Peor no se puede estar

Nadie escapará de un escándalo mundial: desde hincha, hasta jugadores, directivos, fuerzas de seguridad y funcionarios del Estado

UNA IMAGEN MUY DOLOROSA. Marcelo Gallardo, técnico de River, deja el campo de juego agachado y cubierto por los escudos de la Policía Federal. reuters UNA IMAGEN MUY DOLOROSA. Marcelo Gallardo, técnico de River, deja el campo de juego agachado y cubierto por los escudos de la Policía Federal. reuters
16 Mayo 2015

Por Cecilia Caminos, DPA

El escándalo por la agresión con sustancias químicas a jugadores de River en el superclásico con Boca por la clasificación a cuartos de final de la Copa Libertadores dejó al desnudo que el fútbol argentino tocó fondo.

Nadie escapa del escándalo y la vergüenza. Hinchas, jugadores, dirigentes de clubes y funcionarios del Estado son corresponsables de la crisis que sacude al fútbol local y que demanda no sólo soluciones, sino también un profundo cambio cultural para superarla. No hubo muertos en La Bombonera, como en otras tragedias fatales que enlutaron al fútbol argentino, pero las sustancias químicas quemaron a los jugadores y lastimaron la dignidad del deporte que es pasión y orgullo nacional. La imagen de los jugadores de Boca aplaudiendo a la barra brava ubicada en la tribuna donde se abrió la manga de ingreso para agredir al plantel de River fue repudiada hasta por los propios hinchas “xeneizes”. También fue cuestionada la insistencia con que los futbolistas presionaban al árbitro para que no suspendiera el partido pese a que algunos jugadores de River apenas podían abrir los ojos por la irritación que les causó el gas pimienta.

“Somos rehenes de esta situación”, argumentó el arquero y capitán boquense, Agustín Orión. La influencia de las “barras bravas”, los sectores más violentos de la hinchada, quedó expuesta otra vez. Según señaló el periodista Gustavo Grabia, un experto en el tema, “todo fue planificado” y tuvo origen en una pelea interna entre sectores de la “barra” de Boca por los negocios paralelos que manejan, como la reventa de entradas y el cobro de dinero por el estacionamiento en los alrededores del estadio.

Las fuerzas de seguridad contarían con escuchas telefónicas de cómo un sector violento iba a armar una sorpresa para el partido. Los medios difundieron en tanto tuits de hinchas que días antes del tercer y definitorio superclásico hablaban de “tajear las mangas inflables”, “preparar recibimientos” y amedrentar a los jugadores en su llegada en ómnibus al estadio. La Justicia tampoco escapa del escándalo. Poco antes del inicio de la serie de tres clásicos entre Boca y River, la Cámara de Apelaciones apartó al juez Manuel de Campos de la investigación de varias causas que involucran a La 12, la “barra” boquense, por supuesta asociación ilícita, reventa de tickets, alquiler de carnets de socios, entre otras.

Además, en otro fallo se exigió a Boca que le devuelva la condición de socio pleno a Rafael Di Zeo, jefe de La 12, quien no puede entrar al estadio por la aplicación del derecho de admisión que prohibe el acceso de personas que pudieran alterar el orden pero cargó de tensión la trilogía de superclásicos.

Según Grabia, el hombre que abrió la manga por la que ingresaba River al campo estaría identificado y “sería de una agrupación política opuesta al oficialismo en Boca”.

El club que se jacta de contar con la afición de “la mitad más uno” de los argentinos realizará elecciones a fin de año y el aspecto político no escapa del escándalo. Tampoco las sospechas que se deslizaron ayer de que el grave incidente podría dañar, de rebote, la imagen de Mauricio Macri, el influyente ex presidente de Boca y líder opositor que aspira a suceder a Cristina Fernández de Kirchner en la Casa Rosada.

El secretario de Seguridad, Sergio Berni, responsabilizó a Boca y al gobierno de la ciudad, a cargo de Macri, por la organización del evento. Negó que el amplio operativo de seguridad con más de 1.200 policías hubiera permitido el ingreso de bengalas o elementos prohibidos, entre ellos un drone que remontó un “fantasma” de tela para burlar a River.

Desde el club, la respuesta oficial tampoco resultó convincente. El presidente Daniel Angelici, delfín político de Macri, intentó desligar todo tipo de responsabilidades. “Acá la culpa no la tenemos nosotros, ni al policía, ni la gente de seguridad. Acá no tuvo que ver la barra brava, sólo dos o tres inadaptados”, se limitó a decir Angelici cuando todavía los jugadores de River no habían podido abandonar el estadio.

La violencia en el fútbol es uno de los desafíos que el gobierno argentino no logra resolver aún. Prohibió ya hace un par de temporadas la asistencia de hinchas visitantes a los partidos, pero aún así se siguen sucediendo las muertes, los incidentes y los enfrentamientos, muchas veces entre facciones de una misma barra brava.

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