19 Abril 2015
Con visos de alcalde que promete arreglar los baches de las calles y clausurar los bares escandaloso, el presidente Vladimir Putin aprovechó su programa anual de atención telefónica para asegurarles a los rusos que los problemas económicos del país están bajo control y que él comparte sus inquietudes por las cuestiones que afectan los bolsillos. En su maratónica sesión de 2014, él proclamó la anexión de Crimea. Pero este año, recibió preguntas de toda Rusia sobre cuestiones como la producción de vacas lecheras, los créditos a las pequeñas empresas y el aumento de las primas del seguro de los autos.
Putin trató de mostrar una imagen básicamente optimista de la economía, observando que el rublo se había estabilizado y reforzado, aunque la inflación es de más del 11 por ciento. (Cotizado en 80 dólares en diciembre y volátil todo el invierno, ahora el rublo está más o menos a 50 dólares. Pero hace un año estaba a 34 dólares.)
“Los expertos ven que ya pasamos lo peor de los problemas”, afirmó. “No estalló nada y todo está funcionando”.
Prometió ayudar a los productores de leche a que tengan una mejor distribución y un mejor precio; a los trabajadores del nuevo centro nacional de lanzamientos espaciales que no han recibido su salario les prometió que pronto lo tendrían; y se comprometió a no bajar los salarios públicos en todo el país aunque sus asesores económicos lo recomendaran.
Las preguntas llegaron de varios reporteros que entrevistaron a rusos en diferentes puntos del país, de los asistentes en el estudio de televisión, de gente que llamó por teléfono y de varias formas de medios sociales. Los responsables del canal dijeron haber recibido más de tres millones de preguntas, cifra sin precedentes. Putin respondió más o menos a 70, casi la mitad de ellas centradas en el estado de la economía.
Aseguró que no había escuchado que para subir al único transbordador que lleva a Crimea, los camiones a veces tienen que esperar hasta dos semanas. (Fue notable que la primera mención de Crimea, anexada en 2014 de Ucrania, llegó 3 horas y 40 minutos después de iniciado el programa).
Cuando una llorosa mujer fue entrevistada en una región de Siberia devastada por incendios esta semana, Putin espontáneamente ofreció miles de dólares a las familias que hubieran perdido a sus seres queridos o sus propiedades.
Los temas de política exterior entraron en el programa, pero la primera pregunta no llegó hasta una hora después de iniciado. Y Putin reiteró muchas de las posturas anteriores de Rusia.
El sistema de defensa S-300, que esta semana anunció que Rusia le vendería a Irán, fue una venta suspendida voluntariamente en 2010, aseguró, para agregar que se trata de un arma defensiva y que a Rusia le vienen muy bien esos 900 millones de dólares.
Aunque Ucrania no está cumpliendo con los acuerdos de cese al fuego de Minsk, en lo que se refiere a la reforma constitucional y al apoyo financiero para las regiones separatistas, Rusia se apegará al acuerdo, afirmó. No hay tropas rusas combatiendo en Ucrania ahora, agregó, y no habrá ninguna guerra en la frontera suroccidental de Rusia. Putin aprovechó varias ocasiones para lanzarle pullas a Estados Unidos, a veces refiriéndose específicamente por nombre y, en otras, como “algunos países”. Lo culpó, por ejemplo, del surgimiento del Estado Islámico, a través de la desestabilización de Irak a raíz del derrocamiento de Saddam Hussein orquestado por Washington.
Putin tiene dos personalidades públicas principales. Está el Putin enojado que parece despreciar al mundo entero y hace discursos como aquel en el que exhortó a los agentes de seguridad a erradicar las amenazas internas. Y está también el Putin “bueno”, que actúa como el tío cariñoso y que fue el que se manifestó el jueves, ofreciendo respuestas básicamente moderadas a todo tipo de preguntas. El año pasado, Putin dijo que, a fin de proteger a los hablantes de ruso, Moscú recuperaría territorios de sus países vecinos, especialmente algunas zonas del sureste de Ucrania, de las que se apoderó Catalina la Grande. Pero este jueves, él tomó otro rumbo.
“No tenemos ambiciones imperiales”, afirmó, “pero podemos garantizarle una vida decente al pueblo, así como a los rusos que viven en el extranjero, en los países vecinos de la antigua Unión Soviética, fomentando la colaboración y la cooperación.” Sí, los administradores de las grandes empresas del estado deberían de informar sus salarios públicamente, afirmó. (Recientes reglamentos eximieron a jefes de varias empresas estatales de reportar sus ingresos; los amigos de Putin manejan la principal compañía petrolera y los ferrocarriles.)
Impedir que los más o menos seis millones de empleados de los diversos servicios de seguridad viajen al exterior probablemente fue una exageración, admitió.
Putin también dijo que no veía razón de que la ciudad de Moscú se dedicara a quitar las flores y las banderas que los ciudadanos colocaron en el puente donde fue asesinado el político opositor Borís Y. Némtsov en febrero, y prometió que hablaría con el alcalde de Moscú al respecto.
También alabó a los servicios de seguridad por haber identificado tan rápidamente a los asesinos de Némtsov, pero señaló que la investigación todavía no ha señalado al autor intelectual, si lo hay.
Sin embargo, mientras hablaba, en la capital se exhibía otro rostro de Rusia. En una conferencia sobre seguridad, al otro extremo de la ciudad, altos jerarcas de las fuerzas armadas dijeron que Rusia quería cooperación en temas como el combate al terrorismo, pero que no se quedaría de brazos cruzados mientras la OTAN se expandía hacia el Este. La asistencia en el estudio fue notable porque muchos de los que llamaron hicieron críticas a Putin y uno de los presentadores, Kirill Kleymenov, hizo preguntas difíciles.Pero cuando el tema parecía demasiado vinculado al presidente, él se lo regresaba a quien había hecho la pregunta.
Putin evocó a los odiados economistas del gobierno de los años noventa que, en opinión de muchos rusos, trataron de acabar con el sistema comunista mediante una terapia de choque capitalista que abrió la puerta a un decenio de inestabilidad y de pobreza.
Putin trató de mostrar una imagen básicamente optimista de la economía, observando que el rublo se había estabilizado y reforzado, aunque la inflación es de más del 11 por ciento. (Cotizado en 80 dólares en diciembre y volátil todo el invierno, ahora el rublo está más o menos a 50 dólares. Pero hace un año estaba a 34 dólares.)
“Los expertos ven que ya pasamos lo peor de los problemas”, afirmó. “No estalló nada y todo está funcionando”.
Prometió ayudar a los productores de leche a que tengan una mejor distribución y un mejor precio; a los trabajadores del nuevo centro nacional de lanzamientos espaciales que no han recibido su salario les prometió que pronto lo tendrían; y se comprometió a no bajar los salarios públicos en todo el país aunque sus asesores económicos lo recomendaran.
Las preguntas llegaron de varios reporteros que entrevistaron a rusos en diferentes puntos del país, de los asistentes en el estudio de televisión, de gente que llamó por teléfono y de varias formas de medios sociales. Los responsables del canal dijeron haber recibido más de tres millones de preguntas, cifra sin precedentes. Putin respondió más o menos a 70, casi la mitad de ellas centradas en el estado de la economía.
Aseguró que no había escuchado que para subir al único transbordador que lleva a Crimea, los camiones a veces tienen que esperar hasta dos semanas. (Fue notable que la primera mención de Crimea, anexada en 2014 de Ucrania, llegó 3 horas y 40 minutos después de iniciado el programa).
Cuando una llorosa mujer fue entrevistada en una región de Siberia devastada por incendios esta semana, Putin espontáneamente ofreció miles de dólares a las familias que hubieran perdido a sus seres queridos o sus propiedades.
Los temas de política exterior entraron en el programa, pero la primera pregunta no llegó hasta una hora después de iniciado. Y Putin reiteró muchas de las posturas anteriores de Rusia.
El sistema de defensa S-300, que esta semana anunció que Rusia le vendería a Irán, fue una venta suspendida voluntariamente en 2010, aseguró, para agregar que se trata de un arma defensiva y que a Rusia le vienen muy bien esos 900 millones de dólares.
Aunque Ucrania no está cumpliendo con los acuerdos de cese al fuego de Minsk, en lo que se refiere a la reforma constitucional y al apoyo financiero para las regiones separatistas, Rusia se apegará al acuerdo, afirmó. No hay tropas rusas combatiendo en Ucrania ahora, agregó, y no habrá ninguna guerra en la frontera suroccidental de Rusia. Putin aprovechó varias ocasiones para lanzarle pullas a Estados Unidos, a veces refiriéndose específicamente por nombre y, en otras, como “algunos países”. Lo culpó, por ejemplo, del surgimiento del Estado Islámico, a través de la desestabilización de Irak a raíz del derrocamiento de Saddam Hussein orquestado por Washington.
Putin tiene dos personalidades públicas principales. Está el Putin enojado que parece despreciar al mundo entero y hace discursos como aquel en el que exhortó a los agentes de seguridad a erradicar las amenazas internas. Y está también el Putin “bueno”, que actúa como el tío cariñoso y que fue el que se manifestó el jueves, ofreciendo respuestas básicamente moderadas a todo tipo de preguntas. El año pasado, Putin dijo que, a fin de proteger a los hablantes de ruso, Moscú recuperaría territorios de sus países vecinos, especialmente algunas zonas del sureste de Ucrania, de las que se apoderó Catalina la Grande. Pero este jueves, él tomó otro rumbo.
“No tenemos ambiciones imperiales”, afirmó, “pero podemos garantizarle una vida decente al pueblo, así como a los rusos que viven en el extranjero, en los países vecinos de la antigua Unión Soviética, fomentando la colaboración y la cooperación.” Sí, los administradores de las grandes empresas del estado deberían de informar sus salarios públicamente, afirmó. (Recientes reglamentos eximieron a jefes de varias empresas estatales de reportar sus ingresos; los amigos de Putin manejan la principal compañía petrolera y los ferrocarriles.)
Impedir que los más o menos seis millones de empleados de los diversos servicios de seguridad viajen al exterior probablemente fue una exageración, admitió.
Putin también dijo que no veía razón de que la ciudad de Moscú se dedicara a quitar las flores y las banderas que los ciudadanos colocaron en el puente donde fue asesinado el político opositor Borís Y. Némtsov en febrero, y prometió que hablaría con el alcalde de Moscú al respecto.
También alabó a los servicios de seguridad por haber identificado tan rápidamente a los asesinos de Némtsov, pero señaló que la investigación todavía no ha señalado al autor intelectual, si lo hay.
Sin embargo, mientras hablaba, en la capital se exhibía otro rostro de Rusia. En una conferencia sobre seguridad, al otro extremo de la ciudad, altos jerarcas de las fuerzas armadas dijeron que Rusia quería cooperación en temas como el combate al terrorismo, pero que no se quedaría de brazos cruzados mientras la OTAN se expandía hacia el Este. La asistencia en el estudio fue notable porque muchos de los que llamaron hicieron críticas a Putin y uno de los presentadores, Kirill Kleymenov, hizo preguntas difíciles.Pero cuando el tema parecía demasiado vinculado al presidente, él se lo regresaba a quien había hecho la pregunta.
Putin evocó a los odiados economistas del gobierno de los años noventa que, en opinión de muchos rusos, trataron de acabar con el sistema comunista mediante una terapia de choque capitalista que abrió la puerta a un decenio de inestabilidad y de pobreza.