En la UNT todos juegan, ¿quién gana?

El año electoral empezó hace largo rato en la UNT. Será porque los comicios de medio término que aguardan a la vuelta de la esquina revisten un potencial político inusual. Será porque la victoria de la entente macrista-radical sacudió al Rectorado y los decanos que en 2014 jugaron para el tándem Coletti-Sacca (o Sacca-Coletti) se pintaron la cara y posaron unidos para la foto en el Palacio Pizzurno. O será porque la convivencia de peronistas y radicales en el gabinete de Alicia Bardón es cada vez más compleja e indescifrable. Sobran las razones. Hay tantas como globos de ensayos se sueltan y conjeturas se tejen pispeando la sucesión. En la vida universitaria se piensa y se habla de las elecciones de 2018 como si no hubiera que juntar los porotos para llegar a fin de mes. Delicias de la casa que hace centurias fundó Juan B, Terán.

Habrá nuevo Consejo Superior en cuestión de meses, emergente del voto de docentes, estudiantes, no docentes y graduados. El cuerpo que marcará la cancha en 2017 está a un paso de conformarse. El voto de medio término incidirá también en el futuro de la Asamblea: está claro que no habrá humo blanco ni estatuto antes de que la disfuncional familia universitaria visite las urnas. Es un proceso largo, del que pueden dar cuenta quienes siguieron de cerca las deliberaciones en el auditorio del Virla. No son muchos. Esa reforma constitucional que tanto espera la UNT sigue sujeta a profundas modificaciones.

Hasta aquí, a los decanos opositores los distingue la homogeneidad. Adela Seguí (Derecho) asoma como primus inter pares, por más que desde su entorno deslizan que prefiere renovar el mandato que ir por el sillón de la calle Ayacucho. ¿Será? Seguí y Rosa Castaldo (Psicología) se embanderaron en la defensa del puntaje docente, que traducido en pesos es mucha plata. El Rectorado les puso un freno, pero la batalla continuará. Al grupo lo completan Liliana Zeman (Odontología, casa de la que egresó José Cano), Olga Paterlini (Arquitectura), José Luis Jiménez (Ciencias Económicas) y Beatriz Silva (Educación Física, de diálogo fluido con el omnipresente y hoy nuevamente poderoso canismo). Los seis compartieron mesa con Esteban Bullrich, quien visitó la provincia antes de ponerse al frente del Ministerio de Educación. De allí pasaron al despacho del secretario de Políticas Universitarias, Albor Cantard (Jiménez envió a su vice, Liliana Pacheco). Alfombras desplegadas y llegada al núcleo del poder no le faltan al grupo.

La rectora está congelada en el spot que protagonizó en apoyo a Daniel Scioli. Dice que no se arrepiente, pero políticamente la jugada le salió carísima. En el bardonismo puro -si existiera realmente esa categoría- se anotan Silvia González (Bioquímica, la Facultad de Bardón), Margarita Hidalgo (Ciencias Naturales) y Raquel Pastor (Artes).

El resto acompaña, hace su juego, relojea. A Ricardo Zelaya (Medicina) lo obsesiona la ley que dispone el ingreso libre e irrestricto a la carrera. Del Rectorado no aguarda una mano, sino la solución de fondo al intríngulis. Complicado. Mercedes Leal (Filosofía y Letras), de prolija gestión en una Facultad siempre turbulenta, hace equilibrio. Sergio Pagani (Ciencias Exactas) estudia el tablero, sabedor de que es uno de los precandidatos cantados por el ¿oficialismo? Y Héctor Navarro (Agronomía) juega para el vicerrector, José García.

“Pepe García y Pagani no van a competir. Antes, uno de los dos se baja”, opina un fatigador de pasillos universitarios. García se desmarcó de Bardón el año pasado cuando en LA GACETA cuestionó la presencia de camporistas en cargos ejecutivos. Después fue anfitrión de Bullrich y también tuvo su foto con Cantard. Pero, a la vez, fue el encargado de ponerle los puntos a Seguí en el tema docente. De los dos lados del mostrador no se puede construir una candidatura y para García este será el año de las definiciones. A sus puentes los tiende Arturo Sassi, un radical puro que funge de subsecretario de Extensión mientras aceita los contactos políticos. Pagani sigue de cerca los números reales de la UNT por medio de Leandro Díaz, por cuya secretaría Económica Administrativa pasan los muchos o pocos pesos que se gastan.

“En tiempos de Marigliano y de Cerisola las cosas estaban más claras -advierten en el corazón del Rectorado-. Ahora nada es lo que parece”. Lógico: no había patas políticas más allá del panradicalismo que conducía la UNT. Mientra José Hugo Saab -regresado de su curiosa experiencia alperovichista- está abocado a sacarle papas del fuego a Bardón, Sacca prepara sus movidas. Hoy es un no docente más (categoría 1, Secretaría de Bienestar). Una curiosidad del mundo universitario: el encargado de pelear los aumentos de sueldo de Sacca es Ángel “Zurdo” Morales, otro factor de poder desde el comando del gremio no docente. Y después dicen que Tucumán no es puro realismo mágico.

Comentarios