Por Marcelo Aguaysol
06 Marzo 2016
En los tiempos kirchneristas, ser director de Estadísticas en cualquier provincia (salvo San Luis) ha sido un duro trabajo. La última vez que se difundió oficialmente la inflación en Tucumán fue en marzo de 2008. Desde entonces hay un gran signo de interrogantes acerca de la evolución de los precios al consumidor en el distrito. No obstante, José Alperovich siempre ha sido un enfermo de las estadísticas. De hecho, solía recibir informes confidenciales del ex director de Estadística José Luis Ruiz sobre la inflación que, generalmente, estaban un punto y medio por encima de la que informaba el Indec.
El IPC no había dejado de medirse. Políticamente, en la era K, no era conveniente revelar el salto de los precios. En una oportunidad la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner le advirtió telefónicamente al ex gobernador tucumano sobre la inconveniencia de contradecir la política nacional. Fue cuando Alperovich insinuó que haría una medición propia. De tanto en tanto, Guillermo Moreno reiteraba los llamados para “recordarle” al gobernador de Tucumán que no se saliera de la línea.
Ocho años después de la intervención política al Indec, Tucumán vuelve a anunciar que irá por una medición propia. A nivel nacional tuvo que cambiar de signo partidario la administración para que el distrito diera el gran salto a la normalidad en las estadísticas. De hecho, los actuales funcionarios tienen experiencia acerca de lo que fue vivir y convivir con “el cepo estadístico”. Esa misma base empírica debe servir para no cometer los errores del pesado y discontinuar la serie que gravita en las decisiones de los agentes económicos.
Más allá de que las estadísticas siempre son cuestionables, tener una medición propia -aséptica del humor político- contribuye a que tanto los empresarios como los trabajadores sepan dónde estamos parados, cómo evolucionan los costos, los precios, el poder adquisitivo de los salarios y el valor de las canastas que demarcan la línea de pobreza y de indigencia.
El IPC no había dejado de medirse. Políticamente, en la era K, no era conveniente revelar el salto de los precios. En una oportunidad la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner le advirtió telefónicamente al ex gobernador tucumano sobre la inconveniencia de contradecir la política nacional. Fue cuando Alperovich insinuó que haría una medición propia. De tanto en tanto, Guillermo Moreno reiteraba los llamados para “recordarle” al gobernador de Tucumán que no se saliera de la línea.
Ocho años después de la intervención política al Indec, Tucumán vuelve a anunciar que irá por una medición propia. A nivel nacional tuvo que cambiar de signo partidario la administración para que el distrito diera el gran salto a la normalidad en las estadísticas. De hecho, los actuales funcionarios tienen experiencia acerca de lo que fue vivir y convivir con “el cepo estadístico”. Esa misma base empírica debe servir para no cometer los errores del pesado y discontinuar la serie que gravita en las decisiones de los agentes económicos.
Más allá de que las estadísticas siempre son cuestionables, tener una medición propia -aséptica del humor político- contribuye a que tanto los empresarios como los trabajadores sepan dónde estamos parados, cómo evolucionan los costos, los precios, el poder adquisitivo de los salarios y el valor de las canastas que demarcan la línea de pobreza y de indigencia.
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