El bar Mairata, un eco del pasado

Hace pocas semanas, se demolió el local de la plaza Alberdi, donde funcionó el popular boliche. Una orquesta de señoritas.

El bar Mairata, un eco del pasado

El tartamudeo de la piqueta acabó hace unas semanas con un eco del pasado en la plaza Alberdi. En la ochava noreste de Catamarca y Santiago del Estero, el Mairata marcó una época en la nocturnidad bohemia: un reducto de la música, el escolaso, las chicas del cabaret que despuntaban el insomnio a la salida del trabajo, de parroquianos que aguardaban la llegada o la partida del tren...

La memoria del periodista Héctor Costilla Pallares cuenta que en el boliche había un “palquito” hacia el fondo del local para los números artísticos. “Esa esquina cobijaba la noche de Tucumán con todos los nocheros adentro, una secta medio particular porque era todo timba ahí. Se armaban las mesas; había un grupito de 10 o 12 que se iba a jugar al pase inglés”, memora.

Timberos y usureros

Ya retirado de su oficio, Costilla Pallares recuerda que el Turco Anís tenía una peluquería en Catamarca y San Juan; al frente del Mairata estaba el conventillo Catorce Provincias. “Se entraba por la Santiago; a la par estaban los Remonda, y al frente del Mairata estaba el almacén El Polo Norte, de los Toll. Al Mairata caía la cantante Eve Bedrune… los tranvías subían por la Santiago… los coches de plaza estaban por la Catamarca; pasando la Corrientes había fondas y hospedajes. Al fondo del Mairata hicieron un patio que era para espectáculos, y un poco más allá, estaba el negocio de Salvador Faedda, el que fue director de la Banda de la Provincia, y tenía una mimbrería, hacían canastos. Antes se acostumbraba a hacer paseos, llevaban los altavoces y en la plaza Alberdi se hacía el paseo; adentro había un quiosco donde vendían patay, aloja y vino. Toda esa zona era una barbaridad, a algunos timberos los boletearon los usureros. El Mairata cerró hace unos 40 años”, manifiesta.

BAJO LA PIQUETA. El Mairata funcionaba en la esquina de Catamarca y Santiago del Estero. LA GACETA / JOSE NUNO.- BAJO LA PIQUETA. El Mairata funcionaba en la esquina de Catamarca y Santiago del Estero. LA GACETA / JOSE NUNO.-

El músico y compositor Luis Víctor Gentilini frecuentó pocas veces el lugar. “Era un boliche viejo, que tenía un lugar al fondo, algunas veces hemos estado con Alfredo Grillo, el violinista; a él le gustaba mucho el Mairata, a veces se amanecía ahí y seguía tocando hasta cuando salía el sol, locamente. Yo no me quedaba toda la noche; habrá sido el año 55 o 56; era una zona semirroja. Las pocas veces que fui había pocas personas, los habitués. Creo que Yupanqui no iba ahí. Él iba a ‘Chirola’ que quedaba en la Marco Avellaneda, entre 24 de Septiembre y San Martín, a la par del hotel Varesi, que fue cerrado por exceso de higiene”, evoca riéndose el Pato.

“No nos dejaban ir”

Noemí Remonda de Elsinger vivía casi al frente del boliche. “En una esquina había un escenario donde actuaba una orquesta de señoritas. Nosotros vivíamos por la Santiago, donde está actualmente Yuhmak. A nosotras no nos dejaban ir, éramos además muy chicas, serían los años 40. Murieron luego los dueños, los Mairata, que eran dos hermanos, uno se llamaba Antonio”, relata.

Noemí recuerda que el local tenía ventanales por la Santiago, se entraba por la ochava y también por la Santiago. La fachada tenía unos zócalos negros con blanco y el resto de la pared era blanca. “Había espectáculos musicales. El tranvía que doblaba por la Catamarca iba al casino y el otro, seguía por José Colombres y llegaba hasta la Estación del Central Córdoba, en la Marco Avellaneda. He vivido allí hasta cuando me casé, hace 50 años; le vendimos la casa a Antonio Mahtuk, en 1968. Ya entonces no funcionaba el Mairata”, dice la esposa del querido periodista José Elsinger.

Las chicas del cabaret

“Si me habré amanecido ahí… cuando salían, las chicas del cabaret iban ahí y como había reservados, tocábamos la guitarra. He conocido a varios artistas en el Mairata, había una orquesta de señoritas… Yo vivía en esa cuadra, por la Santiago… serían los años 40. Grillo iba seguido, me acuerdo bien porque él estaba casado con una prima mía. Todos nos amanecíamos ahí”, evoca el guitarrista Federico Nieva que conformó con su hermano Lucho, el quenista, un renombrado dúo.

Retirado como bancario hace muchos años, pero no jubilado de las seis cuerdas, los 93 años de este amigo de Yupanqui cuentan que una vez que se casó dejó de frecuentar el lugar. “Al lado del Mairata, había un lugar que le decían El Jardín, ahí iba Atahualpa y una vez que lo estaban jodiendo, estaba el ‘Burro’ Carol, célebre por los cabezazos, y le dice: ‘¿Qué te están molestando?’ y se señala la cabeza: ‘¡Manyá estos músculos!’ (se ríe) A Yupanqui lo conocí en la peña de Chirola, en la Marco Avellaneda, en la cuadra del Alto de la Lechuza. Él solía parar en el hotel Varesi y salía al balcón a tocar la guitarra. Entonces el movimiento era intenso por el ferrocarril”.

Tal vez un rumor de fox-trots, un cuchicheo desvelado de violín enamorando una zamba en la madrugada, andan aún flotando en el insomnio de esa ochava, donde alguna vez respiró un pedacito de Tucumán.

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