Clinton sacó las garras en su primer cara a cara

28 Septiembre 2016

Maren Hennemuth - Agencia DPA

HEMPSTEAD.- Está de vuelta, con fuerza renovada. La estadista se plantó allí como si nunca se hubiera ido. Hillary Clinton disparó con precisión, manejó los tiempos, citó hechos concretos y cifras y descansó en ellos tan segura como siempre. Como si todos los deslices, errores y traspiés de las últimas semanas no hubieran existido. Su rival no quedó bien parado. Donald Trump tuvo un buen comienzo, luego parecía nervioso, sostenía a menudo con fuerza el vaso de agua, interrumpía continuamente a Clinton, parecía aleccionador, sin tener nada que decir.

La demócrata se rió cuando él habló. El republicano hizo caras cuando intervenía ella. Él resopló, ella lo atacó. Ella permaneció calma. Y al final fue él quien le reprochó que no tiene el carácter necesario para ser presidenta.

Después de semanas de agitada campaña, el debate era como un punto de inflexión. Durante días Estados Unidos esperó con expectación este momento: el primer combate entre dos candidatos que polarizan al país como quizá nunca antes en la historia. El empresario, que nunca ejerció un cargo político. La ex secretaria de Estado, sobre la que todos tienen una opinión y a la que muchos odian.

Clinton apareció en traje rojo, el color de los republicanos. Trump eligió un traje negro y una corbata azul. Se dieron un apretón de manos, algo no tan obvio en 2016.

El tono al principio fue sorprendentemente calmo durante varios momentos. Trump, incluso, señaló que estaba de acuerdo con la demócrata en temas como el cuidado infantil, aunque no con las cifras.

Fijando las reglas

Pero Clinton, de 68 años, no quiso entrar en ese juego.

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Ella quiso poner las reglas y lo dejó rápidamente en claro cuando mencionó los fracasos económicos del multimillonario Trump, sus numerosas insolvencias, sus declaraciones de impuestos, que todavía no ha publicado. Lo llamó “el rey de la deuda” y especuló al respecto con que no es tan rico como da a entender.

Ella lo provocó aguijoneando donde al republicano le dolía.

Cuando para devolvérsela Trump sacó a colación las cambiantes opiniones de Clinton sobre los tratados internacionales de comercio, ella simplemente respondió: “Donald, sé que vives en tu propia realidad”. Siempre se dirige a él por su nombre de pila.

Trump se refugió en sus habituales exageraciones, alardeó sobre el hotel que acaba de construir en Washington. Siguió siendo vago sobre sus ideas políticas y sobre su plan contra Estado Islámico (EI).

Del muro con México, un tema central de toda su campaña electoral, no dijo ni una sola palabra.

El equipo de Trump lidió bien con las expectativas previas. Capa por capa fueron construyendo la imagen de un “outsider” que no pierde el tiempo en prepararse para un debate intenso y los medios estadounidenses asumieron esa idea. Las expectativas con respecto a Trump eran tan bajas que tan sólo evitar sus salidas de tono habituales ya consideraba un éxito.

La expectativas con Clinton eran elevadas. Ella, la especialista, debía conocer todos los detalles, pero no podía parecer demasiado engreída y tenía que parecer natural para parecer creíble.

Ella fue por todas. “Creo que Donald me acaba de criticar por haberme preparado para este debate, ¿Y saben qué? Lo hice y creo que fue algo bueno. ¿Saben qué otra cosa hice? Me preparé para ser presidenta y creo que eso es algo bueno”.

La imagen de Clinton sobre la sociedad Estados Unidos es puro optimismo. Trump eligió el costado negativo que siempre resalta en la campaña electoral: la economía por los suelos, millones de puestos de trabajo se van al exterior.

El contraste es la oda a la esperanza de Clinton contra el canto de cisne del sueño americano de Trump. La cuestión es si esta imagen permanecerá. (DPA)

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