Por Carlos Páez de la Torre H
06 Marzo 2015
BARTOLOMÉ MITRE. En esta borrosa imagen, el general aparece de pie al centro, junto a la silla de la tucumana Lola Mora, que luce un vestido claro.
En un folleto de 1942, “Honores inconstitucionales”, el famoso docente de Tucumán, don José R. Fierro, abundó sobre un problema de 1901. Ese año, el general Bartolomé Mitre cumplía 80 años y se le tributaban grandes homenajes. En la Cámara de Diputados de la Nación, el representante de Tucumán, Silvano Bores, presentó un proyecto de ley por el cual se cambiaba el nombre de la calle porteña Piedad, por el de Bartolomé Mitre.
Solicitó Bores que su iniciativa se votara por aclamación, y así se hizo. Pero, al tratársela en particular, Pedro Sánchez –diputado por Corrientes- dijo que “bajo la influencia de la palabra elocuente del diputado Bores, no se me ha ocurrido pensar si el asunto era más bien de incumbencia municipal”. Se preguntaba si podía el Congreso bautizar calles.
El diputado Manuel Quintana replicó que “una de las grandes atribuciones del Congreso, atribución que no puede ni debe delegar en nadie, ni en el Poder Ejecutivo ni en la Municipalidad, es la de acordar honores a los grandes ciudadanos que han obligado la gratitud de las República por sus servicios eminentes”. Era, simplemente, ejercer “una función propia y exclusiva”.
El proyecto fue aprobado, y también lo aprobó el Senado casi por unanimidad. La única excepción fue el doctor Manuel Mantilla. Votó en contra, aclarando que Mitre era un “varón ilustre”, al que admiraba. Pero se trataba de un hombre que estaba vivo. Consideraba que el homenaje debe ser póstumo, porque “la austeridad republicana condena la deificación de los vivos”.
Solicitó Bores que su iniciativa se votara por aclamación, y así se hizo. Pero, al tratársela en particular, Pedro Sánchez –diputado por Corrientes- dijo que “bajo la influencia de la palabra elocuente del diputado Bores, no se me ha ocurrido pensar si el asunto era más bien de incumbencia municipal”. Se preguntaba si podía el Congreso bautizar calles.
El diputado Manuel Quintana replicó que “una de las grandes atribuciones del Congreso, atribución que no puede ni debe delegar en nadie, ni en el Poder Ejecutivo ni en la Municipalidad, es la de acordar honores a los grandes ciudadanos que han obligado la gratitud de las República por sus servicios eminentes”. Era, simplemente, ejercer “una función propia y exclusiva”.
El proyecto fue aprobado, y también lo aprobó el Senado casi por unanimidad. La única excepción fue el doctor Manuel Mantilla. Votó en contra, aclarando que Mitre era un “varón ilustre”, al que admiraba. Pero se trataba de un hombre que estaba vivo. Consideraba que el homenaje debe ser póstumo, porque “la austeridad republicana condena la deificación de los vivos”.
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