La Primera Confitería, con un destino incierto

Es el conjunto de bienes de una nación acumulado a lo largo de los siglos que, por su significado artístico, arqueológico, son objeto de protección especial por la legislación. El patrimonio histórico de una sociedad está íntimamente vinculado con la identidad. Generalmente, es motivo de orgullo y en la mayoría de los casos tiene una gran participación en el desarrollo turístico. Así lo han entendido en varios lugares del mundo y de nuestro territorio. Sin embargo, la realidad muestra que hay un acendrado desapego de una buena parte de la clase dirigente tucumana por este pasado, que está desapareciendo bajo el trabajoso golpeteo de la piqueta.

Hace pocas semanas, se demolió la casa de 25 de Mayo 720, donde vivió el doctor Miguel Campero, notable tucumano, que fue presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Provincia y dos veces gobernador de Tucumán (1924-28 y 1935-39); ambos mandatos se caracterizaron por una significativa cantidad de obras públicas. No muchos años atrás se demolieron otros inmuebles con valor histórico o arquitectónico (algunos diseñados por el destacado arquitecto Eduardo Sacriste) o construcciones emblemáticas como la Confitería del Lago, cuyo techo paraboloide hiperbólico le daba identidad al parque 9 de Julio.

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La Primera Confitería, enclavada en la falda del cerro San Javier, está en la mira de la piqueta desde hace tiempo. En los primeros días del mes en curso, el titular del Ente de Turismo volvió sobre la carga y repitió: “Hay que demolerla”, si es que se pretende explotar comercialmente la zona. El funcionario dijo nuevamente que se trata de un punto turístico de alto interés, pero teniendo en cuenta el deterioro que sufrió el edificio era difícil hacer una remodelación. “Se debe demoler y reconstruir un lugar con las mismas características californianas”, afirmó.

La Primera Confitería fue inaugurada el 22 de mayo de 1938, con el nombre de Parque Aconquija, justamente durante la segunda gobernación de Miguel Campero; luego de un período de declinación, fue clausurada en 1990.

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En noviembre pasado, publicamos el proyecto de una joven arquitecta que buscaba recuperar lo mejor de la estructura original, sumándole una nueva formulación del espacio en el cerro. En su trabajo de graduación, proponía agregar terrazas con desbordes, galerías con pérgolas, accesos vehiculares y dos estacionamientos, puesto que uno de los principales problemas de las décadas en las que funcionaba es que no había espacio para dejar los vehículos. También ha planteado la construcción de un anfiteatro al aire libre y unos merenderos en las cercanías del arroyo. “El inmueble se encuentra en un estado de máximo abandono. El arroyo Muerto ha socavado parte del terreno y la selva está cubriendo la estructura. A medida que pasan los años, la confitería se aleja cada vez más de ese pasado idílico”, dijo la joven.

Si las históricas ruinas de San José de Lules, ícono del paso de los jesuitas por esta tierra, fueron restauradas merced a un convenio de financiamiento suscrito por el Ministerio de Turismo de la Nación, el Ente Tucumán Turismo y la Municipalidad de Lules, ¿por qué la Primera Confitería no puede ser recuperada? ¿Por qué privilegiar casi siempre los negocios inmobiliarios en desmedro del patrimonio cultural? ¿Será que nuestros gobernantes no se han dado cuenta aún de su importancia en el desarrollo del turismo?

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