Por Juan Manuel Asis
16 Abril 2015
El hoy, de inundaciones, tiros e inseguridad, está diciendo mucho de las deficiencias de la actual gestión pero, además, está marcando parte de la agenda gubernamental a las próximas autoridades de la provincia; las que asumirán tan sólo dentro de seis meses. Poco pueden hacer los que ya se están yendo para revertir esta realidad, menos si no lo hicieron en tres mandatos. Los que vengan: ¿qué harán para impedir que no se caigan más puentes y que los ríos no desborden? ¿Cómo evitarán que las mafias enquistadas en la política no diriman en sus diferencias internas a los balazos? ¿Qué planes desarrollarán para que la inseguridad deje de ser la principal preocupación de los tucumanos, según lo revelan las encuestas? Las excusas se tienen que acabar, no se puede echar siempre la culpa a la naturaleza cuando hay fallas humanas en materia de previsión y de mantenimiento de los caudales de los ríos -por ejemplo-; no se puede decir que “los muchachos están descontrolados” para referirse a los ataques a tiros en tiempos electorales, no se puede decir livianamente desde el Poder Ejecutivo que nada se puede hacer contra la droga porque ya está instalada en Tucumán. Todo revela irresponsabilidad para enfrentar la realidad y tratar de modificarla para tranquilidad del ciudadano. Expone que hace falta conducción, que se necesita de un verdadero conductor, no un mero gestor administrativo.
Cualquiera sea el que se imponga en los comicios del 23 de agosto se topará con estos problemas, además de muchos otros -como la desocupación y el trabajo en negro-, y deberá venir con propuestas a cuestas para superarlos. En el caso del oficialismo surgen preguntas. La primera es si se reconocerán las fallas de esta gestión, más allá del slogan sciolista de campaña sobre continuidad con cambios. ¿Cómo se hará para disimularlas? Porque heredará todo. ¿Habrá nuevo conductor o un delegado de Alperovich en el Gobierno? El lunes visitó LA GACETA el ministro de Defensa, Agustín Rossi, y deslizó que el liderazgo de Cristina se mantendrá más allá del 10 de diciembre, dando a entender que el futuro Presidente, de ser del Frente para la Victoria, será un delegado sin poder. Negó, cuando se le consultó, que la jefa de Estado vaya a ser la “futura Duhalde del kirchnerismo”, en el sentido que no será desplazada del poder político. ¿Valdrá esta interpretación para Manzur, en caso de que sea electo gobernador? ¿Se animará el actual vicegobernador a convertir a Alperovich en el “futuro Miranda del justicialismo”, a quitarle el poder? Vale acotar una pequeña diferencia entre Cristina y el gobernador tucumano, ella es un “animal político”, él no. Seguramente este “detalle” tendrá diferentes incidencias en el plano nacional y el provincial. Por eso Rossi se anima a sugerir que Cristina seguirá siendo la jefa después que culmine su mandato; aunque la historia última del peronismo lo desmienta.
En ese marco, ¿será posible que el nuevo mandatario -si es del FpV- logre poner fin a los tiroteos entre grupos internos del peronismo? La respuesta es un contundente no. Sólo baste señalar lo que dicen off the record los principales referentes del PJ cuando se charla sobre el tema: a los de abajo no se los puede controlar, los muchachos son pasionales, no responden a las directivas de armas, son bandas mafiosas que cuidan sus propios intereses -drogas, prostitución, juegos- ocultos bajo el manto de la política, todos hacen lo mismo, las agresiones son inevitables, es posible que haya muertos. Grave. Realmente grave. Y nadie le pone el cascabel al gato. Y por la resignación con lo que algunos hablan sobre el tema, parece poco probable que vaya a hacerse porque no hay conducción, hay facciones que le faltan el respeto al que gestiona el poder, pequeños líderes tribales, o de circuitos. No hay un jefe superior que ponga coto, nadie da esa talla. Nadie puede decir basta, porque no hay un verdadero conductor político. No hay un Perón que se anime a expulsar de la plaza a los montoneros.
Mientras tanto, seguirán las balaceras y las agresiones, no sólo entre adversarios políticos, sino entre miembros del mismo espacio. No hay que detenerse en los ataques que denuncian los amayistas, hay dirigentes alperovichistas -algunos son funcionarios del Gobierno- que están enfrentados entre ellos por espacios territoriales capitalinos y cuyos militantes se han agredido y hasta amenazado de muerte por whatsapp. Hasta hay denuncias en la Policía, con nombre y apellido de punteros que se han ido a las manos. Las justificación de las partes es la misma: algunos son incontrolables; lo que es igual a admitir el fracaso de la dirigencia política, de un sistema de gestión, o bien reconocer la ausencia de un conductor que tenga la fuerza suficiente para decir basta. Más vale que se esfuercen por evitar nuevos episodios; si no, como lo advierten desde ambas trincheras, le van a arrojar un muerto al gobernador.
Cualquiera sea el que se imponga en los comicios del 23 de agosto se topará con estos problemas, además de muchos otros -como la desocupación y el trabajo en negro-, y deberá venir con propuestas a cuestas para superarlos. En el caso del oficialismo surgen preguntas. La primera es si se reconocerán las fallas de esta gestión, más allá del slogan sciolista de campaña sobre continuidad con cambios. ¿Cómo se hará para disimularlas? Porque heredará todo. ¿Habrá nuevo conductor o un delegado de Alperovich en el Gobierno? El lunes visitó LA GACETA el ministro de Defensa, Agustín Rossi, y deslizó que el liderazgo de Cristina se mantendrá más allá del 10 de diciembre, dando a entender que el futuro Presidente, de ser del Frente para la Victoria, será un delegado sin poder. Negó, cuando se le consultó, que la jefa de Estado vaya a ser la “futura Duhalde del kirchnerismo”, en el sentido que no será desplazada del poder político. ¿Valdrá esta interpretación para Manzur, en caso de que sea electo gobernador? ¿Se animará el actual vicegobernador a convertir a Alperovich en el “futuro Miranda del justicialismo”, a quitarle el poder? Vale acotar una pequeña diferencia entre Cristina y el gobernador tucumano, ella es un “animal político”, él no. Seguramente este “detalle” tendrá diferentes incidencias en el plano nacional y el provincial. Por eso Rossi se anima a sugerir que Cristina seguirá siendo la jefa después que culmine su mandato; aunque la historia última del peronismo lo desmienta.
En ese marco, ¿será posible que el nuevo mandatario -si es del FpV- logre poner fin a los tiroteos entre grupos internos del peronismo? La respuesta es un contundente no. Sólo baste señalar lo que dicen off the record los principales referentes del PJ cuando se charla sobre el tema: a los de abajo no se los puede controlar, los muchachos son pasionales, no responden a las directivas de armas, son bandas mafiosas que cuidan sus propios intereses -drogas, prostitución, juegos- ocultos bajo el manto de la política, todos hacen lo mismo, las agresiones son inevitables, es posible que haya muertos. Grave. Realmente grave. Y nadie le pone el cascabel al gato. Y por la resignación con lo que algunos hablan sobre el tema, parece poco probable que vaya a hacerse porque no hay conducción, hay facciones que le faltan el respeto al que gestiona el poder, pequeños líderes tribales, o de circuitos. No hay un jefe superior que ponga coto, nadie da esa talla. Nadie puede decir basta, porque no hay un verdadero conductor político. No hay un Perón que se anime a expulsar de la plaza a los montoneros.
Mientras tanto, seguirán las balaceras y las agresiones, no sólo entre adversarios políticos, sino entre miembros del mismo espacio. No hay que detenerse en los ataques que denuncian los amayistas, hay dirigentes alperovichistas -algunos son funcionarios del Gobierno- que están enfrentados entre ellos por espacios territoriales capitalinos y cuyos militantes se han agredido y hasta amenazado de muerte por whatsapp. Hasta hay denuncias en la Policía, con nombre y apellido de punteros que se han ido a las manos. Las justificación de las partes es la misma: algunos son incontrolables; lo que es igual a admitir el fracaso de la dirigencia política, de un sistema de gestión, o bien reconocer la ausencia de un conductor que tenga la fuerza suficiente para decir basta. Más vale que se esfuercen por evitar nuevos episodios; si no, como lo advierten desde ambas trincheras, le van a arrojar un muerto al gobernador.