Por Silvina Cena
28 Marzo 2015
CAMINO A LA SALA. Sbaraglia sonríe en una de las escaleras que conducen a los cines del Solar, donde se proyectó el documental “Divino Niño”. la gaceta / fotos de inés quinteros orio
En el fondo de todo, antes que los primeros contactos, los guiones y las horas de filmación, lo que verdaderamente existe es una sensata transmisión de emociones. Un contagio espontáneo de entusiasmo, una cadena de sensibilidad que culmina en el documental “Divino Niño” y en la que Leonardo Sbaraglia aparece como eslabón fundamental, pero no terminante, como él mismo explica. “Es un proyecto muy de Gaby, algo que salió de sus tripas. Y lo que me movilizó para participar de él fue su propia conmoción con lo que había visto y vivido”, dice, en referencia a Gabriela Bosso, la directora del filme que cuenta la historia de la Orquesta del Divino Niño -surgida en un comedor comunitario del barrio 2 de Septiembre- y el modo en que los niños y adolescentes que la integran pudieron trascender realidades desfavorables mediante el arte.
¿Cómo es que Sbaraglia, un actor de proyección internacional y que desborda en posibilidades laborales, decide involucrarse en una película hecha a pulmón en el interior del país? Hay, en primer lugar, una conexión franca con el relato. “Me parece muy lindo cómo, a través de la música, los chicos encuentran un lugar, canalizan muchas cosas que quizás de otra manera no hubiesen podido. En ese sentido, el arte es maravilloso porque permite darle forma a algo que está dentro de uno, iluminar lugares internos que no sabías que existían”.
Pero además han jugado en la elección de Sbaraglia factores que tienen que ver con su propia construcción, la actoral y la personal. “(Este documental) tiene que ver con mi identidad, con lo que me marcó ‘La noche de los lápices’, con mi entorno, con haber conocido tantas historias muy lindas y también muy difíciles. La gente que más admiro es la gente generosa, algo que puede estar relacionado con su brillantez y su sabiduría, pero sobre todo con su capacidad de hacer cosas por lo demás. Me parece que ese es un camino”. El pasado miércoles, el actor cerró un ciclo: en una función a beneficio de los damnificados por las inundaciones, volvió a ver el documental (por primera vez con público) en los cines del Solar. En esa ocasión, habló con LA GACETA:
- ¿Recordás tus primeras sensaciones al llegar al barrio?
- Mucho tiene que ver la historia de uno, la formación, el modo de observar el mundo. Uno puede observar lo que conoce, lo que su disposición y su identidad le permiten. Hay gente, desgraciadamente mucha, a la cual las cosas se les hacen invisibles, gente para la que cierto lugar de la población es invisible; lo que no pasa por sus 100 o 300 m2 o por su circuito de circulación no existe. En mi caso, no sé bien por qué, siempre fui bastante sensible. Fue linda la posibilidad de encontrarse con esta realidad (en Tucumán), pero también difícil establecer en qué lugar ponerse, porque a nadie le interesa el lugar de benefactor. Uno quiere venir, ayudar y tratar de dar elementos para que (el otro) pueda ser productivo, no se trata de tapar huecos. Hacer eso con los recursos que uno tiene, en mi caso como actor, y con el plus de ser una persona reconocida que ayude a que esto tenga más visibilidad. En el cara a cara es difícil ver desde qué lugar hablás y hacés las preguntas porque es una realidad muy ajena, pero lo que te une son las ganas de entenderse.
- ¿Ya habías hecho otros documentales en el interior del país?
- No, pero sí participé en muchos proyectos para el canal Encuentro, lo que también me da mucha alegría porque tiene mucho que ver con lo que quiero.
- ¿Creés que al cine argentino debe salirse del costumbrismo y abarcar más géneros?
- El cine argentino es bastante diverso. Es posible que esté volcado al costumbrismo, pero muchas veces las películas se hacen con bajo presupuesto, y eso obliga a limitarse en las historias que podés mostrar y en el modo en que podés hacerlas. Quizás la gente no lo sabe porque lo vive desde afuera, pero a veces se hacen las películas que se pueden hacer. Probablemente se haya abusado un poco de esa limitación (risas). Hace poco volví a ver “Caballos salvajes” y me impresionó los recursos que tiene, la cantidad de capas en su narración. Hay algo de eso que sería interesante recuperar, algo de ese nivel de matices y de posibilidades cinematográficas y narrativas. “Relatos Salvajes” las tiene, por ejemplo, pero no son fáciles. Hay que ir encontrando, hay muchísimos directores en el país que están haciendo las cosas rebién. Es un gran momento del cine argentino, aunque hay que seguir corrigiendo y cuestionándose cosas.
- La difusión también es dificultosa.
- Es otro tema interesante. Sólo el año pasado, por ejemplo, se estrenaron, entre documentales y ficciones, más de 200 películas en el país. El tema es cómo llegan al público. Yo, que me dedico a esto, te podría nombrar entre 10 y 20. ¿El público cuántas puede nombrar? Dos, tres. “Relatos salvajes” y alguna más. Eso tiene que ver con la difusión, con el aparato de promoción y con la manera en que los exhibidores apoyan el cine argentino. Por la política del mercado es muy difícil que un filme local se mantenga en cartel: si no le va relativamente bien en los primeros tres días o en el primer fin de semana, baja. Y no tiene que ver con la calidad, sino con que no tuvo suerte. Pudo haber tenido críticas excelentes, pero la gente no se enteró de que existía. Entonces hay algo de la política de promoción que hay que seguir corrigiendo.
- ¿Se puede hablar de una industria del cine argentino?
- Comparada con el resto de Latinoamérica, es muy importante la cinematografía local. Lo de “Relatos salvajes” seguramente dará un empujón a muchos productores o inversionistas privados que les interese el cine como negocio. Eso hay que encontrar: que el cine siga subvencionado, pero que además sea algo atractivo de seguir haciendo y tener más recursos. No sé si hay una industria. Probablemente hay algunas productoras importantes que pueden acceder a presupuestos importantes, pero son experiencias muy aisladas. Las colaboraciones de España también son importantes, hay muchos proyectos que no hubiesen sido posibles sin la coproducción.
- ¿Hay alguna dirección de cine o teatro en tu futuro?
- Puede ser en algún momento, pero aún no hay nada en concreto. Por ahora me entretengo con Instagram (risas), me gusta y está bueno. Y sí, en algún momento voy a dirigir si me dan ganas, si lo necesito.
¿Cómo es que Sbaraglia, un actor de proyección internacional y que desborda en posibilidades laborales, decide involucrarse en una película hecha a pulmón en el interior del país? Hay, en primer lugar, una conexión franca con el relato. “Me parece muy lindo cómo, a través de la música, los chicos encuentran un lugar, canalizan muchas cosas que quizás de otra manera no hubiesen podido. En ese sentido, el arte es maravilloso porque permite darle forma a algo que está dentro de uno, iluminar lugares internos que no sabías que existían”.
Pero además han jugado en la elección de Sbaraglia factores que tienen que ver con su propia construcción, la actoral y la personal. “(Este documental) tiene que ver con mi identidad, con lo que me marcó ‘La noche de los lápices’, con mi entorno, con haber conocido tantas historias muy lindas y también muy difíciles. La gente que más admiro es la gente generosa, algo que puede estar relacionado con su brillantez y su sabiduría, pero sobre todo con su capacidad de hacer cosas por lo demás. Me parece que ese es un camino”. El pasado miércoles, el actor cerró un ciclo: en una función a beneficio de los damnificados por las inundaciones, volvió a ver el documental (por primera vez con público) en los cines del Solar. En esa ocasión, habló con LA GACETA:
- ¿Recordás tus primeras sensaciones al llegar al barrio?
- Mucho tiene que ver la historia de uno, la formación, el modo de observar el mundo. Uno puede observar lo que conoce, lo que su disposición y su identidad le permiten. Hay gente, desgraciadamente mucha, a la cual las cosas se les hacen invisibles, gente para la que cierto lugar de la población es invisible; lo que no pasa por sus 100 o 300 m2 o por su circuito de circulación no existe. En mi caso, no sé bien por qué, siempre fui bastante sensible. Fue linda la posibilidad de encontrarse con esta realidad (en Tucumán), pero también difícil establecer en qué lugar ponerse, porque a nadie le interesa el lugar de benefactor. Uno quiere venir, ayudar y tratar de dar elementos para que (el otro) pueda ser productivo, no se trata de tapar huecos. Hacer eso con los recursos que uno tiene, en mi caso como actor, y con el plus de ser una persona reconocida que ayude a que esto tenga más visibilidad. En el cara a cara es difícil ver desde qué lugar hablás y hacés las preguntas porque es una realidad muy ajena, pero lo que te une son las ganas de entenderse.
- ¿Ya habías hecho otros documentales en el interior del país?
- No, pero sí participé en muchos proyectos para el canal Encuentro, lo que también me da mucha alegría porque tiene mucho que ver con lo que quiero.
- ¿Creés que al cine argentino debe salirse del costumbrismo y abarcar más géneros?
- El cine argentino es bastante diverso. Es posible que esté volcado al costumbrismo, pero muchas veces las películas se hacen con bajo presupuesto, y eso obliga a limitarse en las historias que podés mostrar y en el modo en que podés hacerlas. Quizás la gente no lo sabe porque lo vive desde afuera, pero a veces se hacen las películas que se pueden hacer. Probablemente se haya abusado un poco de esa limitación (risas). Hace poco volví a ver “Caballos salvajes” y me impresionó los recursos que tiene, la cantidad de capas en su narración. Hay algo de eso que sería interesante recuperar, algo de ese nivel de matices y de posibilidades cinematográficas y narrativas. “Relatos Salvajes” las tiene, por ejemplo, pero no son fáciles. Hay que ir encontrando, hay muchísimos directores en el país que están haciendo las cosas rebién. Es un gran momento del cine argentino, aunque hay que seguir corrigiendo y cuestionándose cosas.
- La difusión también es dificultosa.
- Es otro tema interesante. Sólo el año pasado, por ejemplo, se estrenaron, entre documentales y ficciones, más de 200 películas en el país. El tema es cómo llegan al público. Yo, que me dedico a esto, te podría nombrar entre 10 y 20. ¿El público cuántas puede nombrar? Dos, tres. “Relatos salvajes” y alguna más. Eso tiene que ver con la difusión, con el aparato de promoción y con la manera en que los exhibidores apoyan el cine argentino. Por la política del mercado es muy difícil que un filme local se mantenga en cartel: si no le va relativamente bien en los primeros tres días o en el primer fin de semana, baja. Y no tiene que ver con la calidad, sino con que no tuvo suerte. Pudo haber tenido críticas excelentes, pero la gente no se enteró de que existía. Entonces hay algo de la política de promoción que hay que seguir corrigiendo.
- ¿Se puede hablar de una industria del cine argentino?
- Comparada con el resto de Latinoamérica, es muy importante la cinematografía local. Lo de “Relatos salvajes” seguramente dará un empujón a muchos productores o inversionistas privados que les interese el cine como negocio. Eso hay que encontrar: que el cine siga subvencionado, pero que además sea algo atractivo de seguir haciendo y tener más recursos. No sé si hay una industria. Probablemente hay algunas productoras importantes que pueden acceder a presupuestos importantes, pero son experiencias muy aisladas. Las colaboraciones de España también son importantes, hay muchos proyectos que no hubiesen sido posibles sin la coproducción.
- ¿Hay alguna dirección de cine o teatro en tu futuro?
- Puede ser en algún momento, pero aún no hay nada en concreto. Por ahora me entretengo con Instagram (risas), me gusta y está bueno. Y sí, en algún momento voy a dirigir si me dan ganas, si lo necesito.