Por LA GACETA
07 Marzo 2015
Se suele decir que los artistas representan el alma de un pueblo. Así lo entienden muchas sociedades que sienten orgullo de ellos, y en consecuencia, los veneran y los reconocen constantemente. Son conscientes de que estos contribuyen a construir cotidianamente parte de la identidad del pueblo. En contrapartida, hay otras comunidades que olvidan con cierta frecuencia a sus hacedores de cultura y poco hacen para apoyar y difundir su obra. Eso es precisamente lo que está ocurriendo con la Orquesta Sinfónica de la UNT que, a lo largo de 67 años, supo construirse un prestigio propio; prestigio que hoy vuelve a ponerse en riesgo con la renuncia de Ricardo Sbrocco como director. Hasta el momento, las autoridades de la UNT no han designado un director titular, por lo que la orquesta estaría conducida por directores invitados. Si esto se cumple, la formación sufrirá un incomprensible retroceso, ya que durante varios períodos de su historia la Sinfónica funcionó sin ningún director oficial. De hecho, una de las situaciones más curiosas se produjo en 1967, con el retiro del maestro Juan Carlos Zorzi, que durante tres años se había desempeñado como director. La vacante producida nunca se llenó y por décadas enteras la agrupación funcionó sólo con directores invitados. Hasta que, en 2004, llegó la estabilidad con la designación del maestro Roberto Buffo como director. El pianista estuvo al frente de la formación durante cinco años hasta que, en 2009, renunció a su cargo por estar en desacuerdo con la nueva conducción de la UNT. Fue reemplazado por el maestro Gustavo Guersman, quien venía conduciendo la Orquesta Juvenil. En 2012, tras la renuncia de Guersman, asumió Sbrocco, quien se desempeñó hasta el mes pasado, cuando renunció por motivos personales. Sin director nombrado, la Sinfónica vuelve a la misma situación de décadas pasadas, lo que la deja en desventaja con otras formaciones de la región que supieron posicionarse y crecer gracias a un plan de apoyo preciso y constante. Un claro ejemplo es la Orquesta de Salta, que incluso recibe a muchos de los músicos tucumanos desencantados que audicionan para integrar sus filas, más previsibles y rentables.
Sin un director estable -eso lo saben todos los profesionales de la música- una orquesta no puede tener una planificación ordenada. Y sin previsión, no hay temporada fija ni entrenamiento minucioso. Eso terminará resintiendo indiscutiblemente la calidad de los conciertos. Una calidad que muchos directores invitados han destacado en varias oportunidades. Figuras de renombre internacional, como los pianistas Walter Gieseking y Cutner Solomon o los directores Piero Gamba, Pedro Calderón y Whilhelm Backhaus elogiaron la ductilidad de la Sinfónica. Una ductilidad que las autoridades de la UNT están llamadas a preservar. Porque en este asunto no está comprometido el interés y bienestar de un reducido grupo de personas, sino el de la comunidad toda, que por medio de una adecuada planificación de la Sinfónica podrá gozar de los beneficios de una actividad cultural de enorme riqueza. Y, de paso, no es descabellado advertir que el propio prestigio de la Universidad puede verse comprometido si no se busca una solución urgente a las actuales deficiencias de la orquesta. Además, el éxodo de buenos ejecutantes puede incrementarse si no se cambia la actitud morosa que las autoridades de la UNT tienen con una orquesta que ya superó el medio siglo.