En el reciente informe sobre homicidios realizado por el Consejo de la Magistratura en la Capital Federal se da cuenta de que el riesgo se incrementa hasta seis veces en las villas alejadas del centro, de acuerdo a lo publicado hace pocos días por “Clarín”. Esta proporción, que responde a una lógica brutal debido a que en los barrios de la periferia es notoriamente inferior la presencia de los organismos estatales -cuando no es nula-, se ve en la falta de controles de todo tipo. Por consiguiente, la inseguridad es mayor allí donde no hay acciones de prevención policial.
Esta cuestión podría analizarse en Tucumán, que en los últimos días ha tenido varios episodios trágicos que engrosan la cifra de homicidios, que ya supera el centenar en lo que va del año. La tragedia del cabo de la Policía federal Pablo Rebollo, atacado el jueves por dos motochorros en la autopista de Circunvalación y Guatemala, junto al barrio Costanera, se inscribe en la estadística de las zonas de riesgo del Gran Tucumán, lo mismo que los recientes ataques homicidas en el barrio Alejandro Heredia, en la ruta 302 en Banda del Río Salí y en la calle Uruguay al 500. Los homicidios son una alerta dramática sobre cuán librados a su suerte están los ciudadanos en las zonas periféricas, que a diario deben vérselas con los ataques de arrebatadores y motochorros –que constituyen la cara terrorífica del delito callejero- y que viven encerrados en sus enrejadas casas. Cada vez que ocurre una emergencia en seguridad los vecinos –de la zona que sea- cuentan cómo se las tienen que arreglar hasta para ir y volver de la parada del colectivo.
En este sentido, la dolorosa historia del técnico de una empresa de televisión por cable baleado por un policía federal en villa 9 de Julio refleja la sensación de inseguridad que agobia a los ciudadanos. El hombre llevaba un arma para defenderse de posibles ataques de delincuentes y habría sido confundido por el policía, que pensó que era un arrebatador. Villa 9 de Julio no es un barrio marginal pero en sus calles se convive a diario con el riesgo. Una carta de lector de ayer da cuenta de cómo una joven fue apuñalado por dos jóvenes violentos y drogados.
A todo esto, la respuesta de los organismos es una reacción ante los sucesos. En Yerba Buena, ante el asesinato del adolescente Valentín Villegas, ocurrido el 21 de octubre, se aumentó en 50 agentes la escasa dotación policial y hubo un compromiso de las autoridades municipales de implementar medidas de mayor control. En la provincia, el secretario de Seguridad dijo que se llevan a cabo operativos durante los fines de semana, debido a que en esos momentos se incrementa el nivel de violencia en la sociedad. “La Policía trabaja en neutralizar la venta de droga e investiga el tráfico y el movimiento de sustancias prohibidas. También estamos dialogando en las escuelas y en los barrios para concientizar a los padres sobre el control de los hijos”, explicó. Esta respuesta, no obstante, no ayuda a entender en su totalidad el fenómeno de la violencia que sacude a la provincia: en Alderetes ha sido encontrado el cuerpo de una persona ejecutada a golpes y con una perdigonada en la espalda. Nuestro informe sobre las denuncias de cada semana que hacen los lectores a través del servicio de Whatsapp nos da una dimensión de lo que sucede en ciertos lugares de nuestra comunidad.
Un estudio básico, sólo de los homicidios en lo que va del año, daría cuenta de que han aumentado los crímenes en ocasión de robo. Ese análisis está haciendo falta en nuestro medio, así como la investigación del uso de armas y las cifras de heridos con armas de fuego y de lugares de ocurrencia de los hechos, para entender lo que sucede. La provincia se encuentra en emergencia en seguridad, declarada por la Legislatura a pedido del mismo Gobierno. Pero desde hace mucho tiempo no se reúnen los responsables para debatir sobre las medidas que se deben llevar a cabo en esta emergencia, así como las que deben formularse para el futuro. Así lo reclaman las víctimas, como los familiares de Valentín Villegas, y así parece reclamarlo el sentido común cada vez que una tragedia conmueve a la sociedad.