Sara Barderas - Agencia DPA
Las elecciones del domingo son para Donald Trump una línea roja. Estados Unidos ha impuesto a lo largo del pasado año sanciones contra más de 50 personas del entorno político de Nicolás Maduro, y contra el propio mandatario, y dará pasos mayores tras unos comicios que califica de “farsa”.
“Estados Unidos no va a quedarse mirando mientras Venezuela se derrumba”, dijo Mike Pence el 7 de mayo en la Organización de Estados Americanos (OEA), en el primer discurso allí de un vicepresidente estadounidense desde 1994.
Es difícil predecir lo que Trump y su nuevo equipo de seguridad nacional, compuesto por halcones, harán después de las elecciones. El embargo petrolero a Venezuela ha sido una de las opciones desde que el Gobierno republicano comenzó a presionar a Maduro.
En Washington corre el rumor de una posible prohibición de exportaciones a Venezuela. Y no hay que olvidar que Trump advirtió, en agosto, sobre una posible opción armada. La amenaza fue inmediatamente condenada en la región, pero Washington no la retiró.
Michael Camilleri, analista del Diálogo Americano, “think tank” de Washington, cree improbable la alternativa militar, entre otras cosas por la oposición en la cúpula del Ejército esrtadounidense. Pero la llegada de dos halcones al Gobierno -el nuevo secretario de Estado, Mike Pompeo, y el nuevo asesor de Seguridad Nacional, John Bolton- da peso a la línea dura.
“Dado el deseo de Bolton por defender un cambio de régimen en Irán y otros lugares, es concebible que la política estadounidense pudiera evolucionar hacia llamadas explícitas a un derrocamiento de Maduro y acciones en apoyo de esa política”, opina Camilleri.
Estados Unidos se ha arrogado el liderazgo de la presión internacional sobre Maduro que antes ejerció el secretario general de la OEA, Luis Almagro, y trabaja para convencer a la región y a la Unión Europea de que sigan sus pasos.
Washington ha vuelto a impulsar el tema venezolano en las semanas previas a las elecciones. Hace un año, en México, la OEA fue incapaz de aprobar una sola línea de condena a Maduro, por el bloqueo de países del Caribe que reciben petróleo venezolano a bajo costo.
Fue entonces cuando nació el “Grupo de Lima”, integrado ahora por 14 naciones americanas críticas con Maduro. Estados Unidos no está en él, pero lo impulsa.
Trump ha hecho de Venezuela el punto central de su política latinaomericana y en ello ha desempeñado un papel fundamental el senador republicano por Florida, Marco Rubio, de origen cubano.
Rubio estuvo detrás de que el presidente recibiera a Lilian Tintori, la mujer de Leopoldo López, el político preso más conocido de América Latina, a poco de llegar a la Casa Blanca.
Anticastristra y detractor del acercamiento de Barack Obama a La Habana, Rubio considera que el tema venezolano y el cubano están relacionados.
Tampoco ha dudado en hacer un llamamiento a los militares venezolanos para que depongan al mandatario. “El mundo apoyaría a las Fuerzas Armadas de Venezuela si decidieran proteger al pueblo y restaurar la democracia sacando a un dictador”, instó en febrero el político republicano.
En abril, fue un miembro de la administración Trump quien hizo el mismo llamamiento.
“Instamos a los militares a respetar el juramento que tomaron para llevar a cabo sus funciones”, dijo Juan Cruz, director para el Hemisferio Occidental en el Consejo de Seguridad Nacional.