Desplegar las alas para madurar

Un pequeño pájaro no desarrolló totalmente aún sus habilidades de volar, cuando su familia emigra rumbo a tierras más cálidas en el crudo invierno del Círculo Ártico. El risueño chorlito debía haberlos acompañado, pero un gato le impide la salida con el grupo.

A partir de su soledad, deberá ingeniárselas para sobrevivir, en un mundo lleno de peligros y afrontando numerosos desafíos y aventuras. Allí encontrará aliados bonachones que lo auxiliarán y poderosos enemigos a los que debe eludir usando su ingenio. Enfrentarse a los miedos y saber usar los recursos que aprendió de sus padres forman parte de su proceso de maduración. En ese crecimiento tiene mucho que ver el amor que siente por Ploveria, una ave de su misma especie a quien sueña volver a ver en la próxima primavera.

Este es el argumento simple y sencillo de “Ploey: nunca volarás solo”, el filme de animación del director Árni Ásgeirsson que llega a los cines argentinos, con una historia orientada a los más chicos de la familia y que ya tuvo su tratamiento en la pantalla grande en diversas películas, tanto de dibujos como con actores de carne y hueso.

El islandés Ásgeirsson debuta con esta producción en el siempre muy redituable mundo infantil, luego de haberse formado una carrera en la ficción en Europa. La película está pensada como una propuesta general, sin características del cine de una determinada región sino para todos los mercados.

Como toda fábula, “Ploey” tiene elementos aleccionadores y ejemplificadores de cómo se debe ser, con la idea de que desplegar las alas y salir del nido se puede extender a todos los seres vivos.