Como un tiempo de revolución

Las degradadas instituciones están desnudas. Hace tres semanas se reveló que el empleado de un legislador es el supuesto líder de una banda de narcotráfico; hace un mes se escapó de la comisaría de Delfín Gallo un supuesto narco. Parecían realismo mágico y en realidad corroboraban que las instituciones están en un pozo séptico. ¿Cómo puede entonces la población, aterrada por la inseguridad y el narcotráfico, creerles a los funcionarios y la Justicia?

De eso hablaba el padre Juan cuando criticó desde Facebook la venta de droga, los robos de motos y de celulares, las mentiras de los políticos, el escándalo de la fuga del narco, la muerte de un joven a manos de una patota y el drama de los escolares que “llevan un atadito de leña para tener con qué cocinar y poder comer y quizás sea el desayuno y el almuerzo, la única comida, y sabemos que si el estómago no se llena la cabeza no responde”. Todo eso quedó grabado en la gente como esa misa en la calle de Delfín Gallo para pedir al Altísimo la salida que no dan los funcionarios y los políticos. “Tal vez el árbol no me deja ver el bosque, me dirán, pero por ver el bosque hemos desatendido a cada árbol con su historia personal”, dijo el padre.

En ese marco se desenvuelve la pesquisa sobre las causas de su muerte. ¿Suicidio por razones sentimentales? En la visión de los que marchan suena a invento o a confabulación mafiosa y no parece importarles a qué verdad llegará la Justicia. ¿Será como el caso Lebbos, que lleva 10 años sin conclusión? ¿Saldrá de esto un nuevo tiempo que logre el cambio de las corrompidas instituciones? El cura Juan, en su intenso texto de Facebook, pareció vaticinarlo: “Sé que tendré que dar cuentas de muchas heridas causadas, pero esto va más allá... es tiempo de revolución...”

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