29 Septiembre 2016
Yessica Arroyo tomó las 10 tortillas que le había pedido un hombre alto, pelirrojo. Cuando se dio vuelta para entregárselas, se encontró de frente con el caño de un arma que la apuntaba. El falso cliente, en ese momento, muy tranquilo le espetó: “acabo de salir de la cárcel y estoy dispuesto a todo. Dame la plata de la caja o ya mismo te meto un tiro”. Segundos después, el asaltante salió de la panadería El Calafate de Rondeau y Las Heras con $ 1.500. Como si nada, caminó media cuadra hacia el sur y allí, según contaron las víctimas, se subió a un taxi Fiat Palio con licencia de la capital que lo estaba esperando.
“La sensación que uno tiene cuando lo apuntan con un arma es una mezcla de terror y angustia. Yo incluso llegué a marearme. No se lo deseo a nadie”, relató a LA GACETA Arroyo, apenas una hora después del dramático episodio. Su compañera, Patricia Moreno, añadió que es la quinta vez en dos años que el negocio sufre un asalto. El único consuelo de ambas es que el robo que sufrieron no fue violento como el que vivió otra empleada en diciembre, cuando un hombre la golpeó y la encerró en la cocina antes de llevarse la caja y una balanza.
“En la zona suele haber un policía, pero cuando me asaltaron no estaba. Nunca están cuando nos roban”, señaló enojada Arroyo, quien luego pidió más seguridad para la zona. A esa solicitud se sumó Viviana Maidán, dueña de la peluquería que está al lado de la panadería, y víctima de dos asaltos y un robo en los últimos seis meses.
“Hace dos semanas me rompieron un vidrio de madrugada. Por ahí entró una criatura o alguien muy chiquito. Me robaron unos $ 1.300, secadoras, planchitas y otras cosas. También me rompieron un sillón. Entre lo que me robaron, lo que tuve que reponer y lo que hubo que arreglar, perdí $ 18.000”, denunció.
La misma mujer, en julio, estaba atendiendo cuando ingresó un hombre armado que le apuntó a la cabeza. Ante esta situación, el hijo de Maidán le pidió que no la encañonara. El asaltante respondió, pero se dirigió a la mujer: “hacelo callar o es boleta”. El primer asalto había sido en marzo.
El último testimonio fue el de Carolina Sánchez, empleada de una casa de venta de empanadas. “Está tan fea la zona que acá trabajamos encerrados”, dijo a través de una reja.
Una alta fuente policial de la zona -que prefirió que no se diera a conocer su nombre porque desde la Justicia les habrían prohibido realizar declaraciones- señaló que, pese a los asaltos que se sufrieron en esa esquina, Barrio Sur “está más seguro en los últimos meses y se está trabajando mucho con la prevención”.
“La sensación que uno tiene cuando lo apuntan con un arma es una mezcla de terror y angustia. Yo incluso llegué a marearme. No se lo deseo a nadie”, relató a LA GACETA Arroyo, apenas una hora después del dramático episodio. Su compañera, Patricia Moreno, añadió que es la quinta vez en dos años que el negocio sufre un asalto. El único consuelo de ambas es que el robo que sufrieron no fue violento como el que vivió otra empleada en diciembre, cuando un hombre la golpeó y la encerró en la cocina antes de llevarse la caja y una balanza.
“En la zona suele haber un policía, pero cuando me asaltaron no estaba. Nunca están cuando nos roban”, señaló enojada Arroyo, quien luego pidió más seguridad para la zona. A esa solicitud se sumó Viviana Maidán, dueña de la peluquería que está al lado de la panadería, y víctima de dos asaltos y un robo en los últimos seis meses.
“Hace dos semanas me rompieron un vidrio de madrugada. Por ahí entró una criatura o alguien muy chiquito. Me robaron unos $ 1.300, secadoras, planchitas y otras cosas. También me rompieron un sillón. Entre lo que me robaron, lo que tuve que reponer y lo que hubo que arreglar, perdí $ 18.000”, denunció.
La misma mujer, en julio, estaba atendiendo cuando ingresó un hombre armado que le apuntó a la cabeza. Ante esta situación, el hijo de Maidán le pidió que no la encañonara. El asaltante respondió, pero se dirigió a la mujer: “hacelo callar o es boleta”. El primer asalto había sido en marzo.
El último testimonio fue el de Carolina Sánchez, empleada de una casa de venta de empanadas. “Está tan fea la zona que acá trabajamos encerrados”, dijo a través de una reja.
Una alta fuente policial de la zona -que prefirió que no se diera a conocer su nombre porque desde la Justicia les habrían prohibido realizar declaraciones- señaló que, pese a los asaltos que se sufrieron en esa esquina, Barrio Sur “está más seguro en los últimos meses y se está trabajando mucho con la prevención”.