Nada es fruto del azar. Menos un paquete tan complicado en materia fiscal y de costos empresariales. Más en un gabinete como el de Mauricio Macri, plagado de CEOs. El presidente de la Nación ha estudiado, pormenorizadamente, la rentabilidad que ha tenido cada sector productivo en los casi dos años de gestión que lleva al frente del país. Y está dispuesto a lanzar cifras en reuniones con gobernadores y con representantes de la actividad privada como pruebas de que no hay situación de quebranto o de crisis. Aún más, en el caso del azúcar, en la Casa Rosada aún no recuerdan que el sector se salió del promedio de aumentos en las paritarias, con un arreglo que superó en siete u ocho puntos a la media general, del 23%.

El gobernador tucumano Juan Manzur dijo que seguirá a la cabeza de los reclamos de la principal industria tucumana, con el mismo ímpetu que ayer le puso su par mendocino Alfredo Cornejo para defender al vino del impuestazo.

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Nada es casual. Macri ha tirado del mantel para potenciar su capacidad negociadora ante los gobernadores, con la fuerza que le dieron los votos de octubre. Pero no debe olvidar un gran detalle: las históricas asimetrías entre zonas del país, con un Norte siempre postergado. Detrás de cada negocio hay miles de familias que ruegan que el agua no llegue al río.

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