El annus horribilis que puede ser peor

Hay una definición en latín de reciente cuño (no tiene aún un siglo y medio de uso) y relativamente escasa circulación que describe como pocas cuando nada sale como se espera. Annus horribilis hace referencia a ese período de 12 meses que todos quieren dejar en el olvido, durante el cual lo negativo se impuso a las buenas noticias.

Nada mejor que aplicar ese concepto a lo que está viviendo la administración nacional de la cultura argentina desde el año pasado, cuando primero explotó el Instituto de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) por la sustitución de Alejandro Cacetta por Ralph Haiek (con el consiguiente cambio de forma de distribuir subsidios para filmes) y luego Enrique Avogadro dejó de ser viceministro del área por su enfrentamiento sin cuartel con el titular de esa cartera, Pablo Avelluto. La pelea entre estos últimos era por conceptos, proyectos y protagonismo, al punto que para el presupuesto nacional 2019 ninguno de los programas que había diseñado el renunciante se mantienen en vigencia. Hoy Avogadro es el ministro de Cultura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, respetado incluso por los opositores; y Avelutto fue degradado a secretario.

En vez de que las aguas se calmen, todo sigue agitado, con foco puesto ahora en el Instituto Nacional de Teatro (INT), donde se puede confirmar antes de diciembre que los vientos nefastos hacen naufragar navíos si es que el fantasma de una intervención se consuma y se dispone la destitución de sus actuales responsables.

La crisis en esas instituciones afecta de lleno a las realizaciones artísticas tucumanas. Hay una sensible demora en liquidar aportes comprometidos para filmar películas (ficciones o documentales), para mantener abiertas las salas teatrales y para los elencos. Cuando los ingresos por entradas vendidas no alcanzan para pagar las facturas de luz ni cubrir los costos de un taxi para que los actores regresen de madrugada a las casas, la pulsión vital del arte entra en debate.

Nadie puede sorprenderse de la explosión en el INT, advertida desde 2015 en estas columnas, desde donde se llamó inútilmente varias veces a la responsabilidad institucional. En vez de ello, el estallido entre el director ejecutivo Marcelo Allasino y el secretario general Miguel Palma derivó en una crisis que hace preveer que el Poder Ejecutivo Nacional busque una justificación legal formal para intervenir el ente por primera vez en dos décadas de creado.

Así como Allasino tiene el respaldo del PEN, Palma encolumnó al grueso de la comunidad teatral argentina (y la totalidad de la tucumana) detrás suyo, quien fue primero suspendido y luego cesanteado del INT por incompatibilidad de cargos entre su labor nacional y un cargo en la docencia en Rosario. Ambos traccionan para conseguir fidelidad en sus respectivos grupos de ascendencia: el director ejecutivo lo hace nombrando en titularidad de cargos a varios empleados del organismo central que estaban contratados o precarizados; su rival, uniendo a todo el país detrás del miedo de que se recorten fondos para montar espectáculos el próximo año, en medio del ajuste.

Las cifras que circulan son contundentes. Si bien el presupuesto general del INT en 2019 crecerá el 38% según lo previsto en el proyecto elevado en forma inconsulta por Allasino al Ministerio de Hacienda, pero los subsidios a otorgar a elencos y salas decrecerán el 10% en montos absolutos de este año (no se actualizarán por inflación, pese a que rondará el 40% en este ejercicio). Cuando habla del tema, el funcionario del PEN sólo se refiere a los fondos generales, y no hace mención de la distribución secundaria de la torta.

Como es una constante en su historia social, Tucumán hizo punta en la reacción. Fue la primera provincia en la que se organizó la toma simbólica y pacífica de las oficinas locales del INT (replicada después en otros distritos), para lo cual el representante Roberto Toledo abrió las puertas, y encabeza las firmas de una durísima carta a Avelluto en la cual se pide la remoción de Allasino. “Un organismo público dedicado a la defensa y fomento de la actividad teatral independiente, desde la perspectiva democrática, colectiva y federal, no puede tolerar, ni en el presente ni en el futuro, un directivo con comportamiento autoritario que impone criterios unilaterales y centralistas y desprecia la conducción colegiada del organismo”, sostienen los teatristas que juntan respaldos en un documento viralizado en la plataforma de google/docs.

Es impensable su caída en soledad; si se concreta, Allasino se llevará consigo al INT en su conjunto, empezando por el Consejo de Dirección que lidera políticamente Palma y en cuyo seno está la tucumana Nerina Dip, también investigada por tener un cargo en la UNT. Como ella señaló, ganó su lugar en el INT por concurso, lo que le da estabilidad hasta el fin de su mandato, en marzo del próximo año. En situación similar está Toledo, aunque con más plazo, porque a su designación (también por concurso) le quedan dos años y medio. Ya tuvo que soportar que le corten la luz a su despacho porque no le mandaron dinero para la factura y sacar de su bolsillo para cubrir sus traslados a Aguilares, de donde es oriundo. Si les dan de baja, los tribunales se abrirán para recibir sus reclamos.

Quien quiera ver en esta pelea la grieta entre kirchneristas y macristas está desviando la mirada. La crisis hoy agravada al extremo tiene antecedentes mediatos e inmediatos, y entre ellos figura el choque durante los últimos meses del anterior Gobierno entre el entonces director Guillermo Parodi y la secretaria general, la salteña Cristina Idiarte. En ese momento, el hijo de la exministra y cantante Teresa Parodi logró la sanción del decreto 177/2015, que le dio amplias facultades de acción. Es el mismo que ahora reivindica Allasino para hacer y deshacer por las suyas, señal de que no todo lo pasado fue malo en términos del ejercicio del poder. El peligro es que el futuro sea horrible.

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