El presidente Mauricio Macri levantó una enorme polvareda al anunciar su intención de sumar a las Fuerzas Armadas a la lucha contra las organizaciones delictivas que ponen en riesgo al país, especialmente el narcotráfico. El anuncio dejó muchísimas más dudas que certezas. Después del discurso del mandatario, los funcionarios salieron a aclarar varios de los puntos que estaban oscuros. Pese a los esfuerzos de los voceros, muy pocas cosas quedaron en limpio y dieron lugar a todo tipo de especulaciones políticas.

Este no es un proyecto nuevo. En los gobiernos de Carlos Menem y de Fernando de la Rúa ya se había analizado esta posibilidad. Pero fue Néstor Kirchner el que cristalizó el proyecto, lanzando un programa llamado Operativo Fortín que consistía en un trabajo conjunto entre el Ejército y la Fuerza Área para controlar los vuelos narcos. En 2011, Cristina Fernández de Kirchner lo rebautizó y lo fortificó con el nombre de Escudo Norte. En 2015, Macri lo extendió hasta el 2016, agregándole un protocolo con el que autorizaba a los pilotos a derribar una nave si no aceptaban la orden de aterrizar. Se instalaron radares en Salta, Santiago del Estero, Formosa y Chaco para detectar los vuelos clandestinos. Pero los señores de la droga se las ingeniaron para eludirlos regularmente y el programa se transformó en un rotundo fracaso.

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En el norte salteño es famosa una anécdota: por cuestiones presupuestarias, el sistema de vigilancia no funcionaba durante las 24 horas, sino en determinados momentos. Los investigadores coincidieron en señalar que los traficantes enviaban a una persona para que observara si el aparato estaba activo. Con un simple llamado telefónico les avisaban a sus jefes si la aeronave con droga debía despegar.

Evidentemente esta gestión quiere ir por más. El Presidente anunció que se movilizarán hacia el norte hombres que realizarán esta tarea, pero no dijo con exactitud cuántos. Se habla que en un primer momento serán 500 y que luego llegarían a ser unos 5.000. El movimiento de hombres no sería tan espectacular, puesto que en las seis provincias (Salta, Jujuy, Corrientes, Formosa, Misiones y Entre Ríos) en las que actuarían, hay más de 30 unidades militares. Otro detalle: para cumplir con su objetivo, el Presidente debe modificar la legislación que impide a las fuerzas armadas intervenir en cuestiones de seguridad interior. De momento, para evitar confrontar a la oposición modificaría un decreto de reglamentación de las leyes de seguridad. Entre los que ya dieron que no está deacuerdo, aparecen los mismos kirchneristas que fueron los primeros en involucrar a las fuerzas armadas en la lucha contra el narcotráfico.

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El Gobierno venía cocinando a fuego lento la medida porque sabía que podía quedar entrampado en el anuncio. El año electoral está a la vuelta de la esquina y todo lo que se haga tendrá un sentido. Nada será fortuito. Con la presencia de los militares en la zona de frontera, la Nación tendrá la posibilidad de mantener o incrementar el número de efectivos de Gendarmería Nacional y de Prefectura Naval a grandes distritos como Santa Fe, Buenos Aires y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para que continúen combatiendo el delito. El año pasado, la misma gestión había prometido que esos efectivos regresarían a cumplir su verdadera misión: cuidar las fronteras. Pero decidieron mantenerlos allí. La seguridad será uno de los ejes de todas las campañas políticas y este no es un buen momento para retirarlos de tres provincias electoralmente importantes.

Es necesario que se abra el debate sobre qué tipo herramientas se pueden utilizar para la lucha contra los narcotraficantes que con sus dosis llenan de muerte los barrios y que con sus billetes compran voluntades a diestra y siniestra. Pero también es cierto que hay otras discusiones que siguen sin plantearse y que también colaborarán con esta iniciativa. Está pendiente la designación de mayor cantidad de recursos humanos y tecnológicos a los investigadores y a la Justicia Federal. Tampoco se dice una palabra sobre la construcción de unidades carcelarias para albergar a todos aquellos que son detenidos por cometer este tipo de delitos. Mientras no se analice el flagelo de manera integral, todo será humo que, en esta oportunidad, será de color verde.

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