Manzur y Vidal, unidos contra Cristina

Manzur y Macri llegaron al poder en 2015 arrastrando dudas y debilidades; las que tienen que expiar a como dé lugar en los próximos comicios. En siete días deberán sortear el primer round, enfrentándose indirectamente entre ellos. El reto que tienen por delante es demostrar que no llegaron por casualidad, por hechos fortuitos o por situaciones extrañas, sino por su propio peso y porque hubo un acompañamiento a sus boletas de sufragantes convencidos en la continuidad o en el cambio.

A las votaciones, plebiscitarias de las gestiones provinciales, tienen que ganarlas en sus distritos de influencia; Manzur en Tucumán y Macri con sus delfines en Capital Federal, Jujuy y Buenos Aires, principalmente en esta última. El resultado de allí irradiará sensaciones. El desafío se les presenta en forma de urnas. Para el tucumano es la ocasión de dejar atrás el halo de ilegitimidad con la que nació su triunfo, mientras que para el porteño implica una oportunidad para aventar la idea de que su arribo a la Casa Rosada se debió a que se votó más “en contra de” que en favor suyo hace un par de años.

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Sin embargo, desde una perspectiva, para el líder del PRO la elección en territorio bonaerense ya está perdida, por lo menos matemáticamente, y en manos de la suma opositora: siete a tres. Es una mirada posible sobre lo que hasta ahora van promediando las encuestas, y que dicen que a los candidatos de Cambiemos lo respaldaría un 30% de los electores; o sea que -en una lectura rápida- mermaría la adhesión ciudadana conseguida por Vidal en 2015. El voto peronista, si se juntan los porcentajes que dicen que tienen Cristina y Randazzo, estaría en torno del 40%, un poco más que los que sacó Aníbal Fernández cuando fue derrotado por María Eugenia.

Ser primera minoría en un espacio dividido en tercios puede ser una victoria matemática, pero no política. El domingo, después de la gran encuesta que son las PASO, entre los que festejarán seguro que habrá perdedores. Y habrá quienes pintarán como victorias lo que realmente son derrotas.

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En determinadas condiciones

Por eso, además de imponerse, tanto Macri como Manzur, tienen que hacerlo con determinadas condiciones electorales y territoriales, porque si no logran justificar acabadamente sus triunfos distritales de 2015 pueden ver peligrar su futuro político en 2019. Están entrampados en sus respectivos retos.

El principal problema electoral para Macri no es Cristina, sino lograr que su discurso contra la corrupción del kirchnerismo penetre exitosamente en su favor. Casi dejó de lado la defensa del programa económico, tal vez para usarlo en la segunda vuelta como parte de una estrategia nueva o con la esperanza de que los índices vayan a mejorar. Hoy no están tan convencidos de que la gente sonría mirando los precios y las tarifas como para salir a pintar las bondades de los “brotes económicos”. Las buenas noticias y los llamados a la esperanza están condenados al fracaso electoral si la gestión no repercute en los bolsillos. Es puro pragmatismo político. La marcha de la macroeconomía puede ser clave; pero más pesan las sensaciones del bolsillo ciudadano.

En la previa, no alcanza

En ese marco, al margen de recibir como una bocanada de aire puro el fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que validó el resultado de los comicios de hace dos años y que negó la posibilidad de un fraude, el peronismo tucumano tiene que repetir y mejorar la performance electoral para justificar que aquel triunfo no fue casualidad ni la consecuencia directa de acciones irregulares. O sea: sacarle más de 110.000 votos de diferencia a la oposición. Los más optimistas del oficialismo hablan de 170.000 a 200.000 sufragios, suponiendo además que Fuerza Republicana le restará adhesiones a Cambiemos. Pero eso no alcanza para el tres a uno; confió un dirigente capitalino. Además esta es una primaria, la definitiva viene después.

En Tucumán, en la otra vereda, la oposición no se queda quieta, aunque no sin resignación algunos admiten que el 13 no superarán al oficialismo. No puede hablarse de derrota porque al fin y al cabo la votación del domingo es una suerte de encuesta real, que dirá exactamente dónde está parado cada uno y cómo tiene que prepararse para octubre. Eso sí, en Cambiemos tienen expectativas respecto de achicar la diferencia de 2015; algunos optimistas hablan de cinco a seis puntos, o sea 60.000 votos entre el primero y el segundo. Claro, no faltan los optimistas extremos que hablan de una victoria.

En fin, si aquel fuera el porcentaje, Cambiemos perdería matemáticamente, pero para Cano implicaría un triunfo en términos políticos. Máxime si lo que viene es un ensayo para la gran final del 22 de octubre. En dos meses muchas cosas pueden pasar.

¿Hay situaciones que estén perjudicando a CpB de cara a las PASO? Sí, Macri. La afirmación puede llamar la atención no sólo porque lo sugieren desde el oficialismo -que festeja creyendo que el descontento popular con el Presidente le sumará apoyos en su favor-, sino también desde las propias filas de Cambiemos a nivel local. Observan que si bien los números de la macroeconomía se van acomodando, el derrame de los posibles beneficios no llegan a la gente. No se perciben en la heladera. O sea, CpB no sólo debe enfrentar a Manzur, a Jaldo y a Alperovich, sino también los efectos negativos de la gestión nacional. ¿Acaso las posibles adhesiones que se pierdan irán al bussismo?

Otra más, ¿la gestión de Manzur le aportará votos a Jaldo? Porque apelar al respaldo del peronismo le puede garantizar un caudal importante de votantes, pero sólo podrá sumar si su administración seduce a la clase media que, precisamente, le dio la espalda en 2015. Parte de eso lo dirán las urnas, los resultados comparativos revelarán los estados de ánimo de la ciudadanía, aunque habrá que verlos con lupa e interpretarlos con microscopio. Y a su vez, modificarán estados de ánimo en la dirigencia, que tendrá que acomodarse de nuevo para el 22 de octubre. Allí todo será a suerte y verdad.

Enfrentados por la plata

Como todo lo que sucede en la actividad política e institucional en la Provincia y en la Nación no queda marginado del proceso electoral -por obvias conveniencias de campaña-, tampoco puede dejarse afuera del análisis la “pelea” por recursos entre Buenos Aires y el interior, o entre la macrista Vidal y los gobernadores peronistas. ¿Unitarios versus federales? Semejante retroceso histórico no cabe. En cambio, sí cabe observar la disputa desde los propios intereses político-electorales de cada grupo, donde se descubren los intereses tras los discursos.

En este enfrentamiento, que casualmente gana espacio en los medios, cada lado envía un mensaje interesado hacia la sociedad politizada: Vidal le dice a los bonaerenses que sólo ella los defenderá como nadie lo hizo antes y que por eso inició esta cruzada judicial: para recuperar lo que les pertenece y que sus antecesores -justamente los peronistas a los que enfrenta Cambiemos en Buenos Aires- cedieron.

Se habla de nada menos que de $ 460.000 millones. Una cifra que hace temblar a cualquiera que tenga que pagarla. Algo así como pedir un respaldo en las urnas que fortalezca su gestión, pero que debilite a los justicialistas que ya acuden divididos. Un recurso más para polarizar con los “k”. Todo suma. Sin embargo, puede ser un mensaje tal vez tardío en virtud de lo que vienen diciendo las encuestas -que se conformarán o desmentirán dentro de siete días, pero que puede resultar más efectivo para la próxima votación.

Un punto en común

En medio de esta disputa, Macri avala el planteo de Vidal. Un error forzado. Una actitud que lo expone pensando más en Cambiemos como líder del PRO, que pensando en el país en su rol de Presidente. A los errores ajenos no hay que repetirlos, por más que se esté en campaña electoral y que su futuro político dependa de lo que pase en esta elección intermedia. El jefe de Estado debe estar por encima de esta “interna” entre provincias; porque cualquier conductor -de lo que sea- debe estar por encima de las facciones internas, ya que de lo contrario pasa a convertirse en parte del problema y no de la solución.

De todas formas, en un punto, la estrategia de Vidal y la consecuente réplica de los mandatarios peronistas tienen un punto en común: ambos lados actúan según sus propios intereses para debilitar y enfrentar a Cristina y al kirchnerismo. La bonaerense porque tiene que disputarle los votos en breve y los mandatarios justicialistas tienen que hacerlo más adelante, en el inevitable proceso de renovación y reorganización del peronismo.

Manzur dijo en una ocasión “Cristina ya fue”, y la incipiente Liga de Gobernadores va en esa línea, pero en una doble dirección: le dice al Gobierno nacional que allí está el polo de poder opositor con el que tiene que negociar la institucionalidad; y avisa a los peronistas que por ese agrupamiento pasará el rearmado del PJ. Porque, además, tienen un poder territorial del que carece la ex presidenta.

La cifra que exige Vidal -devolución de los recursos congelados del fondo de recuperación del conurbano- es tremenda. Si la Corte Suprema de Justicia le da la razón, las provincias tendrían serios problemas a futuro. ¿Las auxiliaría la Nación en ese caso? Por las dudas, el Gobierno provincial mantiene la demanda en el máximo tribunal por la devolución del 15% de coparticipación retenido por la Nación. La semana pasada, el Ejecutivo solicitó a la Corte el traslado de la demanda después de la intervención del ministerio público fiscal que dictaminó sobre la competencia. En igual circunstancia están otras provincias. Todas a la espera de una decisión de la Corte, en un tema que se expuso para que jugara su parte en este proceso electoral, donde cada lado le trata de sacar rédito. Todo vale.

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