12 Abril 2015
ESAS “CAMEYAS”

En su libro “Las voces, Gardel y el canto”, Edmundo Rivero (citado por Héctor Benedetti en “Las mejores anécdotas del tango”) relató una anécdota curiosísima. Conviene a todos aquellos que juegan a ser cultos con gestos de suficiencia y giros retóricos estudiados. Es más respetable el vecino de al lado, que se come las eses, que el sujeto de café literario que las remarca con afectación. “Corría el año 35. En mi barrio había muchos cantores y guitarreros. Se acostumbraba a hacer festivales en los cines, generalmente para gente necesitada de la zona. En  esos actos se lucían los zorzales y violeros y a mí me gustaba acompañarlos para aprender ese otro tan difícil arte. En una de esas ocasiones, el Gardel de varias manzanas a la redonda, ensayaba con nosotros (éramos tres) el tango Margarita Gauthier. Al llegar a la parte que dice “he traído el ramillete de camelias ya marchitas”, el hombre decía en lugar de camelias “cameyas”. Quise indicarle su error y ofendido en su hombría me dijo que solamente un cantor maricón diría camelias, un varón que se preciara de serlo no diría calle sino “caye”, por eso él decía “cameyas” en vez de camelias”.

Salvador Gallucci




 ENTENDER

Eso de entenderse con el otro configura una de las máximas dificultades que podemos vivenciar a lo largo y ancho de nuestra existencia. Al respecto, el filósofo francés Jean Paul Sartre decía: “Nadie es como otro. Ni mejor ni peor. Es otro. Y si dos están de acuerdo, es por un malentendido”. En la mayoría de los casos se trata de obtener el liderazgo a través de la sumisión del otro. Si la pareja son tres tratando de ser dos, luego serán dos tratando de que quede sólo uno, como los Números de Oro de LA GACETA. Mientras tanto, el entendimiento bajo la forma tucumana “clarear”, o sea, decir “claro” a cada rato sin haber entendido nada, complica aún más el panorama comunicativo. Quien tiene razones, como en situaciones conyugales, cree tener razón. Y el otro es invitado a entregar la suya. Perder la razón será como volverse loco un ratito. El malentendido, ilustrado por lo que se dice, por un lado, y lo que se quiso decir, por otro, es el alma del Chavo del 8 y natural de todo encuentro humano. Como el amigo del fallecido que saluda a la viuda diciéndole: “lo siento”, a lo que ella responde: “no, déjelo así nomás, acostadito…” Es que no se puede entender, sino se está dispuesto a pensar. ¿Ahora me entiende?

Osvaldo Aiziczon




ESTADIO ÚNICO

Tucumán es la plaza futbolera más importante del norte argentino. Soy de la opinión que debemos tener un estadio único para los grandes acontecimientos deportivos y además, para ser usado en espectáculos que convocan grandes multitudes. Me extrañó, que el actual gobierno no haya concretado un sueño muy esperado por todos los tucumanos amantes del deporte. Deseo de corazón que el gobierno siguiente cumpla con dicho anhelo y de una vez por todas el Jardín de la República tenga su estadio único.

Jacinto Barrionuevo




 DONDE FLORECÍAN LAS PALABRAS

En 1985, iniciamos en el Colegio Nacional de Tafí Viejo actividades “extraclase”. Algunas de sus manifestaciones fueron los talleres (literario, musical, de plástica, teatral...) que funcionaron con el objetivo de canalizar el mundo interior de los alumnos y descubrir y orientar tempranas vocaciones. A María Argelia Aydar y a mí se nos confió  la conducción del Taller Literario, que fue creciendo a partir de un puñado de jóvenes que pronto vieron distinguidos sus trabajos en concursos literarios y a fin de curso, publicados en la Antología del Taller. Había mañanas impecables cuando el sol subía por el este con una energía primaveral y traspasaba las aberturas del patio, jugaba con las miradas de aquellos adolescentes deseosos de lograr la belleza en las palabras. Olía Tafí Viejo a flores, a cerros azulados, a naranjos en flor, a talleres ferroviarios, a vías de trenes, a campanas de estación, a sed de caminar entre centenarios tarcos florecidos, sed de amistad, de enamorarse y con un verso honrar el alma. Si llovía a la siesta, percibíamos el asustado grito de las gotas sobre las chapas, condenados a no poder regresar a las casas hasta que el cielo en generosa compasión, daba una tregua a nuestras almas. El amor, la vida, la muerte, lo desconocido, la paz, el cuidado del mundo, eran algunos temas de los trabajos. Tafí Viejo tuvo el privilegio de contar varios años con una colmena de jóvenes escritores. De una extensa lista recuerdo aquellos que tuvieron una presencia continua y destaco que algunos egresados volvían al taller  y seguían produciendo: Marcelo Velárdez, Fernando Matiussi, Claudia K. Mazza, Sergio Lizárraga, Sergio Costello, Silvia C. Álvarez, Laura Romero, María de los Ángeles Caro, María E. Castillo, Julio Vega Guzmán, Alfredo Pomares, Ángel Tisera, Mabel Achá, Ana Cardozo, Fabiana Bejas, Fausto Córdoba, Carina Van Niewenhove, Gisela Suárez Fernández, Sonia C. Radziwiluk, Melina Toro, René Romano, Aída Baspineiro, Javier Bolea, Nancy Mazza, Ramón Barrozo, María Haydée González, Eva y Gladys Costilla, Fernanda Décima, Claudia Acosta, Raquel Ortega... En algunos poemas de Marcelo Velárdez descubrimos un tono profético, anticipo de su pronta partida: “siento el guijarro de la muerte/ entre el hueco baldío de mis manos” dice en “Retorno”. Nos dejó para siempre en 1988. La vida fue trazando nuevos rumbos. El Taller dejó de funcionar. Los jóvenes de entonces son adultos en el campo laboral; algunos continúan alimentando el placer de la creación literaria, como esos centenarios tarcos que florecen todos los años. En días en que llueve todo el tiempo, recupero ese patio cubierto,  antesala de las aulas donde florecían las palabras.

Ana María D’Andrea de Dingevan




 LA PASIÓN Y LA RAZÓN

Rousseau se propuso buscar: “si podría existir, en el orden civil, alguna regla de administración legítima y segura, considerando a los hombres como son en sí, y las leyes como pueden ser”. En su búsqueda Rousseau se convenció que debía considerar al Estado, como persona moral, como un ente de razón, por cuanto el Estado no es un ser humano, y por lo tanto, carece de pasión. De lo que deriva que el gobierno, que en una república, es el encargado temporario de los intereses del pueblo soberano, tiene que ejecutar sus decisiones, utilizando solo la razón y no la pasión. Es así que el gobernante  no puede utilizar la pasión para justificar decisiones de Estado, pues esta seria: “su pasión”. El Estado no es un ser humano y si un ente moral; por lo tanto, es un ente de razón. Si en una decisión del Estado, tomada por un funcionario, entra la pasión, esta pasión particular es la de él, y producirá un resultado no en beneficio del bien común. Si comprendemos el párrafo anterior, escrito por Rousseau en 1762, se puede entender que la Presidenta utilizó su pasión, al vetar la ley de los hielos, que había sido hecha por el Congreso y aprobada por unanimidad. Esto realizado a contramano de la enseñanza de Rousseau, que componiéndose los soberanos de particulares, no tiene ni puede tener una voluntad particular contraria al de estos. Por consiguiente, es imposible que el cuerpo quiera perjudicar a sus miembros. También es contrario a los fundamentos  de una república, cuyo gobierno, debe garantizar: la vida, la libertad, la propiedad, y debe trabajar por el bien común. Con sus poderes legislativo, judicial y ejecutivo, no pudiendo este “unipersonal poder” legislar, pues esa es la función del Congreso. No pueden existir los DNU, pues significa trasladar una decisión del “ente moral”, y ente de la razón, a manos de un funcionario, que usará “su pasión” para justificar una decisión de Estado. Epicteto  (55/135) fue un filósofo griego que vivió en Roma. Fue esclavo liberto de Nerón, tenía un alma tan grande y un talento superior, por lo cual estuvo  conforme con su suerte. Un hombre corrompido y vicioso deseó ser discípulo de él. Insensato, le dijo el filósofo: “necesario es que este puro el vaso para recibir su contenido, pues de lo contrario todo se corrompería en el”. Domiciano desterró de Roma a Epicteto, pero volvió allí después que aquel hubo muerto. El papa Francisco en su calidad de jefe de Estado, cualquiera haya sido su pasión, actuó con la razón, al acceder a recibir a otro jefe de Estado, nuestra Presidenta.

Roberto Walter Sehringer



 EL MONTAÑISMO

Contra el viento blanco nadie la talla. Eso me surgió luego de leer la página dedicada al montañista indio Malli Mastan Babu, fallecido al intentar el ascenso a una cumbre en la zona del Ojos del Salado. Felicito al periodista Miguel Velárdez por la nota (7/4). Allí hay varias cumbres de más de 6.000 metros pero la dificultad es media. Vaya paradoja: que la muerte lo haya alcanzado en nuestras “modestas” montañas luego de “hacer” las siete cumbres más altas del mundo en 172 días, razón por la cual figuraba en el libro de récords de Guinness. Impresiona en la página a él dedicada su cara de niño feliz, que en la montaña se sentía cerca de Shiva, su dios. Para comprender su pasión, vayan a modo de homenaje estos pensamientos tomados del libro La montaña y el hombre, del francés Georges Sonnier. “Mucho más que una disciplina del cuerpo, el montañismo es un lujo del espíritu y un recurso del alma. Porque la montaña, a quien sabe verla, ofrece el aspecto de una sabiduría que conquistar y poseer. El montañista encuentra allá arriba una visión del mundo”. “Es bueno y necesario que cada hombre marche en el sentido de sus más completo desarrollo personal. La montaña puede ser uno de esos caminos”. “La montaña, en su silencio, responde a todas las cuestiones. Solo hay que interrogarla y, como ella, callar”. Por algo el escalador indio admitió en la charla que tuvo al visitar el diario que “muchas veces en la soledad de la montaña lloraba al alcanzar la cumbre”. Es el momento del encuentro.


José E. Santillán

Lizondo Borda 1.137

San Miguel de Tucumán

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