Por Federico Türpe
22 Agosto 2015
Mañana estarán en condiciones de votar casi 1,2 millones de tucumanos. Elegirán un nuevo gobernador, legisladores, un intendente o un comisionado rural para su ciudad, y concejales. Seguramente acudirá a las urnas entre el 70 y el 80 por ciento, es decir alrededor de un millón de personas. La mayoría depositará un sobre en la urna con su voto y expresará de esta manera su voluntad política. Pero en realidad existen distintos tipos de votos y cada uno de ellos nos identifica, además de representar lo que sentimos y somos como personas. A pocas horas de este acto cívico, bien conviene repasar algunos tipos de sufragios para entender y ver en dónde está parado cada uno de nosotros.
Voto militante. Es un voto religioso, casi ciego. Puede ser por afinidad ideológica o partidaria. Este votante pertenece a una agrupación o partido político, al que generalmente está afiliado, y trabaja y milita por sus candidatos. Hay algunos rentados, cada vez más, y otros vocacionales, cada vez menos. No son mayoritarios pero hacen mucho ruido. Tienen peso y convicción y se sostienen más allá de las adversidades. Este es el clásico votante “traga sapos”, como se dice vulgarmente.
Voto comprado. Es el sufragio a cambio de algún bien material. Desde un bolsón de comida hasta un par de chapas, ladrillos, ropa, o promesas laborales para el votante o algún miembro de su familia. Goza de buena salud entre los sectores más carenciados. Está éticamente muy cuestionado, pero también cuenta con defensores que sostienen que está bien que los más pobres reciban algo a cambio de un voto.
Voto por conveniencia. Es similar al voto comprado, pero con perspectivas no tan inmediatas. “Este candidato vive en mi cuadra y si gana seguro la asfalta”, sería un ejemplo. No importa si es bueno o malo para la sociedad en su conjunto, pero a mí me conviene. Es un voto que atraviesa todas las clases sociales, pero tiene más arraigo en la clase media. Es netamente egoísta y pragmático.
Voto útil. Se le llama así al sufragio cuyo único o principal objetivo es ganar una elección. El votante puede tener poca o ninguna afinidad con un candidato pero lo elige para evitar un mal mayor. Este voto busca evitar la dispersión de las voluntades y por lo tanto tiende a la polarización. Es un opción que muchas veces se promueve desde sectores que están segundos en las encuestas y buscan adherentes con el argumento de evitar que gane el que encabeza los sondeos.
Voto castigo. Es una boleta cargada de desilusión. Existen distintos tipos. La elección de un candidato con el sólo fin de lastimar a otro, generalmente que ya estuvo en el gobierno o en la gestión. El voto en blanco es otra versión que también se utiliza como castigo. Muchas veces resultan beneficiados por esta tendencia las agrupaciones más chicas o más radicalizadas y en contra de los partidos tradicionales, con más recursos y aparato, que han defraudado a su electorado.
Voto bronca. Tiene similitudes con el voto castigo pero no es lo mismo. Puede ser por una bronca producto de una crisis económica o de una mala resolución frente a una catástrofe, por ejemplo. Es menos focalizado y más generalizado. Bronca contra el sistema, contra la corporación política, o contra la misma democracia. También puede ir en versión de voto en blanco o introduciendo en el sobre, en vez de un voto positivo o válido, cualquier cosa que exprese el enojo, desde cartas, insultos, caricaturas, fotos, etcétera. Tuvo su apogeo en la Argentina durante el famoso “que se vayan todos”, producto de la crisis de 2001.
Voto cadena. Es un fraude, difícil de controlar y de probar, y lamentablemente muy extendido en Argentina, sobre todo en el norte. Consiste en que la primera persona que entra a votar, al salir del cuarto oscuro introduce en la urna otro sobre, distinto del que le entregaron. Quizás ese sufragio luego sea impugnado, pero esa persona se llevará consigo un sobre oficial, firmado por las autoridades de mesa. Luego introducirá en ese sobre el voto de su partido y lo cerrará. Se lo entregará a otra persona y a su vez esta deberá devolver el sobre válido y vacío que reciba. Así se inicia una cadena que puede replicarse decenas de veces. De esta manera, el candidato impostor se asegura que el votante que ha sido comprado o cooptado introduzca su papeleta en la urna.
Voto cautivo. El voto cadena es una forma de voto cautivo. Pero existen otros tipos de votos cautivos que no están relacionados al fraude electoral. Electores cautivados por conveniencia o temor (si no gana tal quizás pierda mi trabajo); cautivos por tradición (en mi familia siempre se votó a este partido); cautivos por convicción (este barrio siempre vota así), entre otras formas de cautiverio. Se denomina además voto cautivo al caudal electoral propio que tiene un partido o candidato, en un determinado circuito electoral. En este caso también es cuasi religioso, similar al voto militante, aunque el cautivo no implica necesariamente militancia.
Voto en blanco. No es lo que su nombre indica, ya que debería llamarse voto transparente, dado que el elector introduce en la urna un sobre vacío. Si acaso hubiera adentro una papeleta en blanco, no sería un voto en blanco sino que sería un voto nulo.
Voto impugnado. Cuando la autoridad de mesa duda de la identidad del elector.
Voto nulo. Cuando en el sobre hay cualquier cosa menos una boleta válida. Incluso es nulo si hubiera más de una boleta válida.
Voto recurrido. Es el voto cuestionado por algún fiscal de un partido.
Voto cantado. Es la forma en que se sufragaba en la Argentina hasta 1912, cuando se sancionó la llamada Ley Sáenz Peña, que impuso el voto universal, secreto y obligatorio. Desde allí el voto cantado no sólo está prohibido, sino que impone una pena de prisión de hasta 15 días o una multa en dinero.
Voto universal. Es el derecho que tiene toda persona adulta a sufragar, independientemente de su sexo, raza, religión o condición social.
Voto secreto. El sufragio es secreto por ley para garantizar de esta forma que el electorado exprese realmente su voluntad sin ningún tipo de presiones, amenazas o condicionamientos.
Voto obligatorio. En Argentina todos los ciudadanos están obligados a votar, excepto los menores de 18 años, los mayores de 70 y toda persona que efectivamente pueda justificar su imposibilidad de sufragar (distancia, enfermedad, etcétera). Se impone una multa a quien no cumpliera con esta obligación, aunque generalmente días después de una elección se decreta una amnistía que libera a todos de culpa, pero que nunca se comunica masivamente.
No voto. Obviamente se refiere al elector que decide no acudir a votar. No es menor ya que abarca a un importante sector de la población, que oscila entre el 20% y el 40%, según la elección y la localidad. Sus causas son varias y van desde escepticismo hacia el acto eleccionario o la democracia, hasta vagancia, ignorancia o falta de compromiso cívico.
Voto a conciencia. Es quizás el más complejo y elaborado. Implica que el elector ha meditado profundamente sobre las distintas propuestas y candidatos y ha sopesado algún equilibrio entre sus convicciones e intereses y los de la sociedad en su conjunto. Es tal vez el estadio más elevado de la democracia.
Estos son sólo algunos ejemplos entre los tantos tipos de votos que existen. Muchos de nosotros quizás nos identifiquemos con algunos de ellos o con varios al mismo tiempo.
“Lo importante es saber votar”, afirma una vieja máxima. La verdad es que más importante que saber votar es saber elegir. ¿Y qué significa saber elegir? Estar lo más satisfechos posible con el voto que metemos en la urna, ni más ni menos.
Voto militante. Es un voto religioso, casi ciego. Puede ser por afinidad ideológica o partidaria. Este votante pertenece a una agrupación o partido político, al que generalmente está afiliado, y trabaja y milita por sus candidatos. Hay algunos rentados, cada vez más, y otros vocacionales, cada vez menos. No son mayoritarios pero hacen mucho ruido. Tienen peso y convicción y se sostienen más allá de las adversidades. Este es el clásico votante “traga sapos”, como se dice vulgarmente.
Voto comprado. Es el sufragio a cambio de algún bien material. Desde un bolsón de comida hasta un par de chapas, ladrillos, ropa, o promesas laborales para el votante o algún miembro de su familia. Goza de buena salud entre los sectores más carenciados. Está éticamente muy cuestionado, pero también cuenta con defensores que sostienen que está bien que los más pobres reciban algo a cambio de un voto.
Voto por conveniencia. Es similar al voto comprado, pero con perspectivas no tan inmediatas. “Este candidato vive en mi cuadra y si gana seguro la asfalta”, sería un ejemplo. No importa si es bueno o malo para la sociedad en su conjunto, pero a mí me conviene. Es un voto que atraviesa todas las clases sociales, pero tiene más arraigo en la clase media. Es netamente egoísta y pragmático.
Voto útil. Se le llama así al sufragio cuyo único o principal objetivo es ganar una elección. El votante puede tener poca o ninguna afinidad con un candidato pero lo elige para evitar un mal mayor. Este voto busca evitar la dispersión de las voluntades y por lo tanto tiende a la polarización. Es un opción que muchas veces se promueve desde sectores que están segundos en las encuestas y buscan adherentes con el argumento de evitar que gane el que encabeza los sondeos.
Voto castigo. Es una boleta cargada de desilusión. Existen distintos tipos. La elección de un candidato con el sólo fin de lastimar a otro, generalmente que ya estuvo en el gobierno o en la gestión. El voto en blanco es otra versión que también se utiliza como castigo. Muchas veces resultan beneficiados por esta tendencia las agrupaciones más chicas o más radicalizadas y en contra de los partidos tradicionales, con más recursos y aparato, que han defraudado a su electorado.
Voto bronca. Tiene similitudes con el voto castigo pero no es lo mismo. Puede ser por una bronca producto de una crisis económica o de una mala resolución frente a una catástrofe, por ejemplo. Es menos focalizado y más generalizado. Bronca contra el sistema, contra la corporación política, o contra la misma democracia. También puede ir en versión de voto en blanco o introduciendo en el sobre, en vez de un voto positivo o válido, cualquier cosa que exprese el enojo, desde cartas, insultos, caricaturas, fotos, etcétera. Tuvo su apogeo en la Argentina durante el famoso “que se vayan todos”, producto de la crisis de 2001.
Voto cadena. Es un fraude, difícil de controlar y de probar, y lamentablemente muy extendido en Argentina, sobre todo en el norte. Consiste en que la primera persona que entra a votar, al salir del cuarto oscuro introduce en la urna otro sobre, distinto del que le entregaron. Quizás ese sufragio luego sea impugnado, pero esa persona se llevará consigo un sobre oficial, firmado por las autoridades de mesa. Luego introducirá en ese sobre el voto de su partido y lo cerrará. Se lo entregará a otra persona y a su vez esta deberá devolver el sobre válido y vacío que reciba. Así se inicia una cadena que puede replicarse decenas de veces. De esta manera, el candidato impostor se asegura que el votante que ha sido comprado o cooptado introduzca su papeleta en la urna.
Voto cautivo. El voto cadena es una forma de voto cautivo. Pero existen otros tipos de votos cautivos que no están relacionados al fraude electoral. Electores cautivados por conveniencia o temor (si no gana tal quizás pierda mi trabajo); cautivos por tradición (en mi familia siempre se votó a este partido); cautivos por convicción (este barrio siempre vota así), entre otras formas de cautiverio. Se denomina además voto cautivo al caudal electoral propio que tiene un partido o candidato, en un determinado circuito electoral. En este caso también es cuasi religioso, similar al voto militante, aunque el cautivo no implica necesariamente militancia.
Voto en blanco. No es lo que su nombre indica, ya que debería llamarse voto transparente, dado que el elector introduce en la urna un sobre vacío. Si acaso hubiera adentro una papeleta en blanco, no sería un voto en blanco sino que sería un voto nulo.
Voto impugnado. Cuando la autoridad de mesa duda de la identidad del elector.
Voto nulo. Cuando en el sobre hay cualquier cosa menos una boleta válida. Incluso es nulo si hubiera más de una boleta válida.
Voto recurrido. Es el voto cuestionado por algún fiscal de un partido.
Voto cantado. Es la forma en que se sufragaba en la Argentina hasta 1912, cuando se sancionó la llamada Ley Sáenz Peña, que impuso el voto universal, secreto y obligatorio. Desde allí el voto cantado no sólo está prohibido, sino que impone una pena de prisión de hasta 15 días o una multa en dinero.
Voto universal. Es el derecho que tiene toda persona adulta a sufragar, independientemente de su sexo, raza, religión o condición social.
Voto secreto. El sufragio es secreto por ley para garantizar de esta forma que el electorado exprese realmente su voluntad sin ningún tipo de presiones, amenazas o condicionamientos.
Voto obligatorio. En Argentina todos los ciudadanos están obligados a votar, excepto los menores de 18 años, los mayores de 70 y toda persona que efectivamente pueda justificar su imposibilidad de sufragar (distancia, enfermedad, etcétera). Se impone una multa a quien no cumpliera con esta obligación, aunque generalmente días después de una elección se decreta una amnistía que libera a todos de culpa, pero que nunca se comunica masivamente.
No voto. Obviamente se refiere al elector que decide no acudir a votar. No es menor ya que abarca a un importante sector de la población, que oscila entre el 20% y el 40%, según la elección y la localidad. Sus causas son varias y van desde escepticismo hacia el acto eleccionario o la democracia, hasta vagancia, ignorancia o falta de compromiso cívico.
Voto a conciencia. Es quizás el más complejo y elaborado. Implica que el elector ha meditado profundamente sobre las distintas propuestas y candidatos y ha sopesado algún equilibrio entre sus convicciones e intereses y los de la sociedad en su conjunto. Es tal vez el estadio más elevado de la democracia.
Estos son sólo algunos ejemplos entre los tantos tipos de votos que existen. Muchos de nosotros quizás nos identifiquemos con algunos de ellos o con varios al mismo tiempo.
“Lo importante es saber votar”, afirma una vieja máxima. La verdad es que más importante que saber votar es saber elegir. ¿Y qué significa saber elegir? Estar lo más satisfechos posible con el voto que metemos en la urna, ni más ni menos.