desocupación del país al cierre del cuarto trimestre del año pasado.
Transportado al ámbito tucumano, el porcentaje podría ser el techo al que aspira la gestión del gobernador José Alperovich para la tasa de desempleo del Gran Tucumán-Tafí Viejo. El dato será revelado mañana por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec). Como cifra de referencia, 2013 había cerrado con una tasa del 4,9% para el principal aglomerado urbano provincial.
El freno de la economía argentina durante el año pasado dejó como saldo una baja de 2.500 puestos de trabajo en el sector privado formal en Tucumán, de acuerdo con los datos del Sistema Integrado de Jubilaciones y Pensiones. También un nivel de desocupación del 6,2% (dato al tercer trimestre de 2014), que significó que 25.000 tucumanos no pudieron conseguir empleos. La población laboral de las empresas llegó a 169.012 puestos al tercer trimestre de 2014, mientras que en igual período de 2013, el sistema reportó 171.495 empleos. No sólo se ha evidenciado un estancamiento, sino también un freno en ciertas bonificaciones que las compañías otorgaban a sus trabajadores. Además de la baja de la facturación, los empresarios se quejaron del incremento del costo salarial que, según las estadísticas oficiales, subió de $ 7.386 a $ 10.658 mensuales, tomando los promedios declarados por la actividad como aportes y contribuciones del personal.
De todas maneras, no todas son malas noticias para los empleados privados. Tucumán ha dejado los últimos puestos en el ranking salarial, de acuerdo con el informe sobre la Distribución Funcional del Ingreso, elaborado por el Indec. Así, un empleado privado de la provincia cobró, en promedio, $ 7.532 mensuales de bolsillo (remuneración neta), ubicándose en el puesto 16 tomando en cuenta las 23 provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Tucumán no podía salir de los últimos tres puestos en esa nómina de ingresos netos. Claro que la peor parte se la siguen llevando los empleados privados que residen en Santiago del Estero: siguen teniendo la peor remuneración del país, con $ 6.657 mensuales promedio. Ni los tucumanos, ni los santiagueños y, aún más, los trabajadores privados que residen en Capital Federal (cobran poco más de $ 11.000) pueden pensar en llegar a la remuneración neta que percibe un empleado de las empresas instaladas en Santa Cruz ($ 20.082 mensuales). Vale aclarar que las asimetrías no sólo se dan en el nivel de ingresos, sino también en el costo de vida por regiones.
La carrera contra la inflación
El año pasado cerró con un incremento de los salarios nominales del 33,7%, algo que el Gobierno nacional presentó como una victoria del ingreso sobre la inflación oficial (en torno del 24% anual). Sin embargo, los asalariados formales ganaron por debajo del promedio, con un 31,5%. Mientras que el sector público, que contribuyó a sostener la empleabilidad en la Argentina de la recesión, obtuvo una suba global del 33,9%. El mismo reporte estadístico nacional ha dado cuenta que, el año anterior, el sector que mejor aumento alcanzó fue el informal, con un 40% de expansión nominal. Eso constituye una clara muestra sobre el incremento del trabajo en negro en la Argentina, más allá de los controles oficiales. También es la confirmación de por qué Tucumán registra una tasa del 47% de informalidad laboral, una de las más altas del país. Claro que eso solo alimenta la precariedad, la falta de acceso a los beneficios previsionales y la cobertura de obra social para una vasta población laboral. Pero para que eso desaparezca, es necesario reconstruir una sociedad entre el sector público y los privados, de tal manera de propiciar políticas que tiendan a facilitar la incorporación de personas al mercado y, como contrapartida, las empresas deberían sostener en el tiempo al capital humano.
La construcción colectiva es la base de los consensos de largo plazo. Y esa meta no debe quedar en un papel con innumerables firmas ilustres, sino volcarse en la acción. A Tucumán le sobran Recursos Humanos, pero aún adolece de programas de largo plazo para el mejor uso de las capacidades laborales en un distrito de amplio espectro académico.
Transportado al ámbito tucumano, el porcentaje podría ser el techo al que aspira la gestión del gobernador José Alperovich para la tasa de desempleo del Gran Tucumán-Tafí Viejo. El dato será revelado mañana por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec). Como cifra de referencia, 2013 había cerrado con una tasa del 4,9% para el principal aglomerado urbano provincial.
El freno de la economía argentina durante el año pasado dejó como saldo una baja de 2.500 puestos de trabajo en el sector privado formal en Tucumán, de acuerdo con los datos del Sistema Integrado de Jubilaciones y Pensiones. También un nivel de desocupación del 6,2% (dato al tercer trimestre de 2014), que significó que 25.000 tucumanos no pudieron conseguir empleos. La población laboral de las empresas llegó a 169.012 puestos al tercer trimestre de 2014, mientras que en igual período de 2013, el sistema reportó 171.495 empleos. No sólo se ha evidenciado un estancamiento, sino también un freno en ciertas bonificaciones que las compañías otorgaban a sus trabajadores. Además de la baja de la facturación, los empresarios se quejaron del incremento del costo salarial que, según las estadísticas oficiales, subió de $ 7.386 a $ 10.658 mensuales, tomando los promedios declarados por la actividad como aportes y contribuciones del personal.
De todas maneras, no todas son malas noticias para los empleados privados. Tucumán ha dejado los últimos puestos en el ranking salarial, de acuerdo con el informe sobre la Distribución Funcional del Ingreso, elaborado por el Indec. Así, un empleado privado de la provincia cobró, en promedio, $ 7.532 mensuales de bolsillo (remuneración neta), ubicándose en el puesto 16 tomando en cuenta las 23 provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Tucumán no podía salir de los últimos tres puestos en esa nómina de ingresos netos. Claro que la peor parte se la siguen llevando los empleados privados que residen en Santiago del Estero: siguen teniendo la peor remuneración del país, con $ 6.657 mensuales promedio. Ni los tucumanos, ni los santiagueños y, aún más, los trabajadores privados que residen en Capital Federal (cobran poco más de $ 11.000) pueden pensar en llegar a la remuneración neta que percibe un empleado de las empresas instaladas en Santa Cruz ($ 20.082 mensuales). Vale aclarar que las asimetrías no sólo se dan en el nivel de ingresos, sino también en el costo de vida por regiones.
La carrera contra la inflación
El año pasado cerró con un incremento de los salarios nominales del 33,7%, algo que el Gobierno nacional presentó como una victoria del ingreso sobre la inflación oficial (en torno del 24% anual). Sin embargo, los asalariados formales ganaron por debajo del promedio, con un 31,5%. Mientras que el sector público, que contribuyó a sostener la empleabilidad en la Argentina de la recesión, obtuvo una suba global del 33,9%. El mismo reporte estadístico nacional ha dado cuenta que, el año anterior, el sector que mejor aumento alcanzó fue el informal, con un 40% de expansión nominal. Eso constituye una clara muestra sobre el incremento del trabajo en negro en la Argentina, más allá de los controles oficiales. También es la confirmación de por qué Tucumán registra una tasa del 47% de informalidad laboral, una de las más altas del país. Claro que eso solo alimenta la precariedad, la falta de acceso a los beneficios previsionales y la cobertura de obra social para una vasta población laboral. Pero para que eso desaparezca, es necesario reconstruir una sociedad entre el sector público y los privados, de tal manera de propiciar políticas que tiendan a facilitar la incorporación de personas al mercado y, como contrapartida, las empresas deberían sostener en el tiempo al capital humano.
La construcción colectiva es la base de los consensos de largo plazo. Y esa meta no debe quedar en un papel con innumerables firmas ilustres, sino volcarse en la acción. A Tucumán le sobran Recursos Humanos, pero aún adolece de programas de largo plazo para el mejor uso de las capacidades laborales en un distrito de amplio espectro académico.