Por LA GACETA
19 Diciembre 2016
Los argentinos solemos tener una cierta fascinación por lo ilegal, por lo trucho. Por ahorrarse unos pesos son capaces de eludir la ley y de comprar sabiendo que se está transgrediendo las normas. Siempre hay un argumento a mano para justificar la mala acción: “si otros lo hacen y no les pasa nada, por qué no lo voy a hacer yo”. De ese modo, se cruza con impunidad una esquina con el semáforo en rojo, se conduce una motocicleta sin casco o arroja basura en la vía pública. La venta de productos “truchos” en la vía pública es frecuente y esta goza de buena salud porque siempre hay alguien que le compra al que vende.
La piratería y comercialización de discos y películas (CD y DVD) es moneda corriente, no sólo en el microcentro de la capital, sino también en cuanta feria se realice en la provincia. Basta recorrer la peatonal Celestino Gelsi, luego de las 22, para observar esta alfombra de estos productos. La música que se propala a alto volumen de los distintos reproductores, genera un clima festivo. En la 25 de Mayo al 300, también hay un despliegue frecuente de discos y filmes en la vereda oeste. En ninguno de los casos, se percibe control de la autoridad, incluso con frecuencia hay policías en las proximidades, pero para ellos esta no parecer ser una actividad ilegal. Esporádicamente, se implementan operativos y se secuestra el material a los vendedores, pero al día siguiente, los puestos vuelven a instalarse.
La industria del disco se halla prácticamente en extinción, como consecuencia de la piratería, hasta el punto que han comenzado a buscar a través internet algunas alternativas. Los empresarios denunciaron ya hace un tiempo que el pillaje producía más de $1.000 millones anuales, lo cual ya había generado la pérdida de 10.000 empleos. Se quejaban, además, de que más del 40% del precio final del alquiler o venta de un DVD se lo llevaban los impuestos. La venta de DVD bajo las normas actuales generaba una ganancia de apenas $70 millones. Con la irrupción del DVD en 2003 en la Argentina el comercio legal fue creciendo, hasta que en el 2008 decayó y su contrapartida ilegal comenzó con una carrera en alza sin interrupciones. Los representantes de la industria discográfica en Tucumán dijeron en una ocasión que de cada diez CDs que se vendían en la provincia, seis eran truchos. En esa oportunidad, pidieron que las fuerzas de seguridad actuaran de oficio y no sólo durante operativos programados, y que se tomara la decisión política de no permitir la venta de estos objetos. Le solicitaron a la comunidad que tomara conciencia de que estos productos eran ilegales. “Todos sabemos dónde se comercializan los CD y los DVD truchos. Solamente hay que tomar la decisión. Permitir que se comercialicen es similar a dejar que una persona monte un puesto callejero y ofrezca autopartes robadas; es un delito”, dijeron.
La venta ilegal no sólo perjudica a las compañías discográficas o cinematográficas, sino también a los artistas. Poco nada parece importarle al Estado que se viole la ley en este rubro, como tampoco hace nada por educar al ciudadano. Esta práctica existe porque hay alguien que la fomenta. Si nadie comprara objetos ilegales, no habría cosas truchas; al adquirir cualquiera de ellas siempre se está perjudicando a otros. Los intereses creados parecieran ser importantes, de otra manera, no se explicaría el desinterés en erradicar este delito.
La piratería y comercialización de discos y películas (CD y DVD) es moneda corriente, no sólo en el microcentro de la capital, sino también en cuanta feria se realice en la provincia. Basta recorrer la peatonal Celestino Gelsi, luego de las 22, para observar esta alfombra de estos productos. La música que se propala a alto volumen de los distintos reproductores, genera un clima festivo. En la 25 de Mayo al 300, también hay un despliegue frecuente de discos y filmes en la vereda oeste. En ninguno de los casos, se percibe control de la autoridad, incluso con frecuencia hay policías en las proximidades, pero para ellos esta no parecer ser una actividad ilegal. Esporádicamente, se implementan operativos y se secuestra el material a los vendedores, pero al día siguiente, los puestos vuelven a instalarse.
La industria del disco se halla prácticamente en extinción, como consecuencia de la piratería, hasta el punto que han comenzado a buscar a través internet algunas alternativas. Los empresarios denunciaron ya hace un tiempo que el pillaje producía más de $1.000 millones anuales, lo cual ya había generado la pérdida de 10.000 empleos. Se quejaban, además, de que más del 40% del precio final del alquiler o venta de un DVD se lo llevaban los impuestos. La venta de DVD bajo las normas actuales generaba una ganancia de apenas $70 millones. Con la irrupción del DVD en 2003 en la Argentina el comercio legal fue creciendo, hasta que en el 2008 decayó y su contrapartida ilegal comenzó con una carrera en alza sin interrupciones. Los representantes de la industria discográfica en Tucumán dijeron en una ocasión que de cada diez CDs que se vendían en la provincia, seis eran truchos. En esa oportunidad, pidieron que las fuerzas de seguridad actuaran de oficio y no sólo durante operativos programados, y que se tomara la decisión política de no permitir la venta de estos objetos. Le solicitaron a la comunidad que tomara conciencia de que estos productos eran ilegales. “Todos sabemos dónde se comercializan los CD y los DVD truchos. Solamente hay que tomar la decisión. Permitir que se comercialicen es similar a dejar que una persona monte un puesto callejero y ofrezca autopartes robadas; es un delito”, dijeron.
La venta ilegal no sólo perjudica a las compañías discográficas o cinematográficas, sino también a los artistas. Poco nada parece importarle al Estado que se viole la ley en este rubro, como tampoco hace nada por educar al ciudadano. Esta práctica existe porque hay alguien que la fomenta. Si nadie comprara objetos ilegales, no habría cosas truchas; al adquirir cualquiera de ellas siempre se está perjudicando a otros. Los intereses creados parecieran ser importantes, de otra manera, no se explicaría el desinterés en erradicar este delito.
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