Si hay algo que entendió, cuando su cabeza empezó a volar y a soñar con debutar en Primera y jugar torneos internacionales, es que jamás hay que tirar la toalla. Porque los sueños son sueños hasta tanto se hagan realidad... Gabriel Risso Patrón es de esos cabezas duras cuyas armas le prohíben darle lugar al “no”.
Su vida es pura causa y efecto. Jamás abandonó, y eso que el diablo metió la cola varias veces. Se fue de chico a River. Estuvo un año, pero se quedó sin pensión. Intentó seguir ligado al mercado porteño. Pasó a Defensores de Belgrano. “Me fue bien; jugué de titular y todo, pero la vida era complicada allá”, recuerda Risso Patrón, que ya canceló varias deudas mentales: debutó en Primera y también se dio el gusto de jugar la Copa Sudamericana. Todo con Atlético. “Estaré eternamente agradecido”, dice el lateral zurdo de 21 años que llegó casi de casualidad al “Decano”.
Le pasó lo mismo que en Buenos Aires. No decidió colgar los botines allá, pero sí regresar. Su vida era casi un calvario. “Vivía en Provincia. Me levantaba a las 4 de la mañana, tomaba un tren y dos colectivos para llegar hasta Defensores (su cancha queda cerca del Monumental “millonario”). No tenía pensión; fue muy dura la vida”, cuenta el padre de Ian, de 3 años, quien volvió y fichó para Ñuñorco, en Monteros, donde hoy vive con sus hermanas Romina (20 años), Brenda (11) y Rocío (8), y sus padres, Teresa y Alberto.
“La más grande me cela; soy el mimado, je”, se ríe ahora Risso Patrón, ajeno a los gustos caros. “Ayudo en mi casa y estoy tratando de ahorrar para comprarme un autito, así dejo el colectivo”. Todos los días, Gabriel viaja de Monteros a Tucumán en ómnibus.
No es titular en el “Decano”, por eso lucha por serlo, mientras se da el gusto de compartir trabajo con Cristian Villagra y Nahuel Zárate. “Dos grandes jugadores”, los elogia Risso Patrón, “cortado” en su primer intento por formar parte de Atlético. “Me fui a probar y no me dejaron. Volví a jugar con Ñuñorco, salimos campeones de la Liga y, gracias a Dios, el profesor Martín (Anastacio), me sumó al club”.
Palos en la rueda
Cada historia de Gabriel tiene un hilo conductor: siempre hubo al menos un palo en una de sus ruedas. “Jamás me daré por vencido. Soy un luchador. No sé bajar los brazos”, dice mientras busca afianzarse en el “Decano”.
“A los tucumanos, generalmente, nos cuesta un poco más llegar hasta arriba, pero confío en mis condiciones”, asegura el zurdo, a quien Ricardo Zielinski le dio su espacio. “Me dice de que confíe en mí; que cuando pueda pase al ataque; que asegure los pases”.
Si jugará con Estudiantes el domingo es un misterio que puede revelarse hoy (ver aparte). Por lo pronto, Gabriel seguirá en la suya. “Como siempre, yendo hacia adelante”.