Urge saltear la burocracia para salvar a San Francisco

Hemos venido publicando, estos días, informaciones inquietantes sobre el estado del templo de San Francisco. Los desprendimientos de mampostería y las grietas que abundan en el vetusto edificio, se consideraron como una seria advertencia sobre su estabilidad. Y esto, como se sabe, determinó la clausura, hasta que se realicen arreglos que sin duda demandan montos de mucha significación.

El gran problema administrativo consiste en que San Francisco es un monumento histórico nacional desde 1967, de manera que toda obra que se ejecute en ese inmueble debe ser autorizada, supervisada y costeada por la Nación. Esto hace que el aseguramiento de los muros del templo dependa, en los hechos, de la burocracia oficial de Buenos Aires. Puede suponerse que, para ella, los riesgos creados en un edificio de Tucumán constituyen algo lejano, que se resolverá con la parsimonia que merecen siempre los problemas localizados en el interior del país.

Mientras tanto, el riesgo de San Francisco es algo innegable. En recientes declaraciones, uno de los funcionarios nacionales admitió que, si llegara a producirse un temblor (cosa nada rara en esta zona) las columnas no resistirían, por sus profundas grietas.

Ellas también se aprecian en la zona del altar mayor, en la cúpula y en la sacristía: esta última se halla clausurada desde hace tiempo, ante los desprendimientos cotidianos de mampostería. Como informamos, hace cinco años el organismo nacional inició tareas de reparación, en las que participó activamente la Municipalidad de Tucumán. Era un programa de tres etapas.

Al comenzar la tercera, no solamente quedaron detenidos los trabajos, sino que aparecieron grietas en las siete columnas, lo que constituía un nuevo y muy serio problema para encarar.

Desde Tucumán, se cursaron las solicitudes respectivas, sin eco. Ni siquiera se ha podido hacer todavía un diagnóstico técnico de las columnas. Es decir que, en síntesis, como lo expresó una de nuestras notas, el problema es ver “cómo rescatar el templo sin quedar atrapados en los expedientes atemporales de la Nación”. Parecería innecesario destacar la importancia que San Francisco tiene -aparte de su honda significación para la grey católica- dentro del patrimonio histórico y arquitectónico de Tucumán.

Es un verdadero icono de nuestra capital. Su privilegiada ubicación permite apreciarlo en su totalidad desde la plaza Independencia. Está cargado de historia y no se ignora que se fue edificando sobre el antiguo templo que erigieron los jesuitas a fines del siglo XVII, cuando San Miguel de Tucumán fue trasladada desde Ibatín al sitio que actualmente habitamos.

Tenemos una triste experiencia, muy reciente, de lo que puede significar el derrumbe de un edificio céntrico. No podemos permitir que tal cosa llegara a ocurrir con la iglesia y convento de San Francisco. No parece que deben superarse, con urgencia, todas las instancias burocráticas en la Capital Federal.

Corresponde que los diputados y senadores nacionales obtengan, en el Congreso y con premura, una ley que disponga tanto los fondos necesarios para las reparaciones, como para los estudios técnicos correspondientes. Todo esto debiera ser activado, al mismo tiempo, por gestiones directas del Poder Ejecutivo tucumano ante las autoridades nacionales.

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