Juan Villoro: “estamos abismados de pantallas y olvidamos los actos de presencia”

El escritor mexicano participa en la Feria del Libro de Lima. “Mucha gente manda un tuit y cree que ya expresó una convicción”

27 Julio 2017

Novelista, cuentista, cronista, ensayista, dramaturgo. Para el mexicano Juan Villoro no parece haber límites en la literatura, excepto por la poesía, único género que no practica.

“Me considero simplemente un prosista que al modo de un sastre hace prendas de distintos tallas y estilos, pero no me atrevería a escribir poesía, que es el más complejo de los géneros”, dijo Villoro en Lima, donde participa en la XXII Feria Internacional del Libro (FIL).

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El mexicano, de 60 años, es uno de los escritores más prolíficos de América Latina. Por miedo a repetirse, dice, ensaya siempre una propuesta distinta y nunca un libro suyo se parece al anterior. “Creo que tiene que ver con el temperamento. Hay escritores que se sienten muy cómodos en un género o incluso en una variante de un género. Por ejemplo, tengo amigos que escriben novelas policiales y tienen un personaje que siempre es el protagonista y encuentran eso satisfactorio. Yo soy alguien que se entusiasma muy rápido y se aburre bastante pronto”, explica Villoro”. “Entonces cambio de aficiones, de intereses, me atraen cosas al mismo tiempo, tengo una mentalidad dispersa”, agregó el escritor durante una charla con DPA, entablada en el restaurante de un hotel.

El autor mexicano llegó a la literatura desde el periodismo, aunque para él este último oficio forma parte del primero. “Yo era gran aficionado al fútbol y teníamos (en México) extraordinarios cronistas que reinventaban el partido y convertían un cotejo muy aburrido en la guerra de Troya”, rememora al ser interrogado sobre sus inicios.

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“Ese tipo de cronistas a mí me alertó mucho respecto al lenguaje, pero no pensé que eso fuera literatura, porque yo no sabía que había una relación entre esas narraciones y los libros”, añadió.

Del periodismo, Villoro toma características que aplica como factor positivo a otras formas de narrativa. “Cuando uno escribe periodismo está con el tiempo encima, con un compromiso de brevedad muy definido y con una necesidad de claridad muy fuerte. Cuando uno escribe ficción, puede diferir los efectos y pensar que a lo mejor la novela será comprendida dentro de 30 años -explicó-. El periodismo tiene que cumplir su cometido el día de hoy y más en tiempos de redes sociales, en los que ni siquiera hay que esperar a la publicación de mañana”. “Entonces esta velocidad genera exigencias estilísticas muy distintas. Pero siempre recuerdo una frase del crítico George Steiner: ‘El hombre acorralado se vuelve elocuente’. Hay cosas que solamente dices bajo presión”, señaló Villoro.

Un espejismo

Internet irrumpe como un desafío para el mexicano. “Las redes sociales representan un gran estímulo de conocimiento de información inmediata, pero también puede ser una funeraria para los escritores, porque te puedes constreñir exclusivamente al contacto inmediato y, sobre todo, al espejismo de que alguien te está leyendo”, advirtió el autor de “Dios es Redondo”.

“En las redes se genera la sensación de que tenemos seguidores como si fuéramos líderes de algo. Y en realidad es simplemente gente que está entrando ahí por curiosidad, con una atención flotante muy relativa y de pronto alguna polémica o algún escándalo en las redes que parece absolutamente trascendente es relevado de inmediato por otro escándalo que dice lo contrario”, argumentó.

Pero, además, le preocupan las “condiciones políticas” de Internet. “Muchas veces la gente en vez de manifestar descontento en la plaza pública o en un activismo real se limita a mandar un tuit y cree que ya expresó una convicción. Son fuegos artificiales. Estamos cada vez más en una escisión de la realidad. La sustancia de la vida se escapa porque estamos tan abismados en las pantallas que olvidamos en ocasiones los actos de presencia, la palabra”, remarcó.

Poniendo el cuerpo

Eso sin olvidar otros riesgos, aseguró el escritor. “Muchos críticos del Gobierno (de México) están siendo vigilados, otro problemas que traen las redes”, advirtió tras recordar que la administración del presidente Enrique Peña Nieto pagó 80 millones de dólares por un sistema israelí de espionaje.

Sobre la violencia, que ha hecho de México el país más peligroso del mundo para el periodismo según diversos informes, Villoro tiene una interpretación propia, en la que la responsabilidad no cae en los delincuentes ya conocidos, sino en los que falta destapar.

“(Los responsables) son aquellos que sirven de fachada al crimen organizado, los cómplices necesarios para que el dinero ilícito se convierta en aparentemente lícito. Personas vinculadas al Ejército, al Gobierno, la Policía, los empresarios, la Iglesia. Esos son los que tienen mucho que perder con el periodismo; mientras el Gobierno no se investigue a sí mismo, mientras no se frenen las redes de complicidad, mientras no se cierre la brecha entre lo ilícito y lo lícito en la sociedad mexicana, los periodistas van a correr peligro, porque hoy en día, como dice el autor John Gibler, investigar el asesinato de un periodista es mucho más peligroso que cometerlo, y eso es terrible”, resaltó.

Violencia conviviendo con buen periodismo y con buena literatura, una realidad de siempre en América Latina. Villoro lo explicó a través de una frase pronunciada por Orson Welles en “El tercer hombre”: ‘¿Qué es lo que la paz, la estabilidad y la tranquilidad de Suiza le han dado al mundo? El reloj cucú. En cambio las intrigas, las guerras y la corrupción de Italia produjeron el Renacimiento’. Si esto es cierto -dijo Villoro-, países convulsos como los nuestros producen un mejor arte que países tranquilos, donde la tragedia es que el tren llegó cuatro minutos tarde o que se perdió un perro. Muchas veces el arte surge para compensar desastres de la realidad”.

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