La final de la Libertadores: volver, con la frente marchita...

La nueva suspensión de la final frustró una vez más a los hinchas de River que fueron a la cancha, entre ellos varios de Tucumán.

OTRA VEZ. Los hinchas retirándose del Monumental, esta vez sin disturbios. telam OTRA VEZ. Los hinchas retirándose del Monumental, esta vez sin disturbios. telam

Con la frente marchita. Así se retiraron los hinchas de River, los madrugadores, que ayer repitieron el rito del sábado e ingresaron al Monumental apenas abiertas las puertas, poco antes de las 13.30.

Con la frente marchita, también, emprendió el regreso hacia Tucumán el medio centenar de simpatizantes que en la tarde del viernes había partido con la ilusión de decir presente en la publicitada “final del mundo” que nunca se jugó y quién sabe si se jugará alguna vez. Y en qué condiciones y en dónde.

Argentina es un tango triste, con la letra de un texto que circula por estas horas en las redes sociales: “teníamos la oportunidad de mostrar al mundo lo que somos. ¡Y salió a la perfección!”. La música, con más o menos talento y nivel de protagonismo, tiene varios autores que se reciclan.

NO LO PUEDEN CREER. Los hinchas que llegaron al Monumental pasado el mediodía recibieron con incredulidad y bronca la noticia de la voz del estadio acerca de la nueva postergación de la Súperfinal. reuters NO LO PUEDEN CREER. Los hinchas que llegaron al Monumental pasado el mediodía recibieron con incredulidad y bronca la noticia de la voz del estadio acerca de la nueva postergación de la Súperfinal. reuters

Ataque al micro de Boca mediante, sólo 15 de aquellos hinchas tucumanos se quedaron a pernoctar en Buenos Aires a la espera de que la final de la Copa tuviera lugar el domingo. La mayor parte de la delegación –integrada por la filial Federico Vairo, de Concepción, y las agrupaciones “Amigos por River” y “La Máquina”- que se sentían “embajadores tucumanos” de la pasión riverplatense, se volvieron el sábado por la noche en el mismo micro que los había traído, por razones laborales o porque no tenían dinero para permanecer un día más en Buenos Aires.

Los pocos que se quedaron tuvieron que apelar a la imaginación y/o la billetera para prolongar su estadía: cuatro se fueron a un hostel, tres a casas de familiares y el resto durmió en un colectivo fletado por hinchas cordobeses. Todo esto, después de haber abonado $2.200 pesos de un pasaje a medio utilizar, más el valor de la entrada y los viáticos.

“Los que pudimos nos quedamos porque ya teníamos entradas y sentimos que ya que habíamos hecho tanto para estar, teníamos que hacer el último esfuerzo. ¿Cómo nos volveremos ahora? Tenemos la idea de hacerlo en un micro de hinchas santiagueños”, explicó a LG Deportiva Carlos Javier Romano, presidente de la agrupación “Amigos por River”.

OTRA VEZ. Los hinchas retirándose del Monumental, esta vez sin disturbios. telam OTRA VEZ. Los hinchas retirándose del Monumental, esta vez sin disturbios. telam

Desazón

El último esfuerzo, sin embargo, terminó siendo en vano. Los 15 perseverantes hinchas tucumanos se volvieron a encontrar ayer al mediodía en cercanías del Monumental y se dividieron según el sector del estadio al que les correspondía ingresar. Mientras esperaban, escucharon otra vez el ir y venir de versiones y de informaciones cruzadas: primero, que el presidente de la Conmebol, Alejandro Domínguez, confirmaba que la final sí se jugaba; después, que Boca presentaba su reclamo escrito ante el organismo pidiendo por la suspensión y los puntos; y finalmente, que la Conmebol confirmaba la noticia de una nueva suspensión y que el partido sería reprogramado.

En la esquina de las avenidas Libertador y Udaondo, al mediodía, reinaba una tensa calma y se imponía una sensación generalizada de incertidumbre. Eso sí, la zona aparecía mucho más vallada que el día anterior. Como dice un refrán, traducido del italiano: es como “cerrar el establo cuando los bueyes ya han escapado”.

A 20 metros de allí se erigía el primer control y luego seguían otros cuatro, el último como parte del programa “Tribuna Segura”, donde los hinchas deben mostrarle el DNI a los efectivos policiales como requisito final para tener acceso al estadio. Todos esperaban la hora señalada.

Cuando se dio la orden, los hinchas “millonarios” fueron sorteando en calma las distintas barreras, con controles de entradas y cacheo incluidos. La ansiedad era tal, que apenas superado el último control, muchos -incluidos adultos acompañados por niños- corrían para llegar antes al estadio, como si el partido más largo del mundo, este que se viene jugando desde hace un mes, se les pudiera volver a escurrir de entre las manos.

Y así ocurrió. Cuando se supo de la suspensión y de la cumbre presidencial en Asunción de mañana, apenas había un par de millares de hinchas en las tribunas. Otra vez un anuncio de la voz del estadio los trajo a la realidad del fútbol nuestro de cada día, solo que esta vez ante los ojos del mundo.

Algunos se quedaron un rato en las gradas insultando a la policía, la gran mayoría se retiró a paso acelerado por el mismo lugar que habían transitado minutos antes, en un silencio sepulcral, sólo roto de tanto en tanto para acusar a Boca de no haberse animado a la contienda. Mientras, un controlador de ingresos le decía a otro: “Lo bueno de esto es que si se juega en 15 días, y con público, cobramos otra vez en el laburo”. Cada cual atiende su juego.

Los 15 perseverantes tucumanos se decidieron entonces a emprender la vuelta, solo con una buena noticia entre tantas pálidas. “A ninguno nos pasó nada”, respondió Romano a la consulta de LG Deportiva. Entre esos algunos se contó Abel Amaya, el no vidente procedente de Yerba Buena que había decidido darle a la Superfinal una nueva oportunidad.

REFUERZOS. La presencia policial y los controles fueron mayores a los del sábado.  telam REFUERZOS. La presencia policial y los controles fueron mayores a los del sábado. telam

Allá por la década del 70, el escritor alemán Michael Ende no se podía imaginar que el título de su novela “La historia interminable” le cabría tan bien al partido intitulado, justamente, como el más importante a nivel clubes de la historia.

Ante la pregunta de si los periodistas acreditados para cubrirlo debían conservar la credencial y la pulsera que los identificaban para cuando el partido se vuelva a jugar, la respuesta de un empleado de prensa de River fue clara y escueta: “tirá todo”.

La violencia, los juego de poder, la ineptitud, ya habían tirado todo a la basura mucho antes.

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